Naica: El increíble hallazgo de los gigantescos cristales ocultos en las profundidades de Chihuahua
En el corazón de la tierra, a cientos de metros bajo la superficie de Chihuahua, México, se oculta una maravilla geológica que desafía la imaginación: los gigantescos cristales de Naica, considerados los más grandes del mundo.
Este asombroso hallazgo ocurrió en la mina de Naica, una zona minera conocida desde el siglo XVIII, cuando en 1794 los señores Alejo Hernández, Vicente Ruiz y Pedro Ramos de Verea descubrieron una veta de mineral al pie de una pequeña serranía al sur de la actual Ciudad de Chihuahua.
El primer asombro: La Cueva de las Espadas
La primera señal de la grandeza subterránea de Naica llegó en 1910, cuando durante los trabajos de explotación minera, los mineros descubrieron la llamada Cueva de las Espadas, ubicada a 120 metros de profundidad. Este espacio, de aproximadamente 70 a 80 metros de largo, sorprendió por su belleza: techos, paredes y suelo estaban cubiertos por cristales de selenita de más de un metro de longitud, cuyo aspecto alargado y puntiagudo les dio el nombre.
La Cueva de las Espadas pronto se convirtió en un punto de interés para científicos y espeleólogos, quienes acudieron atraídos por el fenómeno geológico que ofrecía este rincón del subsuelo mexicano.
El hallazgo del siglo: La Cueva de los Cristales
Pero el mayor descubrimiento estaba aún por llegar. En abril del año 2000, durante las labores de perforación a 300 metros de profundidad, los hermanos Eloy y Francisco Javier Delgado encontraron, por accidente, una pequeña grieta que daría paso a un nuevo capítulo en la historia de la espeleología.
Al ampliar el boquete, Francisco Javier fue el primero en ingresar. Lo que encontró fue asombroso: una cámara de unos 8 metros de diámetro repleta de cristales gigantes de selenita. A diferencia de los que ya se conocían en la Cueva de las Espadas, estos nuevos cristales alcanzaban entre cinco y siete metros de longitud, con diámetros cercanos a los dos metros.
Poco después, una segunda cavidad aún mayor fue descubierta, deslumbrando a los mineros por la magnitud y perfección de sus formaciones. Debido a las condiciones extremas —con temperaturas cercanas a los 60°C y una humedad del 100%—, la exploración fue breve y complicada.
Una formación única en la Tierra
La singularidad de estos cristales gigantes de Naica radica en las condiciones geológicas que permitieron su crecimiento durante miles de años. La cueva, sin acceso natural, permaneció aislada, protegida de corrientes de aire o cambios bruscos en temperatura.
El calor del cuerpo magmático bajo la mina y la circulación de aguas ricas en minerales como el sulfato de calcio fueron esenciales. Un ligero cambio en la presión interior permitió que las sales disueltas comenzaran a cristalizar, creando estas impresionantes estructuras que hoy asombran al mundo.
Un tesoro natural bajo resguardo
Consciente del valor científico y natural de la Cueva de los Cristales, el equipo de ingenieros de Naica, liderado por Roberto González, decidió desviar el avance de los túneles y sellar la entrada con ladrillos y una puerta de acero para evitar saqueos y proteger el lugar.
Hoy, el acceso a este santuario subterráneo es limitado y altamente controlado. Las condiciones extremas impiden visitas turísticas abiertas, pero el legado de Naica sigue fascinando a geólogos, científicos y amantes de la naturaleza.
Naica no solo representa un prodigio de la mineralogía mexicana, sino también un recordatorio de que la Tierra guarda secretos extraordinarios, esperando a ser descubiertos en sus profundidades.
Fuente: México Desconocido