“Abrazos, no balazos”. Parece que Eduardo Rivera, es fiel seguidor de la estrategia de seguridad del presidente AMLO.
Quizás su secretaria de seguridad publica no le ha dicho cómo han evolucionado las bandas de delincuentes.
El alcalde puede todas las mañanas gastar su tiempo disfrazándose de lo que se le ocurra: de bolerito, alfarero, naranjita u lo que sea. Invitar a todos los diputados de su partido y regidores a dar banderazos iniciales a la pavimentación de una calle, pero debe de cambiar de estrategia en materia de seguridad pública. No puede continuar así, no se pude ni debe justificar lo que es un fracaso. Hacerlo: es penoso.
La escena en el centro de vacunación infantil en donde los padres se tiraron al suelo para proteger a sus hijos y donde algunas madres corrieron para buscar refugio, no deben ignorarse.
El hecho pudo convertirse en una tragedia.
La seguridad no es un asunto de discursos.
Al menos no en esta ciudad, que ha soportado tanta podredumbre e impunidad, así como cuerpos desmembrados, y mujeres desaparecidas.
La salida no será culpar al gobierno que ya se fue.
La salida será devolver la esperanza a la gente que siente amenazada su vida y la de sus familias.
Las preguntas brotan:
¿Por qué ha crecido tanto el poder del crimen en la ciudad? ¿Por qué operan como un segundo poder tan fuerte o más que el del Estado?
Estamos jodidos, lo de hoy muestra que vivimos indefensos, vivimos: valiendo madre.
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