El crimen organizado nos ha dado su palabra: no fueron ellos. Y claro, porque si algo caracteriza al Cártel Jalisco Nueva Generación es su honestidad, su transparencia y su compromiso con la verdad. Así que, cuando en un video con las siglas CJNG nos aseguran que no tienen nada que ver con el rancho Izaguirre en Lagos de Moreno y que, en realidad, las madres buscadoras son las que tienen “intereses” en el predio, hay que creerles, ¿no? Qué conveniente.
Pero desmenucemos esto con calma. Primero, el hallazgo del rancho Izaguirre: cientos de pares de zapatos, mochilas, restos humanos. Y no fueron las autoridades quienes lo encontraron, sino las madres buscadoras, esas mujeres que han hecho el trabajo del Estado porque, en este sexenio, buscar desaparecidos es tarea de quienes los aman, no de las instituciones encargadas de la seguridad. Y ahora, de repente, aparece un video donde unos encapuchados con armas pero con una prosa impecable nos dicen que ellas, las madres, son las sospechosas. ¿Es esto una mala comedia?
Este video no solo busca exculpar al CJNG del rancho Izaguirre, sino que, por pura casualidad, también le hace un favor al gobierno federal. Porque mientras la indignación crece, la administración de Claudia Sheinbaum ha decidido ignorar el escándalo. No hay luto nacional, no hay indignación oficial, no hay una respuesta contundente. En cambio, hay mitines en el Zócalo para fortalecer la imagen presidencial. Prioridades, ¿no?
Ahora, hagamos un ejercicio de pensamiento crítico. Hay dos posibilidades: o el video es un montaje, porque cualquiera puede ponerse un pasamontañas y decir “yo soy un criminal”, o es auténtico, pero con un guion dictado desde algún escritorio. Ambas opciones son aterradoras. Si es falso, significa que alguien está manipulando la narrativa para proteger al gobierno. Si es real, entonces el crimen organizado y el poder político están en una sintonía tan conveniente que da escalofríos.
Pero lo más grave de todo es la revictimización de las madres buscadoras. No solo tienen que enfrentarse a la desaparición de sus hijos y a la negligencia del Estado, ahora también tienen que cargar con la absurda acusación de que “sembraron” evidencia en el rancho. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es que las víctimas son convertidas en sospechosas?
La respuesta está en la necesidad del gobierno de mantener su narrativa. Sheinbaum tiene que seguir la línea de su antecesor, porque reconocer la atrocidad del rancho Izaguirre sería admitir que la estrategia de “abrazos, no balazos” fracasó. Y eso, en un gobierno donde la imagen lo es todo, no se puede permitir. Porque aquí la prioridad no es la verdad, ni la justicia, sino proteger el legado de AMLO, aunque para ello haya que minimizar masacres y culpar a las víctimas.
Y mientras tanto, las madres seguirán cavando en la tierra con las uñas, buscando la verdad que el Estado no quiere ver.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Por Adriana Colchado (@Tamalito_Rosa)