-No es Carla la que rompe el discurso… es el discurso el que nunca se adaptó a la realidad.-
¿Se acuerdan cuando la 4T era puro “somos del pueblo, vivimos como el pueblo, y gobernamos para el pueblo”? Cuando AMLO decía que traía $200 en la cartera y que la austeridad no era una medida, sino casi una religión. Lo veíamos en Tsuru, despeinado, con su traje de bastilla rebelde, y muchos decían: “Mira, él sí es como nosotros”. Claro, después se mudó a vivir en un palacio y el Tsuru digievolucionó en camioneta blindada, pero lo entendimos, ahora era presidente: amenazas, seguridad, protocolo… Lo importante era que no se veía paseando en España, cenando en restaurantes de lujo en Japón, ni brindando con champán francés.
Pero llegó 2024-2025 y, oh sorpresa, la 4T se fue quitando la chamarra del “pueblo” y dejando ver la blusa de seda. Este verano vimos a varios miembros de la 4T vacacionando a todo lujo. Andy López Beltrán, el hijo de AMLO, defendiendo su derecho a descansar “después de trabajar arduamente”, mientras el resto del país no puede ni ahorrar para un puente de tres días en un municipio de su mismo estado.
La lista de vacaciones de lujo y artículos de marca de funcionarios que se dicen “del pueblo” crece más que la inflación. No me hagan mencionar a “Dato Protegido” porque eso requiere un análisis aparte.
En Puebla, el nombre que ha dado de qué hablar últimamente es el de Carla López Malo, secretaria de Desarrollo Turístico. Fue en el portal digital e-consulta donde se publicó un reportaje sobre su lujoso estilo de vida. Y aquí quiero hacer una pausa: Carla no es un producto de la política que de pronto empezó a gastar como si no hubiera mañana. Ella nació en una familia con dinero, tuvo acceso a educación privada, idiomas, y un estilo de vida de lujo desde antes de tener si quiera edad para ostentar un cargo público. Los mocasines Chanel de $33,550, el cinturón Hermès de $25,600 y la pulsera Van Cleef & Arpels que vale más que un año de salario mínimo no los empezó a comprar ahora; forman parte de un estilo que siempre ha tenido.
Su sueldo oficial es de $52,672, pero la chica Malo nació en cuna de oro, así que puede darse esos lujos sin despeinarse. Y ojo: no es que no tenga derecho, al contrario. Todas soñamos con darnos un gustazo así; de hecho, creo que todas, en algún momento, hemos gastado más de lo que nuestro presupuesto nos permitía en algo que nos encantó… claro, siempre dentro de la “justa medianía”, como diría —con toda su brillantez— el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña.
¿Entonces por qué hablar de ella? Porque la incoherencia no es suya, sino del discurso que representa. La 4T vende la imagen de austeridad, pero sus cuadros, muchos de ellos, no encajan con esa idea. Y ahí está el verdadero problema: no que una mujer joven, preparada y con dinero propio se vista bien, sino que el gobierno que la nombra siga insistiendo en que todos son pueblo. Porque no, no lo son. No saben lo que es tener que subirse a un camión apestoso y peligroso para llegar al trabajo; no saben que es ganar un sueldo que se nos va en un 85% para pagar servicios y necesidades básicas y en u 15% en lujos como ir al cine una vez a la quincena.
Y como Carla hay muchos en Puebla. Que tienen, gastan, presumen y justifican. A decir verdad, la “austeridad” de mi cabecita de algodón, nunca la creí. Pero él al menos se esforzaba por aparentar. La 4T de ahora, no. Ni lo intenta, ni le importa. Con decir, yo ya tenía dinero, les basta.
Porque sí, la austeridad se nota… pero no en sus closets. Se nota en que ahora las obras públicas son más baratas, lo que suena bien hasta que ves que también son de menor calidad. Menos gasto no siempre significa menos corrupción; a veces significa menos concreto, menos duración y más remiendos. Baches tapados que duran lo que dos días de tormenta, banquetas que parecen hechas con resistol, alumbrados que fallan antes de la inauguración.
Tenemos entonces funcionarios que viajan en business class, usan marcas de diseñador, y al mismo tiempo, gobiernos que entregan obras que se sienten baratas y se ven baratas. Y eso es lo que la gente no perdona: que les digan que todo es austeridad mientras el resultado no mejora.
Armenta todavía hace el esfuerzo de verse pueblo —se baja a pintar banquetas, a podar jardines—, pero su gabinete no siempre acompaña ese mensaje. Y la incoherencia, más que la corrupción, es lo que desgasta. No es Carla la que rompe el discurso… es el discurso el que nunca se adaptó a la realidad.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Por Adriana Colchado (@Tamalito_Rosa)
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