¿Fue la eutanasia la última decisión de Ozzy Osbourne?

Columna de opinión Adriana Colchado (@tamalito_rosa)

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No. La respuesta es no. O por lo menos no hay nada confirmado -perdón por el clickbait-. Pero lo que sí es real es que el rumor de que fue así, domina la conversación digital y reabre el debate ético y humano sobre la eutanasia.

El 22 de julio de 2025, se apagó una de las voces más icónicas del rock, el mismísimo príncipe de las tinieblas, el que una vez se comió un murciélago en el escenario y convirtió el caos en arte: Ozzy Osbourne, quien falleció a los 76 años. Sí, ese Ozzy. El que gritaba “I am Iron Man” y el que, semanas antes de su muerte, fue homenajeado con un concierto que no fue solo épico: fue legendario.

El 5 de julio de 2025, Osbourne ofreció su show final en el estadio Villa Park de Birmingham: Back to the Beginning. Fue su último rugido. Se reunió por primera vez en 20 años con la formación original de Black Sabbath: Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward. A pesar del Parkinson y su salud deteriorada —cantó sentado en un trono decorado con murciélagos y calaveras—, el escenario ardía. Lo acompañaron bandas como Metallica, Guns N’ Roses, Slayer, Pantera, Anthrax, y figuras como Steven Tyler y Tom Morello. Más de 40 mil fans gritaron su nombre. Tocó clásicos como “Mr. Crowley”“Mama, I’m Coming Home”, y cerró con “War Pigs”“Iron Man”“Paranoid”. Lloró. Dio las gracias. Donó todo lo recaudado —190 millones de dólares— a fundaciones como Cure Parkinson’s y el Hospital Infantil de Birmingham.

Y entonces… murió.

Y como internet no perdona, empezaron las teorías. La más viral dice que Ozzy viajó a Australia a practicarse la eutanasia. Porque él y Sharon, su esposa, hablaron en entrevistas sobre la posibilidad de acceder a una clínica especializada, si su enfermedad se volvía insoportable. Kelly Osbourne, su hija, ya salió a decir que eso es solo un rumor. Pero, ya sabes: una vez que se planta la duda en el jardín de internet, florece como hierba mala en camellones durante temporada de lluvias.

Más allá del chisme, hay algo que no podemos ignorar: la conversación está abierta. ¿Qué implica que alguien pueda elegir su muerte, no desde el sufrimiento, sino desde la claridad, la autonomía, el deseo de evitar la decadencia física o mental? ¿Qué tan preparados estamos para hablar de muerte digna en serio, sin moralinas ni prejuicios?

La eutanasia, en algunos países, es legal. En muchos otros, es impensable. Hay quienes la entienden como compasión. Otros, como pecado.

Sé que me leeré como señora católica panista si meto a Dios en esto, pero ¿qué pasa con el “hasta que Dios nos preste vida? De verdad lo creo desde el corazón: nuestro cuerpo es lo único verdaderamente nuestro. No los títulos, no el coche, no la casa. El cuerpo es el verdadero bien que poseemos. Nuestro hogar.  Entonces, si es nuestro… ¿no deberíamos poder decidir sobre él hasta el final? y al mismo tiempo ¿no deberíamos atesorar su vida hasta que ya no soporte?

Yo no tengo respuestas absolutas. Tampoco pretendo hacer apología del suicidio. Lo que sí tengo son muchas dudas.

Sí, la eutanasia es un tema complejo, ético, médico, filosófico, incluso espiritual. Pero justo por eso debe ponerse sobre la mesa. Porque nadie quiere morir sufriendo. Nadie quiere que sus últimos días estén llenos de dolor, de tubos, de gritos, de hospitales, de olvido. Muchas personas temen llegar a viejas, pero más temen dejar de reconocerse en el espejo. Y eso también es parte del debate: cómo queremos vivir, pero también, cómo queremos irnos.

Porque yo también tengo miedo a la vejez y mucho más a la enfermedad. Miedo a que mi cuerpo deje de obedecerme. A la soledad. A no reconocerme. A que nadie se despida de mí. Pero si pienso en el otro extremo, en la idea de cómo quiero morir, me gustaría que fuera como Ozzy: rodeada de gente que me ama, con música, con dignidad, con historia. Me pregunto: ¿y si mi muerte pudiera ser una fiesta? Una celebración de todo lo vivido. ¿Sería tan terrible? ¿Tan egoísta? ¿Tan valiente?

Ozzy, pese a su vida llena de excesos, escándalos y autodestrucción, murió rodeado de su familia. Esa familia que, a pesar de todo, se quedó y lo acompañó. Y eso, quizás, es lo más importante: hacer que cada día valga la pena, crear vínculos que trasciendan, cuidar el cuerpo y el alma… para que cuando llegue nuestro último concierto, no falte nadie que nos coree.

Y sin querer, o tal vez queriendo, ese video en el que canta Mama I’m Coming Home durante su último concierto circula como una especie de despedida musical y poética. Porque si hay una canción perfecta para acompañar su partida, es esa. Solo queda una pregunta para ti, lectorx:

Si pudieras elegir ¿cuál sería el soundtrack de tu muerte?

Yo creo que en este punto de mi vida elegiría “Future” de Paramore, pues retrata mucho de mi esencia dual entre lo emo y lo optimista, quien escribe siempre imaginando un mejor y más emocionante capítulo en su vida.

Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas

Por Adriana Colchado @Tamalito_Rosa

Sin querer queriendo… odiamos a la persona equivocada