El adiós.

Por: Admin

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Quizá era culpa del tabaco que nublaba mi vista o mi pensamiento, pero no tu recuerdo incluso la maldita ginebra me engaño y con su ayuda parecía que tus besos seguían latentes y tibios en mis labios.

Eran las 3:15 de la madrugada parecía que aquel reloj crucificado en la pared pedía que lo recordara cada media hora. Hacía ya una semana que a la soledad le gusta visitarme por las noches, hacerle compañía al insomnio era una combinación perfecta, y los tres, soledad, insomnio y un miserable convivíamos respetuosamente.

Parecía que mi abstinencia había fracaso, hoy te recordaba de nueva cuenta, todo mi trabajo mi esfuerzo y mi rabia se esfumaban como las esperanzas de aquel último adiós.