Quien le crea a un político cuando dice “es muy pronto para hablar de las próximas elecciones” peca de ingenuo o de tonto. La verdad es que la sucesión —ya sea la del 2027 o la del 2030— se empezó a cocinar desde antes de que se terminaran de contar los votos de la elección anterior. Y Puebla no es la excepción: aquí, la semana pasada fue como ver una partida de ajedrez en cámara lenta, con las fichas del mandatario estatal acomodándose para el siguiente jaque mate.
Primero, la maestra Laura Artemisa García Chávez, presidenta del Congreso local, apareció sentada junto a Rodrigo Abdala, delegado de Bienestar. No fue brunch entre amigos ni coincidencia de pasillo, ni mensaje de unidad -como dijo Olga Romero-, no: fue mensaje político. Tradúzcase: “aquí hay alianza y acuerdos” y “ya estamos amarrando posiciones”. Artemisa tiene el respaldo del magisterio y una trayectoria sólida, Abdala tiene los programas Bienestar.
La maestra es una ficha fuerte. Abdala y muchos otro lo saben. Solo tiene un problema: su comunicación todavía no logra transmitir todo ese potencial. Es brillante, sí, pero necesita romper el molde del político acartonado y ganar más punch para que sus virtudes profesionales tengan el mismo eco que sus reuniones estratégicas.
Ese mismo fin de semana, José Luis García Parra, coordinador del gabinete y favorito en la lista del gobernador para la alcaldía 2027 y —¿por qué no?— la gubernatura 2030, encabezó un evento que olía a pre-destape. Sin el gobernador a su lado, pero cobijado por pesos pesados, entregó alarmas vecinales, se dejó ver líder, midió aplausos… y también se llevó su primer tropezón mediático. Un ciudadano interrumpió para protestar por la falta de bacheo -un incidente que dicen las malas y sabias lenguas que llevaba el toque del PAN-, y ahí el equipo de García Parra patinó: no reaccionaron a tiempo, no supieron darle la vuelta para usarlo a su favor, y la protesta terminó robándole el show. Sí reaccionaron, pero lo hicieron tarde. JLGP tiene proyección y cercanía con el gobernador, pero también enemigos, muchos, y si quiere sobrevivir al juego largo, necesita un equipo de manejo de crisis mucho más afilado.
Mientras tanto, Gaby “La Bonita” Sánchez pedaleaba en su rodada por la juventud, vestida de rosa, rodeada de mujeres con poder… y, aunque la sombra del gobernador muchas veces le resta, esta vez brilló más que Artemisa y que García Parra juntos. Su evento fue limpio, ordenado, con buena imagen y aprovechado al máximo. Aquí vale la precisión: al inicio fue víctima de una pésima estrategia de comunicación, cuando desde el propio gobierno estatal se le dio foco y luz a una cuenta en redes que cometió violencia política de género contra ella y que, además, comenzó a esparcir rumores misóginos que no vale la pena repetir. Esa exposición negativa provocó que el respaldo del gobernador dejara de sumarle y empezara a restarle. Pero hoy es evidente un cambio de estrategia —no sé si recomendada por un buen asesor o por accidente—: tomar un poco de distancia de ese cobijo abrumador de AA. Y esa jugada le ha salido perfecta. Gaby está construyendo brillo propio, alejándose del estereotipo del político cuadrado, aprovechando su juventud y un terreno noble como el deporte y la juventud, donde puede lucirse con campeones, torneos de box o rodadas que conectan de manera natural con la gente.
Y bueno, precisión necesaria: estos son los tres perfiles más visibles dentro del círculo cercano de Armenta, pero no son los únicos que juegan en el tablero político con miras al 2027. Su protagonismo hoy nos permite medir cómo se mueven las piezas. Artemisa necesita consolidar su imagen con una comunicación más audaz, García Parra encontrar asesores que le den herramientas para capitalizar sus eventos y manejar crisis, y Gaby consolidar su imagen sin la sombra del Gobernador.
Las fichas se mueven… y aquí no gana el que llegue primero, sino el que logre contar la mejor historia de sí mismo antes del jaque mate.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Por Adriana Colchado (@Tamalito_Rosa)