Cuando el periódico está en el centro del huracán por el ‘caso Epstein’, la respuesta de su empresa ha sido asegurar que confía plenamente en “el rigor y la precisión” de sus periodistas.
Como CEO de Dow Jones, el grupo editor de The Wall Street Journal, Almar Latour dirige una de las plataformas de información más influyentes del planeta y ahora mismo está en el ojo de ese tipo de huracanes que amenazan con arrasar con todo. Tras la publicación de una carta entre Donald Trump y el pederasta Jeffrey Epstein, el presidente estadounidense les ha demandado. La respuesta oficial de Dow Jones, que a su vez hace parte del conglomerado mediático de Rupert Murdoch, ha sido asegurar que tienen plena confianza en “el rigor y la precisión” de sus informes y afirmar que va a defenderse enérgicamente contra cualquier demanda. Ante todo, la estrategia de Latour es la misma: no perder la compostura. Periodista de formación, Latour (Welten, 54 años) no nació en suelo americano, pero lo entiende mejor que muchos nativos. Hoy, ese joven que dejó Holanda sigue siendo como John Wayne en El hombre tranquilo: “Con calma” es su respuesta, no solo a las preguntas, sino a los momentos más difíciles de su carrera.
Latour se unió al Journal en 1995 como asistente de redacción en Washington, pasando luego por las redacciones de Londres y Nueva York. En 2007 lideró el primer equipo de tecnología y transformación digital del periódico hacia un modelo de suscripción online. Y el 21 de julio de 2020, más de 280 redactores del diario le enviaron una carta por la “falta de verificación de hechos y transparencia” en la sección de opinión, en protesta por haber incluido datos que contradecían el trabajo de la redacción. Ese episodio sacudió al periódico como nunca. Latour, y su calma, convirtieron aquel momento crítico en un punto de inflexión en el que se implementaron acciones internas que diferenciaran claramente las noticias y las opiniones.
En su despacho, como un trofeo, una pila de ejemplares junto a la ventana. Son los diarios publicados durante los 491 días que el periodista Evan Gershkovich fue secuestrado por los rusos mientras cubría la guerra de Ucrania. Aunque ha pasado un año, se le sigue entrecortando la voz cuando recuerda el momento en que fue liberado. Hoy, The Wall Street Journal, con más de 4 millones de suscripciones, convive con todos los retos e incertidumbres con los que pelea el periodismo en todo el mundo. Esta entrevista, que fue realizada antes de que Trump demandara al Journal, es una pausa en medio del vértigo diario y una conversación con un hombre humilde y tranquilo que no quiere desvelar su titular más deseado y prefiere decir que hay vida en Marte.
Pregunta. ¿Qué queda dentro de usted de aquel joven que dejó Holanda por Estados Unidos?
Respuesta. Welton es un pueblito, con una iglesia en la calle principal y mucho verde, y sigue muy presente en mi corazón. Nunca, realmente, me ha dejado. Es parte fundamental de mí. Creo que muchas de las pasiones que tuve allí, desde muy joven, influyen en cómo soy hoy. Mi madre me compró una suscripción a dos periódicos: uno local y otro nacional, y recuerdo devorar las noticias. Esa pasión sigue viva. Siempre he tenido la mirada puesta en el mundo. Mi madre nació en Indonesia, mi abuelo vivió en Estados Unidos, y eso sigue siendo una parte muy importante de mí. También fui ese niño que tuvo el primer ordenador de todo el vecindario. Me encantaba la tecnología, y aún me apasiona. Así que las grandes constantes de la vida, creo que siguen ahí. Aquel niño seguramente aún me reconocería. Creo que nos llevaríamos muy bien.
P. ¿Y cómo reaccionaron sus padres al dejar Europa?
R. Hablaba de EE UU desde muy pequeño. Incluso en primaria, escribí trabajos sobre Lincoln, Disney… mi obsesión no fue una sorpresa para ellos. Desde muy temprano dije: “Quiero hacer esto”. No fue algo planeado. Ni siquiera fue una decisión consciente a largo plazo. Las cosas se fueron dando. Creo que lo único que dejé atrás al salir de mi querida Holanda fue una vida previsible.
P. ¿Aún se siente un inmigrante?
R. He vivido en tantos países que sé lo que significa no ser de un lugar. Es una sensación muy particular. Me he sentido huésped, y eso requiere mucha humildad: hacia el idioma, la cultura y a no tener una red de apoyo.
