Por Adriana Colchado @Tamalito_Rosa
Necesito volver a los orígenes de esta columna.
A ese espacio donde lo viral manda, donde el juicio colectivo se sirve con doble moral, y donde puedo alejar mis letras de lo político. Hoy no vengo a hablar de gobernadores que truenan dedos, ni de leyes mordaza. Hoy vengo a hablar de una mujer que fue ícono de la televisión mexicana, de la comedia, quien le dio vida a la Popis, la Chimoltrufia y Doña Florinda… pero que ahora es tratada como la nueva Karla Panini: Florinda Meza.
Desde el primer capítulo de la serie de Chespirito uno se sienta a verla con nostalgia. Porque sí, El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado marcaron a muchas generaciones en México y latinoamérica. Pero no nos hagamos tontos: lo que realmente nos tiene viendo la serie con los ojos abiertos como búho no es la carrera del comediante, sino el chisme: la historia de amor y traición entre Roberto Gómez Bolaños y Florinda Meza.
Y sí, lo admito: yo soy la primera que viendo “Sin querer queriendo” suelta un “mugre señora”. Lo hago con rabia, con indignación, con el nudo en la garganta por Graciela Fernández llorando en la playa mientras de fondo suena Frente a Frente (…solo quedan las ganas de llorar, al ver que nuestro amor se aleja…). Porque lo que hizo Florinda, al menos como lo muestra la serie —y como lo confirman muchas entrevistas reales—, no fue ético, ni empático, ni sororo. Esa declaración en la que dijo que los hijos de Chespirito eran “un defecto” y que habrían sido perfectos “si hubieran sido suyos”, me parece simplemente espantosa. Si decides estar con un hombre que ya tiene hijos, los aceptas, los honras o mejor ni te metas.
Peeero… —y aquí es donde se complica todo— ¿de verdad el odio que hoy recibe Florinda es proporcional? ¿Es justo que ella sea la nueva villana nacional mientras él —que también decidió, traicionó y mintió— queda como el genio incomprendido?
La serie, que confieso me tiene atrapada (ayer sí lloré con Graciela, ni modo), pone el foco en Roberto Gómez Bolaños como ídolo. Pero también como hombre. De esos que cuando se sienten “no escuchados” buscan consuelo… en otra cama. ¿Y quién estaba cerca? Florinda. Guapa, brillante, disponible. ¿Ella se metió? Sí.
¿Pero quién ya estaba casado, con hijos y con una historia que respetar?
Él.
¿Quién tenía que haber dicho “NO”?
Él.
O en todo caso, -a fin de no satanizar el divorcio- por qué no hizo las cosas a tiempo. ¿Por qué no terminar la relación que ya sentía fracturada antes de que otra entrara en escena?
Es más fácil llorar y sanar una verdad dolorosa, que una mentira. Porque aunque duela, se prefiere mil veces un “ya no te amo” a una traición silenciosa.Que compartas tu cama, tu vida, tus sueños con alguien que ya no está contigo, pero no te lo dice. La infidelidad no solo rompe el corazón: también quiebra el autoestima, pone en riesgo la salud, fractura la paz.
Pero el linchamiento contra Florinda no es casualidad. La serie está contada desde la pluma de los hijos. Se nota que es un homenaje a Graciela Fernández, la primera esposa. Y se vale. Fue la mujer que apostó por él cuando nadie creía en él. Que lo acompañó en el anonimato, que le creyó sus sueños. El problema es que para enaltecer a una, se destruye por completo a la otra.
Y sí, aceptémoslo: en México nos encantan las villanas. Y si son mujeres, mejor. Una mujer odiada por haberse metido “donde no debía”.
Ya sea por ambiciosa, por decidida, por incómoda… el odio se canaliza más fácil cuando tiene rostro femenino.
Pero, ¿y él qué?
Por supuesto hay voces que lo llaman “mal hombre”, pero su personaje está construido con matices, con humanidad. Se le justifica desde la “soledad”, las “dudas”, la “incomprensión”. Como si su genio creativo pudiera borrar cualquier falla personal.
El de Florinda no.
Su personaje es simple y llanamente una trepadora, una suripanta, una arribista.
No hay contexto, ni emociones, ni contradicciones. Solo seducción y destrucción.
Ah, y para tropicalizar el tema: ¿sabías que Puebla está en el top nacional de infieles?
Y no entiendo por qué. O sí. Como le pasó a Graciela, muchas veces las esposas no se involucran en el mundo de su pareja… y ellos, incapaces de respetar la individualidad de ella, prefieren culparla por no ser “más”. Por no ser “suficiente”.
Yo no justifico a Florinda. Pero no me puedo sumar al linchamiento sin antes preguntarme por qué nos cuesta tanto odiar a los hombres que traicionan y tan poco a las mujeres. Y sí, seguiré viendo la serie, llorando, haciendo corajes… pero también reflexionando:
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Por Adriana Colchado 🌸
@Tamalito_Rosa
Tenemos un gober que no sabe que es misógino: los gestos que restan