El chocolate del bienestar y el negociazo de las cooperativas

Columna de opinión Adriana Colchado (@tamalito_rosa)

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Con crema y con pasas: 

La dulce hipocresía de la 4T

Por Adriana Colchado (@Tamalito_Rosa)


¿Se acuerdan de esa felicidad suprema de salir al recreo corriendo por unos Pingüinos, una Panditas o esa bolsa de Churrumais con limoncito que crujía delicioso mientras te olvidabas de que la vida adulta existía? Bueno, pues se acabó.  Las tienditas escolares entrar en modo detox gracias a la brillante (léase con ironía) idea de prohibir la comida chatarra en las escuelas.

Que, a ver, no vamos a negar que la intención de fondo suena bonita: combatir la obesidad infantil, promover hábitos saludables y que los niños no lleguen al salón más hiperactivos que un político en campaña. Pero la cosa no es tan simple.

Primero, porque está mal planteada desde el inicio. Pensar que los niños van a dejar de consumir azúcar solo porque les racionaron la cooperativa del colegio, es como creer que porque un político dice “no tolerare la corrupción”, no acepta moches a cambio de contratos millonarios.

Al contrario, lo prohibido siempre es más deseado. No faltará el pequeño Chapo de los dulces que haga su minifortuna revendiendo chocolates en el patio con la bendición de sus papás (“para que el niño emprenda”, dicen). ¡Negociazo, señora!

Tampoco faltará la mafia de vendedores ambulantes que ronda los rincones oscuros de las escuelas. Yo me acuerdo que en mis tiempos en el IMM, estaba “Doña Pelos” -ella misma pedía ser llamada así- quien te pasaba las golosinas por un espacio de reja rota. También estaba “La Voladora” una señora que tenía que lanzar sus productos por encima de la reja, porque Doña pelos tenía poder sobre la reja rota. Bueno, esta medida solo servirá para que “La pelos” y “La voladora” de cada escuela, solo venda más caro.

Segundo, las cooperativas escolares ahora se vuelven terreno fértil para nuevos business. Porque si ya no se venden gansitos, pero te venden “el chocolate del bienestar” — trae los mismos tres sellotes de advertencia que un Carlos V, pero ahora envuelto en discurso populista. Mismo azúcar, misma grasa, misma tentación, solo que con la cara de la 4T como marketing. Porque acá no se trata de salud, sino de control del negocio.

Nos vendieron la idea de que las cooperativas escolares iban a ser espacios de comida “sana”, pero lo que realmente hicieron fue cambiarle la etiqueta para seguir llenándose los bolsillos. Ya lo verán, de repente todos los políticos saldrán con que tienen empresas de malangas, frutas deshidratadas, frituras horneadas y toda clase de “snack saludable” que curiosamente sí podrán vender en las escuelas.

Y tercero: el azúcar no es el villano. El problema nunca fue que el niño se comiera un Tutsi Pop. El problema es que nadie se ha querido sentar a educarlos de verdad sobre el equilibrio. “Todo con medida, hasta el veneno”, decía un amigo disque sobrio mientras se echaba un tequilita con escarchado de sal.

Pero no, es más fácil prohibir que educar. Y es más fácil abrirle la puerta al negociazo que construir una cultura de salud real.
Así que prepárense para ver cooperativas vendiendo “snacks saludables” que cuestan lo mismo que la colegiatura y niños traficando papitas como si fueran artículos de lujo. Porque si algo sabemos, es que a la mafia del antojo nadie la detiene.

Y bueno, a fin de no leerme como una adicta al azúcar, debo decir que es una ley con potencial de cumplir el objetivo público para el que fue creada: niños saludables.

Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Por Adriana Colchado (@Tamalito_Rosa)