Los estafadores de Tinder ‘Poblanos’

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He conocido en Puebla varias mujeres que han sido víctimas de estafadores que operan con similitud a Simon Leviev. El ahora apodado como el ‘estafador de Tinder’ cuya historia se volvió famosa a nivel mundial gracias al documental de Netflix titulado ‘The Tinder Swindler’, donde varias víctimas de Simon relataron cómo fue que este sujeto las dejó con deudas de miles de dólares.

Las mujeres poblanas deslumbradas por el poder que da el dinero han caído como abejas ante la miel y hoy deben algunos millones de pesos.

Algunas endeudaron a sus familiares.

Otras recurrieron a la justicia,  sin éxito y es que no había delito que perseguir.

Unas mandan mensajes velados a través de sus redes sociales.

Hay quienes lloran su desgracia todas las noches en silencio.

 

Liz era una chica que se sentía hecha a mano.

Nadie la merecía.

Miraba a todos por debajo del hombro y su cercanía con el poder en los tiempos del PRECIOSO la hacían sentir inalcanzable.

Un mal día se topó con Ger. Un abogado que brillaba como el oro.

Ger vio en ella que sus mejores curvas estaban en los ceros de su cuenta bancaria y en la de sus familiares.

Ella vio en él al hombre: Joven, poderoso y rico. Sin dudarlo lo espió por todas sus redes.

Es perfecto –pensó-

Eran el uno para el otro.

No fue  difícil enamorarla: Flores, mariachis, joyas.

No hay mujer que pueda resistirlo

Como parte de la estrategia Ger se ausentó.

Dejo de verla y responder llamadas.

En los pocos mensajes que contestó decía que atravesaba una depresión por la falta de pago de unos clientes que el había financiado.

Argumentaba que las cantidades eran millonarias.

Hasta que un día ella dijo: Yo te presto.

Cuando Ger escuchó eso su ser entró en un éxtasis.

Al principio se negó y después de un drama, Ger sellaba la oferta con un: Te voy a pagar pronto, te firmaré los pagarés necesarios.

Liz vendió algunas cosas, sacó sus ahorros del banco y le pidió a su padre un poco de dinero para completar.

Lo que vino después fue la huida.

Una huida en donde Ger tendría que ser la víctima y Liz: la villana.

Palabras más, palabras menos: Ger desapareció y Liz sigue esperando a su príncipe azul.

 

Otra historia es la de la Señorita Pestaña.

Una mujer que en sus años mozos detenía el tráfico por esas generosas nalgas que Dios le dio y cuidaba con el ejercicio.

Su talento natural la llevó a ocupar posiciones importantes.

El dinero le comenzó a llegar.

Se casó y su marido le engordó sus cuentas bancarias.

Luego se divorció por estar mal atendida.

Alcanzó su clímax el sexenio anterior.

Sus cuentas bancarias siguieron a la alza.

La soledad le pedía compañía.

No es sencillo tener un cuerpo delicioso y abandonado.

En un evento conoció a Mario, un empresario metido a la política.

No mal parecido el tipo.

Sus redes sociales están llenas de autos de lujo y de fotos echando trago con altos personajes.

Un encantador de mujeres: bohemio y dicharachero.

La relación comenzó discreta.

Hábilmente filtró a la prensa que Pestaña era suya.

Pestaña lo platicó a su círculo más íntimo.

Luego vinó la estafa.

El estrés de Mario por que los pagos no llegaban fue parte de la estrategia.

Mario fingió llamadas en donde con altavoz encendido le decían que sus pagos estaban por salir: ‘ten paciencia’

Las llamadas fingidas eran con empresarios, senadores, gobernadores y alcaldes. Hombres de poder, pues.

Una tarde después de comer y beber en Polanco, Mario le dijo: Mi Reyna, necesito me consigas un préstamo, el fin de mes tan pronto me depositen yo lo pago con intereses; pero no puedo dejar de pagar los gastos de las empresas: empleados, luz, internet, bla bla bla.

Las botellas de vino acompañaban las langostas.

Los puros le daban un sabor sin igual ala ambiente.

¿Cuánto necesitas? Dijo Pestaña.

Él alzó sus dos manos haciendo el número 10.

Tengo 5 mi amor. Te los presto si me das un beso.

Te hago el amor mi cielo, pero consígueme dos más para que pueda salir de mis problemas.

Un beso selló el acuerdo.

Mario pidió la cuenta y ella dijo: permíteme pagar, la otra tú lo haras.

Pagaron y se fueron a un departamento en la Col Roma a concluir la forma de pago.

Mario se alejó de ella.

Ella le manda mensajes para pedirle que le pague.

Y es dejada en visto.

Mario sigue dándose la buena vida, mientras Pestaña come sopes en los mercados.

 

No son las únicas mujeres que han sido estafadas.

Las poblanas en su soberbia son ingenuas y se han quedado con el corazón roto y deudas millonarias que apenas y pueden pagar.

Algunas ya no quieren que les devuelvan el dinero, quieren que les devuelvan el corazón.

 

Mi cuenta en tuiter: @soprano_tonny

Columna ficción.