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¿Se puede re-victimizar a un niño asesino?

Columna de opinión Adriana Colchado (@tamalito_rosa)

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Hoy la fiscal Idamis Pastor quiso sonar institucional y terminó enredándose con una frase que levantó cejas: pidió “no revictimizar” al menor que asesinó a Natalia Andrade en Lomas de Angelópolis. Y aquí está el detalle: no se puede revictimizar a quien nunca fue víctima. Axel no lo es. Él es el victimario, aunque sea un niño.

Claro, entiendo la lógica jurídica: por ser menor de edad es inimputable, no puede ir a prisión y tiene derecho a educación. Y hasta ahí, bien. Sus padres tienen la obligación de darle escuela, terapia y todo lo que se pueda para que, con suerte, vuelva a tener una vida medianamente normal después de haber quitado una. Difícil, pero necesario. El problema es el “cómo” y el “dónde”.

Porque una cosa es que el menor tenga derecho a seguir estudiando, y otra que regrese a un colegio privado como si nada, conviviendo en recreo y clases con otros niños. Y entiendo a los padres del Instituto D’Amicis que protestaron: nadie quiere que su hijo conviva en el recreo con alguien que ya quitó una vida. No es prejuicio, es instinto de protección.

También hay que mirar a los padres de Axel. Porque sí, hoy cargan con el delito de su hijo, y eso es una condena silenciosa que les durará toda la vida. Es obvio que quieran aferrarse a la esperanza de que pueda seguir estudiando y algún día rehacer su vida, pero también deben entender que ya nada será igual. No es discriminación, es consecuencia. Y por más que se diga, me parece reduccionista e injusto culparlos de ‘no haberlo educado bien’, como si un padre pudiera detectar o anular el instinto asesino en la crianza. Yo no me lo puedo imaginar. Y esa es la parte más triste: que en este punto no hay ganadores, solo familias rotas en ambos lados de la historia.

El comentario de Idamis, dicho en tono institucional, buscaba subrayar la obligación de garantizar derechos humanos, incluso para un menor que cometió un delito. Pero dicho así, sin matices, sonó como si estuviéramos obligados a mirar a Axel con compasión, olvidando que la verdadera víctima fue Natalia, que ya no tiene derechos qué reclamar. Y eso duele.

La verdad es que ambos derechos son reales y chocan entre sí: el derecho de Axel a educarse y el derecho de los demás padres a un ambiente seguro. Lo que no podemos hacer es fingir que este menor puede volver al mismo salón como si nada. Su educación debe darse en un espacio especializado, controlado, pensado para él y no para exponer al resto.

El gober y su lección de red flags