‘El odio se le miraba hasta por los ojos, jefecito, se lo juro por está’ Me decía el Aladino, mesero de un restaurante Libanes en Puebla.
Un día cualquiera del mes de septiembre, el Aladino atendía la mesa principal del lugar.
Ahí estaban Don N, dos empresarios, el diputado cromadas y el equipo que suele acompañar al Don a sus comidas.
En otra mesa estaba ‘El Cacaro Islas’ con una mujer madura y caderona.
La mujer le dijo al Cacaro: ‘Ya viste quien está ahí, se discreto y voltea a las 4 del reloj’
La cabeza del Cacaro giró sin discreción y volteo a las 6 del reloj.
El jocoque se le atragantó y pensó en salir corriendo.
‘Tranquilo, mejor ve y salúdalo’ le dijo la mujer.
‘Ni madres, me va a mandar ALV, no lo apoyé en campaña’ –musitó El Cacaro.
La mujer insistió.
El Cacaro se puso de pie.
Se fajó el pantalón.
Y se tocó su pequeño cuello.
En su enorme cabeza pensó: Voy, total toda idea, al fin y al cabo, siempre es demencial, peor aún si se trata de tocarle los huevos al Don.
Cuando el Don lo vio frente a él su rostro se desfiguro ‘El odio se le miraba hasta por los ojos, jefecito, se lo juro por está’ Me contaba Aladino
‘Eres un HDLCH, un traidor, como te atreves a molestar mi tranquilidad con tu presencia’ Gritó el Don al tiempo que se ponía de pie.
El Cacaro dio un par de pasos atrás e intento retirarse pero el equipo de Don N lo había rodeado ya.
Don N más que colérico trató de sujetarlo de su minúsculo cuello.
Pero el destino hizo su trabajo y resbaló.
‘Lo que vino fue el apocalipsis, jefecito’ Me decía el Aladino, sorprendido.
El Pobre Cacaro recibió un par de golpes en las costillas que lo doblaron.
El Don le grito: Te voy a partir la madre, me acabas de empujar y te va a cargar la Chingada.
El Cacaro fue echado del lugar con la madura y caderona mujer.
Hasta aquí la historia del Aladino.
Trate de buscar al Cacaro y solo me dijo: Cuando estás a solas con la muerte, no necesitas a nadie más.
Días después el Cacaro fue detenido por una denuncia de su ex mujer que lo acusó por ser mala leche y mal padre.
BREVES
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Columna ficción