Es un juego de niños grandes y de amantes fugaces, aunque nunca se lo digo para no inflar su maldito ego: le pertenezco totalmente.
Por @LolitaMovi
Hace 7 años me hice de un amante.
Obvio, mayor que yo.
Feo pero atractivo.
Es un hombre que siempre está dentro del circulo rojo, ese en el que solo se mueven los hombres de poder.
Hemos terminado varias ocasiones, pero siempre termino regresando a él.
Es mi pecado favorito, mi pase directo al infierno y me gusta pecar a su lado; alcanza con que me llame para que yo acuda, para que yo asista a satisfacerlo, siendo este el secreto más intenso de mi vida.
Aunque he tratado de evitarlo muchas veces, no puedo, solo basta que se me acerque, sentir su respiración en mi cuello y su dedo índice transitar la curva de mi espalda para que yo pierda mi cabeza.
Con él vivo y hago lo que, con nadie, no hay culpas ni arrepentimientos; Yo lo beso, lo hago mío, él bebe de mí y lo hace como si no lo fuere a ver jamás, como si fuera ese el último momento que me explora con sus labios.
Es un juego de niños grandes y de amantes fugaces, aunque nunca se lo digo para no inflar su maldito ego: le pertenezco totalmente.
Hace unas semanas puse un alto a este juego, pensé que seria definitivo, pero con él soy una mala jugadora; su voz, su aroma, su presencia… llevan a la basura mi estrategia de terminar con él.
Me resulta difícil salir de su vida.
Me resulta difícil vestirme cuando terminamos cansados en su cama.
Me resulta difícil despedirme de él.
Me resulta difícil necesitarlo, pero me resulta más difícil pensar que llegara el día en que mis ojos no lo verán nunca más.
