Gobernador: No use la sororidad como escudo. Cuestionar el poder —aunque esté lleno de mujeres— sigue siendo nuestro deber como ciudadanas. Y porque la democracia sin ojos incómodos es solo una escenografía.
Pues que siempre sí. Lo que ya todos sabíamos y que sólo faltaba que se dijera con todas sus letras, hoy lo confirmó el gobernador Alejandro Armenta: Grace Palomares pedirá licencia en el Congreso local y su suplente, nada más y nada menos que Alexa Espidio tomará su curul. ¿Y quién es Alexa? Pues no cualquier ciudadana: joven abogada, hija de Rosa Isela Sánchez, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Puebla, y familiar de Alejandro Espidio Reyes quien es actual titular de la Secretaría de la Función Pública del gobierno de Alejandro Armenta.
El gober amoroso, muy a su estilo quién-sabe-cómo, en lugar de reconocer lo delicado del contexto, decidió mandar un mensaje de “solidaridad femenina” en su conferencia mañanera: “Las convoco a demostrarse solidaridad, más allá de los partidos políticos”. O sea, que si lo criticamos, ¿estamos traicionando el pacto entre mujeres? No, gobernador. La crítica no es violencia, la crítica es vigilancia. Y la sororidad no significa silencio.
Porque a mí no me molesta que Alexa sea joven, ni me incomoda que llegue al Congreso. Al contrario: ojalá más mujeres jóvenes, inteligentes, preparadas y con agenda propia llegaran al poder. Pero lo que sí incomoda —y mucho— es la narrativa de que esto es algo completamente “natural”, cuando en realidad parece cuidadosamente orquestado.
La realidad es que ambos padres encabezan dos de los órganos más importantes en la vida pública de Puebla: uno vigila de manera interna al poder, y el otro debería vigilar que el poder no viole los derechos humanos. Entonces, ¿qué pasa cuando su hija entra al Congreso local, como legisladora, en este mismo contexto? Pues pasa lo obvio: se instala un conflicto de interés. Real, vigente y preocupante. Legal o no, legítimo o no, el conflicto está ahí, respirándonos en la nuca.
Porque aquí nadie está diciendo que Alexa no pueda o que no se merezca el cago. Lo que estoy cuestionando es ¿Cómo podemos confiar en que habrá separación de poderes, si los vínculos familiares tejen telarañas entre los escritorios del Ejecutivo, del Legislativo y del órgano que debería observarlos a todos? No es personal, es estructural. Y sí, es desalentador.
Y para muestra, un botón: hace unas semanas, el Ejecutivo estatal envió una iniciativa sobre ciberseguridad, cuyos artículos fueron fuertemente cuestionados a nivel local, nacional e internacional por académicos, organizaciones, y defensores de la libertad de expresión. Hubo protestas, comunicados, alertas. ¿Y quién brilló por su ausencia? Exacto: la Comisión de Derechos Humanos de Puebla. La misma que preside la mamá de Alexa. Y no es percepción ni chisme: no hubo exhorto, ni recomendación, ni siquiera un tuit.
Entonces, sí preocupa pensar que, si Alexa desde el Congreso propone algo que vulnere derechos humanos —sea o no su intención—, ¿la CDH tendrá la autonomía para señalarlo? ¿O se hará de la vista gorda, como ya ha pasado?
Y lo mismo del otro lado: si al Ejecutivo le urge una iniciativa, ¿no puede el secretario Espidio —familiar de Alexa— levantar el teléfono y decir: “oye, ¿cómo vamos con eso?”? Y tampoco me hago la ingenua: sé que casi todas las iniciativas importantes pasan primero por el escritorio del gobernador, pero antes al menos lo intentaban disimular. Ahora ya ni las formas cuidan.
Es cierto que Alexa hizo campaña, que ganó la suplencia en fórmula con Grace, y que tiene toda la legitimidad y preparación para ocupar el curul. Pero eso no elimina la desconfianza de verla entrar a un Congreso en donde su papá ya tiene voz desde el Ejecutivo, y donde su mamá guarda silencio desde un órgano que debería ser autónomo.
Y con todo respeto, pero con total claridad: que bueno que Alexa asuma retos y crezca en su vida profesional. Pero sí le tocará asumir el costo político de tener a su familia en el corazón del poder. Porque el silencio institucional de su madre pesa. Porque la cercanía política de su padre cuenta. Y porque su propia militancia en el proyecto de Armenta marca un sesgo.
No se trata de desearle mal. Todo lo contrario: ojalá Alexa sorprenda, proponga, legisle con valentía y rompa con el molde que la rodea. Ojalá haga un trabajo que nos calle la boca a quienes señalamos lo que hoy incomoda. Pero también ojalá entienda que su presencia en el Congreso —aunque válida y me atrevo a decir que hasta necesaria por su perspectiva joven— está lejos de ser neutra.
Y a usted, gobernador: no nos pida que no critiquemos. No use la sororidad como escudo. Porque cuestionar el poder —aunque esté lleno de mujeres— sigue siendo nuestro deber como ciudadanas. Y porque la democracia sin ojos incómodos es solo una escenografía.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas
Por Adriana Colchado @Tamalito_Rosa
Valentina Gilabert perdona lo que la fiscalía no debería: feminicidio en tentativa