– En el juego del poder, quien le teme a caer, es siempre el más violento.
La sucesión del azul en la capital se puso en modo guerra sucia y el objetivo es claro: Guadalupe Leal. Ayer, como por arte de magia, varios medios de comunicación descubrieron que su pareja, su hermano y su hijo aparecen en nóminas de gobiernos morenistas. El gran escándalo, según ellos, es que eso la hace parecer “al servicio” del guinda y no una verdadera opositora. Y yo no sé si reírme o bostezar.
Porque, vamos, cualquiera que conozca lo más básico de cómo funciona un gobierno sabe que en las nóminas hay gente de todos los colores, y que no todos comulgan con quien gobierna. El que su pareja gane $51,032.33 pesos al mes —que no es precisamente el salario mínimo, pero tampoco es el sueldazo de otros que se dicen oposición y desayunan con el oficialismo— no es argumento para decir que Lupita entregará el PAN -que por cierto ya está bastante entregado-. Ni que en la política mexicana no hubiera chapulines de clóset y familias con chalecos de todos los colores. Ahí está el ejemplo de las hermanas Ortiz: una en el PAN, otra en el PT, otra en MC, y una casada con quien quería ser gobernador por el azul. ¿Se rasgaron las vestiduras? No.
Además, el ataque viene —dicen las malas lenguas— desde la propia dirigencia de Mario Riestra y Genoveva Huerta. Y si el rumor es cierto, entonces el cinismo es monumental. Porque en la familia Riestra hemos visto más combinaciones de colores que en el vestidor de un payaso. Pero aquí el punto no es la nómina, es la amenaza que representa Lupita.
La militancia azul de la capital está decepcionada, harta de una dirigencia tibia, de promesas de ser verdadera oposición mientras se sirven café con el poder. Vienen de un abandono y de un liderazgo que encarna todo lo que el oficialismo les puede criticar… y no es bueno. Y en ese vacío, una cara como Lupita —con la que puedes estar o no de acuerdo— resulta peligrosa. Porque ya ha demostrado que puede enfrentar a los suyos por “convicción”.
Sí, yo también creo que en el tema del aborto jugó “a salvo” y su abstención fue tibia para alguien que dice defender la vida. Pero eso mismo la pintó como alguien que no se dobla ante línea partidista -habrá quien lo valore y habrá quien lo condene-. Y ese tipo de independencia es justo lo que incomoda a quienes necesitan una dirigencia alineada.
Ahora, ojo, tampoco es que Lupita tenga la victoria en la bolsa. La política no se gana solo con votos, sino con apoyos. Y ahí ella está coja: pocas alianzas, poco cobijo. Para muestra, su fiesta de cumpleaños. El gran ausente: Eduardo Rivera, exalcalde, excandidato a gobernador y figura nacional del PAN. No fue a su fiesta, pero sí a la del priista Néstor Camarillo. ¿Casualidad? No. Son mensajes políticos. Y el mensaje para Lupita es claro: estás sola.
Y de hecho, -si ya he de escribir de manera cínica- me atrevo a decir que el voto de 100 militantes no es tan poderoso como la opinión y voluntad del líder que los mueve a las urnas. En ese frente, el candidato que se impulse desde el Comité Estatal, tiene todas las de ganar.
Por eso el ataque es doblemente absurdo: si creen que no le alcanza para ganar, ¿para qué gastar pólvora? La respuesta es sencilla: miedo o venganza. Miedo porque puede crecer y no alinearse. Venganza porque alguien no la quiere ahí, aunque pierda. En ambos casos, es la misma receta de siempre: guerra sucia para eliminar competencia antes de que llegue a la Asamblea Municipal del 7 de septiembre.
Así que sí, Lupita Leal tiene familiares en nóminas morenistas. ¿Y? Eso no es delito ni certificado de traición. El verdadero problema para sus adversarios es que, guste o no, encarna lo que muchos panistas quisieran: alguien que no se agacha tan fácil. Y eso, en un PAN tan cómodo con el guinda, es casi pecado mortal.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Por Adriana Colchado (@Tamalito_Rosa)