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¿Se quieren o se toleran? Alejandro y Pepe en tiempos de pre-pre campaña

Columna de opinión Adriana Colchado (@tamalito_rosa)

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Ayer, el gobernador Alejandro Armenta soltó una declaración que sonó a indirecta con nombre y apellido: dijo que algunos alcaldes deberían concentrarse en hacer mejor su trabajo antes de pensar en reelegirse. Y aunque en teoría la frase es impecable —porque claro que como ciudadanos queremos resultados antes de campañas adelantadas—, la ironía es evidente: Armenta ya impulsa a sus fichas rumbo al 2027. Ahí están José Luis García Parra, Artemisa García Chávez y Gaby “La Bonita” Sánchez, disfrutando de reflectores que el propio gobernador les acomoda en bandeja de plata. Entonces, ¿a quién iba dirigida la pedrada? Exacto: a los que no son de su grupo político.

Entre ellos está el recién destapado por voz propia Pepe Chedraui, alcalde de Puebla capital, quien si bien ha mostrado coordinación con Armenta en temas clave como seguridad, no pertenece a su círculo más íntimo. Pepe viene del grupo de Sergio Salomón, ese bloque de políticos que ocuparon presidencias municipales o cargos relevantes tras la muerte de Miguel Barbosa y que, aunque hoy juran lealtad al nuevo mandatario, no gozan de su confianza plena. Armenta los tolera, coopera con ellos, pero no los quiere como sucesores.

Esa declaración, aunque general, llevaba la dirección de la Casa Aguayo hasta el zócalo capitalino. Porque, aunque Pepe ha cedido espacios y permitido que el gobernador y sus cercanos brillen en espacios municipales, la cercanía que muestran no da para garantizarle continuidad. Pepe es empresario, pragmático, con estilo de gestor. Armenta es político de carrera, formado en la disciplina partidista, curtido en la grilla. No es que uno sea mejor que otro, simplemente son estilos distintos que difícilmente se entienden del todo.

¿Entonces qué sigue? Lo más probable es que Armenta busque que la alcaldía capitalina quede en manos de alguien de su total confianza. La afiliación de Pepe a Morena, después de meses de postergarlo, es la mejor prueba de que ya hubo negociación. No fue un capricho ni un trámite burocrático: fue símbolo. La lectura es clara: Pepe entendió que para sobrevivir en 2027 necesita un lugar en la mesa de Morena, aunque no necesariamente la silla de la capital.

Porque sí, Pepe sabe moverse. Podrá no ser el favorito del gobernador, pero es empresario y entiende de acuerdos, el cómo pactarlos y cómo hacer que se cumplan. Quizá no logre repetir en la alcaldía —que huele a estar reservada para una ficha de Armenta—, pero seguro buscará otra posición. Y si va por la alcaldía sabe que tendrá que enfrentarse al poder de veto que cree tener AA.

Pero si algo sabemos de política es que aquí nadie se va con las manos vacías… solo con las manos menos llenas.

Al final, Alejandro y Pepe son como esos primos incómodos en una boda familiar: sonríen en la foto, bailan juntos, se ponen al tanto de la vida del otro, pero en el fondo, ambos quisieran que el otro se vaya temprano.

Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.

Por Adriana Colchado (@Tamalito_Rosa)