El odio es ese sentimiento negativo que persigue un deseo de mal para otra u otras personas a las que se les tiene antipatía o aversión, y que se puede traducir en rencores reprimidos, insultos, o incluso en agresiones físicas.
Lo traigo a cuento porque la semana pasada escuché el discurso que pronunciara el ex Presidente de Uruguay, el popular Pepe Mújica, con motivo de su renuncia definitiva como Senador de la República Oriental, del partido Frente Amplio.
En esa ocasión sostuvo ante los Senadores: “en mi jardín, hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas”.
El odio destruye cuando se cultiva y se motiva. Por eso resulta sorprendente que el odio se esté implantando en nuestro país porque todos los días hay alguien que desde temprano descalifica, desconoce y se burla de quienes no coinciden con él, o con sus políticas públicas.
Por ejemplo, creo que la exigencia de disculpas y reivindicación de los pueblos originarios al Papa, al Reino de España y al Estado, es despertar el odio dormido contra todo lo que huela a España por parte de un sector de la población en México, desacreditando comentarios inteligentes y a personas conocedoras y pensantes.
El recurrente discurso de culpar al pasado de todas las desgracias presentes, lo único que genera es desconocimiento y rechazo a lo que se había avanzado, es decir, odio hacia el pasado.
Los linchamientos de los que nos hemos enterado en diversos municipios en Puebla, evidencian las faltas en la seguridad pública, pero también demuestran que existe un sentimiento de revancha y de desquite, frente a la impotencia que los ciudadanos tienen por esa falta de respuesta de las instituciones encargadas de la seguridad pública y de la impartición de la justicia.
La violencia puede ser la consecuencia del odio en una sociedad polarizada, por eso parece muy peligroso el juego que se está jugando en nuestro país desde el poder, escudándose en la popularidad del Presidente.
Roy Campos sostiene que López Obrador es el Presidente que más ha polarizado, aunque su aprobación no está ligada a sus resultados, está anclada a la personalidad, a su historia y a la narrativa de su lucha contra el poder corrupto del pasado.
Sostengo que el Presidente debería preocuparse más por diseñar una estrategia para combatir la inseguridad; una estrategia para impulsar el desarrollo económico y una estrategia integral diferente para el control de la pandemia. En una palabra, que utilice la política para buscar el acercamiento entre los mexicanos y no el odio entre los mismos.
Por mi parte sigo a Pepe Mújica, en mi jardín yo no cultivo el odio y yo no odio a nadie, porque no quiero estupidizarme, y creo que la política es una actividad humana, noble y superior que nos permite buscar la felicidad y evitar el dolor evitable.
Ojalá lo entienda el Presidente.