La destrucción de un matrimonio panista

Por: Lolita

@LolitaMovi

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Ayer, mientras navegaba por las turbias aguas de Internet, me topé con un video tan escandaloso como malintencionado, protagonizado por un viejo conocido y una mujer que en su tiempo fue mi amiga y cómplice. Un video con el que un desalmado quiso destruir la reputación de un hombre de poder a costa de la dignidad de una mujer. Justo cuando pensaba en hablarle, casi como si mis pensamientos la hubieran invocado, mi teléfono sonó. No tenía el número registrado, pero sabía que era ella. Aunque nunca fuimos grandes amigas, ella me guardó el mismo secreto por el que ahora la linchan mediáticamente.

Contesté y me saludó como si nada. Platicamos un par de minutos para ponernos al tanto. Me contó que su marido la dejó hace años, que no le pasa pensión para la criatura y que ya tenía un nuevo ligue… Hubo un silencio y repitió “tenía” con un melancólico tiempo pasado. Hubo silencio y me animé a decir: “ya vi lo que está pasando“. Ella soltó en llanto.

– Todos mis conocidos me reconocieron en ese video- lamentó

Ella trabaja como guardia de seguridad en ciertas oficinas partidistas. Es muy trabajadora y si es necesario, se chuta los turnos nocturnos. Mil veces se quedó hasta que todos los señores de traje se fueran, mil veces llegó temprano y mil veces se quedó a velar. Todos la conocen y casi todos la quieren. Recibió mucho apoyo cuando se separó. De repente, cierto secretario la vio tan triste que la consoló.

– “Sé que hice mal, pero no le pude decir que no”, me repetía.

Yo solo le contestaba que no era nadie para juzgarla, pues recordará que justo así nos conocimos.

-Yo también destruí un matrimonio panista – admití

Yo no estaba afiliada al partido, pero sí a quien en esos tiempos era dirigente. Tantas veces me vio llegar con él de la mano a horas donde ya no había nada que hacer, tantas veces esperó horas a que saliéramos del despacho y tantas veces me sonrió sinceramente cuando salía con mi dignidad revolcada, tanto tiempo que guardó silencio por alguien a quien no debía tenerle lealtad. Un par de veces que llegué por mi cuenta al punto de reunión le ofrecí un aventón a su casa cuando fue hora de partir y de ahí nació nuestra pequeña amistad. Jamás me preguntó nada. Cuando conversamos, siempre fue de mil y un temas diferentes. Hasta hoy me preguntó por el señor.

“Tengo mucho miedo de perder mi trabajo. Si aún hablas con él”, me dijo, “intercede por mí”. Y es que ese hombre que tantas veces arrancó mi ropa sobre su escritorio, a pesar de no tener cargo activo en el partido, es un hombre de poder, un peso pesado, uno de esos consejeros que morirán ahí. Para su decepción, le tuve que admitir que no solo no hablo con él, sino que le huyo, pues nuestro último encuentro me hizo ver que no soy una persona grata para él y estoy segura de que muchas de las desgracias “anónimas” que me han sucedido, llevan su firma.

-No te puedo ayudar con eso- le dije, “pero sí con un consejo, uno que me repito a mí misma desde esos tiempos: no te comportes como víctima, no lo eres. Hoy tienes la mejor moneda de cambio para negociar: la información”.