El primer éxodo climático del mundo ya está en marcha: Tuvalu comienza a desaparecer bajo el mar

Por: Rocío Rios

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Australia concede visados humanitarios a los primeros refugiados climáticos y más de 8.000 personas de Tuvalu se inscriben para abandonar su país antes de que el océano lo borre del mapa


Un país que se hunde, una nación que huye

En el corazón del Pacífico Sur, Tuvalu —una diminuta nación de atolones coralinos— está viviendo los últimos capítulos de su historia como territorio habitable. Sus habitantes no esperan un futuro lejano para ver desaparecer sus hogares: lo están viviendo ahora. Dos de sus nueve islas ya han sido engullidas por el mar. Las demás, cada vez más frágiles, resisten mientras pueden.

Ante la inminencia del desastre, el gobierno de Tuvalu ha dado un paso sin precedentes en la historia moderna: organizar la migración controlada de su población entera. Más del 80% de los ciudadanos, es decir, unas 8.750 personas, ya se han inscrito para dejar el país antes de que sea completamente inhabitable. El primer visado legal para refugiados climáticos fue emitido por Australia, marcando así el inicio formal del primer éxodo climático de la historia.

Refugiados del clima: de concepto teórico a realidad palpable

Hasta hace pocos años, el término “refugiado climático” parecía confinado a informes de Naciones Unidas y documentales ambientalistas. Hoy, es una categoría reconocida en pasaportes, trámites migratorios y contratos laborales.

Australia, uno de los países más cercanos a Tuvalu, ha abierto una vía legal para acoger a quienes huyen del colapso ambiental. Con un cupo de 280 visados por año, el proceso es lento, insuficiente, pero urgente. Los beneficiarios podrán vivir, trabajar y estudiar en territorio australiano. La contracara es que, a cambio, deberán despedirse de su país natal… posiblemente para siempre.

Un drama silencioso que avanza centímetro a centímetro

Para quienes viven en Tuvalu, el cambio climático no es una amenaza futura. Es una fuerza cotidiana. El agua salada ha invadido los pozos, ha matado los cultivos y ha corroído los cimientos de las casas. Las mareas avanzan. El suelo retrocede. Las tormentas son más violentas. Ya no hay espacio para discursos: solo decisiones.

Y la más difícil de todas ya ha sido tomada: migrar como única vía de supervivencia.

Australia: entre la ayuda y la contradicción

Mientras se posiciona como refugio para los desplazados del clima, Australia enfrenta críticas por su doble rol. Es también uno de los mayores exportadores de carbón del planeta, y continúa expandiendo proyectos fósiles. Activistas y expertos denuncian esta incoherencia: abrir la puerta a los refugiados mientras se alimenta la causa de su huida.

“Es como ofrecerle a alguien un chaleco salvavidas desde el mismo barco que tú estás hundiendo”, denunció una investigadora de cambio climático del IPCC.

¿Dónde va una nación cuando pierde su tierra?

Más allá de la pérdida física, el caso de Tuvalu plantea un dilema sin precedentes: ¿Puede existir un Estado sin territorio? ¿Qué ocurre con la ciudadanía, la soberanía y la identidad nacional cuando la tierra desaparece?

El derecho internacional aún no tiene respuestas claras. Algunos expertos ya plantean escenarios de “naciones virtuales” o “Estados en el exilio” que mantendrían representación en foros internacionales sin poseer un suelo propio.

Entretanto, las comunidades tuvaluanas que han comenzado a asentarse en el extranjero tratan de preservar sus raíces. Enseñan su idioma a los hijos, celebran festividades, mantienen su gastronomía. Pero el desarraigo pesa. No se migra solo con maletas, sino con recuerdos, heridas y preguntas sin respuestas.

Tuvalu es el primero… pero no será el único

Lo ocurrido con Tuvalu es apenas el prólogo de un fenómeno mayor. Otras naciones insulares como Kiribati o las Islas Marshall enfrentan riesgos similares. Y más allá del Pacífico, las zonas costeras densamente pobladas de Asia, África, América Latina e incluso Europa podrían verse obligadas a organizar evacuaciones masivas si el nivel del mar continúa aumentando.

Las proyecciones más conservadoras prevén decenas de millones de desplazados climáticos para el año 2050. Sin embargo, los marcos legales, las infraestructuras de acogida y, sobre todo, la voluntad política global sigue rezagada ante una crisis de dimensiones cada vez más evidentes.

Un espejo para el mundo

El drama silencioso de Tuvalu no solo debería generar compasión. Debería servir de advertencia. Nos muestra, con crudeza, que ninguna comunidad está a salvo del cambio climático. Y que, en un mundo interconectado, los problemas de una isla pequeña pueden ser solo la primera ficha en una cadena global de consecuencias.

Hoy, una nación entera se organiza para desaparecer, mientras el resto del mundo observa en silencio. Pero la pregunta es inevitable: ¿qué haríamos nosotros si tuviéramos que dejarlo todo por algo que nunca provocamos?