Violencia, impunidad e incapacidad política asfixian a México.
Por Areli Paz
Violencia: Está asfixiando a México.
Impunidad: Está asfixiando a México.
Incapacidad política: Está asfixiando a México.
Hay días en los que un asesinato rebasa titulares y se convierte en un espejo brutal de lo que vivimos como país. No es Uruapan, es un país.
La tragedia en Uruapan no es solo otra noticia: es otra señal de que “estamos de la chingada”.
El sábado 1 de noviembre, en pleno Festival de las Velas, con familias, amigos, recuerdos, flores y velas fue asesinado a tiros el presidente municipal, Carlos Manzo Rodríguez.
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El ataque ocurrió en el centro histórico, frente a todos, incluso frente a su familia.
Uno de los agresores fue abatido en el lugar y dos más fueron detenidos. Murió minutos después en el hospital.
Qué ironía, la muerte interrumpió una fiesta dedicada a honrarla. Carlos Manzo fue asesinado en medio de veladoras, almas de vivos y el recuerdo de los muertos.
Uruapan es el corazón aguacatero de Michoacán, territorio disputado por el crimen organizado, donde ser alcalde es un cargo de alto riesgo.
Carlos Manzo lo sabía. Lo dijo públicamente: “No quiero ser parte de la lista de los ejecutados, no quiero ser parte de la estadística”. Ya lo es.
Denunció amenazas.
Denunció la presencia de grupos armados. Denunció olvido. Denunció extorsiones, secuestros, robos, abusos y advirtió que la gente ya se estaba cansando.
Pidió armas, pidió apoyo y propuso validar que sus policías mataran a delincuentes. Lo que le valió un mote de “loco” e incluso comparaciones con Bukele, el presidente de El Salvador.
La protección que tenía no le bastó.
Lo mataron.
Ironía, la gente le prendía velas a sus muertos y ahí se perpetraba un asesinato.
No sólo asesinaron a Carlos Manzo, se mató la denuncia de intentar vivir sin criminales.
Lo asesinaron en público, para que a nadie le quedará duda de quién manda.
Hoy, la presidenta, Harfuch y todo el gabinete de seguridad condena y promete que no habrá impunidad.
Lo que dicen siempre. La presidenta terminó poniéndose como víctima, acusó a los de derecha, a los medios, a los comentócratas, a un grupo empresarial…
Lo que viene en el guion de las promesas vacías de la 4T.
Pero la responsabilidad se la ponen a Calderón, a Peña… ¿Y López Obrador?
Sólo un detalle: la justicia no se promete, se demuestra.
La sociedad pasa por la indignación, el dolor colectivo, la crítica y… se vuelve a la rutina de la violencia.
La frase de “estamos de la chingada” no la dije yo, la dijo el cantautor Vicente Jauregui que estaría participando en la celebración de muertos esa noche en la que fue asesinado el alcalde.
Jauregui grabó un mensaje que se hizo viral y que concluye con la frase lapidaria. Una frase que ya no suena a grosería, sino a sentencia, una que duele…
Carlos Manzo tenía 14 custodios con entrenamiento militar y otro círculo de policías municipales, ¿qué será de los demás?.
¿Quién está a salvo?
“Estamos de la chingada” porque el mensaje es claro: el poder no siempre lo tienen los elegidos por el pueblo, sino los que mandan con balas.
Estadísticas sin límite, una mala costumbre que no tenemos que normalizar.
Solidaridad con la familia de Manzo, una que se extiende a las muchas familias que viven la tragedia del miedo, la muerte y la indiferencia gubernamental.
Por cierto qué decepción de presidenta, era la oportunidad de construir hacia el futuro y no estacionarse culpando al pasado. Era la oportunidad de unir, de reconstruir en medio del dolor. Pero no, fue decepcionante.
Vía Opinión 51