Más resultados...

Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

El roce que nos enardeció…  

Por: Editor Moviendo Ideas

COMPARTE:

Facebook
X
WhatsApp

No sé si fue coincidencia o castigo, pero ahí estaba él, parado entre la gente, como si no fuera el epicentro de todas mis contradicciones. Había ruido, conversaciones cruzadas, luces cálidas, personas saludándose con esa alegría artificial de los encuentros públicos y aun así, cuando lo vi, todo lo demás se volvió nada… Su mirada me encontró como si hubiera estado esperándome. 

No podía acercarme, no ahí, no con tantas miradas, tantos oídos, tantas razones para fingir que no nos pasa nada y él tampoco dio un paso, pero la forma en que me observaba… eso sí fue un movimiento. Sus ojos recorrían mi cuerpo con una lentitud que nadie más notó, pero que me erizó la piel como si me tocara de verdad, ese es su problema: sabe cómo mirar, sabe cómo entrar en mí sin poner un solo dedo encima. 

Pasó frente a mí una mujer diciendo algo que no escuché, luego otro tipo chocó su copa con la mía, alguien más se rió demasiado fuerte, pero nada me movió de esa línea invisible que nos mantenía separados. Tony estaba a unos metros, camisa arremangada, cuello ligeramente abierto, ese gesto serio que sólo se suaviza cuando me ve… Y lo vi, lo vi mirando lo suficiente para que mi respiración se rompiera.  

Quise acercarme, Dios, cómo quise acercarme, pero había cámaras, celulares, curiosos, había mundo, un mundo entero interponiéndose entre nosotros dos. Entonces él hizo algo mínimo, casi imperceptible… se pasó la mano por la nuca, ese gesto que sólo hace cuando siente algo específico: Deseo o rabia… o ambas. Y yo lo sentí, lo sentí como si esa mano estuviera en mi cintura, di un paso hacia un costado, fingiendo buscar champagne y él dio un paso hacia el lado contrario, como si el aire se hubiera vuelto demasiado estrecho, pero mientras se movía, su mirada no se desprendió de la mía… Nunca. 

No hablamos, no nos rozamos, ni siquiera intercambiamos una sonrisa, pero en ese silencio cargado, en esa distancia obligada, se dijo todo. Todo lo que no podíamos permitirnos, todo lo que ardía bajo la ropa, todo lo que hubiera pasado si la sala hubiese estado vacía. Después alguien lo llamó por su nombre, Tony bajó la mirada sólo un segundo, respiró hondo y se giró para atenderlos, pero antes, volvió a mirarme, como si grabara la escena en su memoria para después, sentí esa última mirada como una promesa, como un reclamo a mi cuerpo, como un “pronto”. Nos perdimos entre la multitud pero el deseo ardió conmigo toda la noche.