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Fátima Bosch: La Miss que desfiló sobre el ego patriarcal

Por: Editor Moviendo Ideas

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Cuando la pasarela se vuelve trinchera y la elegancia, un acto político

En el universo de los certámenes, las coronas pesan menos que los egos que intentan controlarlas. Fátima Bosch, Miss México 2025, lo aprendió en carne propia cuando un organizador tailandés decidió humillarla públicamente por no ser lo suficientemente “promocional” en redes. La llamó tonta, la mandó sacar del recinto. Pero no contaba con algo: Bosch no estaba ahí para vender postales turísticas, sino para representar un país que —a diferencia de él— no se arrodilla ante el mal gusto ni el machismo con smoking.

La escena fue un desfile del patriarcado con lentejuelas. Un hombre al centro, una mujer al micrófono, y una audiencia que olvidó que la belleza también puede tener voz. Sin embargo, Bosch hizo lo impensable: habló. Y al hacerlo, rompió el guion que las reinas de belleza suelen repetir con sonrisa congelada y frases que huelen a diplomacia

Desde el punto de vista del fashion marketing, el momento fue oro puro: su vestido se transformó en símbolo, su gesto en marca, su silencio en discurso. Porque cuando una mujer sostiene su dignidad frente a una estructura que la quiere sumisa, su imagen deja de ser estética y se vuelve estrategia.

El branding nacional no se construye con slogans, sino con gestos que viajan más rápido que un hashtag. Bosch, con ese solo momento, logró lo que ni las campañas institucionales ni los embajadores de turismo: proyectar a México como un país donde la elegancia no significa obediencia.

Las redes se incendiaron, las mujeres aplaudieron, y hasta la presidenta intervino. Y es que en un mundo donde los hombres creen que pueden seguir corrigiendo a las mujeres en público, la respuesta más disruptiva fue una mirada firme y un “no me vas a callar”.

La pasarela, ese espacio diseñado para desfilar sin voz, se convirtió en trinchera política. Y aunque los titulares hablen de un “escándalo”, en realidad fue un recordatorio: el verdadero glamour no está en las coronas ni en los vestidos, sino en la coherencia con la que una mujer sostiene su dignidad frente a los focos.