P. ¿Recuerda sentirse vulnerable?
R. ¡Claro! Tomé una de las decisiones más importantes apenas llegué a EE UU. Vine por un año sabático y al bajar del autobús me dijeron: “Allí está la residencia de estudiantes internacionales, y aquí la de los estadounidenses. Tú vas a la internacional”. Y pensé que claramente no iba a quedarme en la residencia internacional. Vine a EE UU para ser estadounidense. Eso significaba estar rodeado de personas que hablaban rápido, con un vocabulario muy distinto. Tuve que ponerme al día. En Holanda me encantaba escribir, me sentía sofisticado. De repente, quedé reducido a alguien que necesitaba ayuda para explicar lo más básico. Fue una escuela de aprendizaje increíble. Y después de ese año, sentí que podía funcionar plenamente en inglés. Eso me abrió un mundo completamente nuevo. Y me hizo ser humilde. Eso es clave como periodista, empresario o político: hacer preguntas hasta tener respuestas, y reconocer cuándo aún no estás listo y seguir avanzando. De esa manera de ser, sigo sacando mucha energía para el día a día.
P. ¿Sigue siendo periodista o CEO?
R. Mi cargo oficial es el que es, lo cual va más allá del periodismo, pero sigue siendo vital manejar al mismo tiempo la información veraz y datos verificados. Describo mi trabajo como “hacer periodismo con otros medios”. Me concentro en cómo hacer que el periodismo del grupo sea sostenible. Me involucro en las decisiones éticas importantes, en las inversiones, en la elección de editores. Todos los días paso horas consumiendo noticias. La curiosidad y la esencia de ser periodista aún me hace mejor líder empresarial.
P. ¿Cómo gestiona el equilibrio entre el poder corporativo y el trabajo (y preocupaciones) del periodista más joven del Journal?
R. Camino por la redacción. Hablo con todos, especialmente con los nuevos. Siempre les digo: en una semana, dime qué te parece absurdo y qué te inspira de la empresa. Yo empecé como becario, y me dedicaba a repartir el correo. Todavía tengo relación con gente de aquella época. Ahí conoces a las personas, su carácter, quién es amable y quién no.
P. Las cifras de negocio de Dow Jones son abrumadoras.
R. Dow Jones logró en los últimos ingresos trimestrales 575 millones de dólares, impulsados por un aumento en los ingresos por circulación y un crecimiento en el negocio de información profesional, con un incremento del 11% en la unidad de Riesgo y Cumplimiento y del 10% en Dow Jones Energy. Durante el último trimestre, los productos para consumidores superaron los 6 millones de suscripciones.
P. ¿Qué llamadas telefónicas son más difíciles de gestionar: las referentes a lo que se publica en el Journal o las del negocio de Dow Jones?
R. Por naturaleza soy un hombre que mantiene la calma. En estos tiempos, es muy fácil sucumbir a la histeria. Intento ser pragmático ante las situaciones complicadas y tenemos protocolos muy claros para saber cómo afrontarlas.
P. ¿Cómo maneja su relación con los presidentes de Estados Unidos, el anterior y el actual?
R. En una era en la que claramente el discurso político ha cambiado (aquí y en el resto del mundo), me aseguro de que mantengamos la cabeza fría, la imparcialidad y nos enfoquemos en los hechos.
P. ¿Qué fue lo más duro durante el año que Evan Gershkovich fue detenido en Rusia?
R. Ver a sus padres fue horrible. Como padre, sentí su dolor. Eso me dio energía para liderar la campaña por su liberación. También me recordó a mi colega Daniel Pearl, secuestrado y asesinado a manos de extremistas islámicos en Karachi, Pakistán, en 2002. Estaba investigando vínculos entre terroristas cuando fue capturado. Su muerte fue filmada y utilizada como propaganda. Yo lo conocía. Así que cuando, en 2023, Evan fue detenido por el régimen ruso, supe que podía acabar mal. Pero me mantuve sereno. Siempre intento dividir el gran problema en partes pequeñas y asignar equipos a cada una. Durante ese tiempo, casi no pensé en nada más.
P. ¿Y cómo mantuvo la atención pública (y política) en el caso de Gershkovich para que no cayera en el olvido?
R. Decidimos ser ruidosos. Esto no era solo un problema de Evan o del Journal, sino del periodismo mundial. Cuando las autoridades rusas publicaron un comunicado con todos los detalles, ya no tuvimos la opción de ser discretos. Había que defender los principios. Incluso hoy seguimos peleando por la libertad de prensa. Es parte de nuestra institución más que nunca.
P. ¿Cuándo supo que Gershkovich iba a ser liberado?
R. Finalmente, fue liberado el 1 de agosto de 2024 durante un intercambio de prisioneros entre EE UU y Rusia, en el aeropuerto de Ankara, Turquía. Semanas antes de que le dejaran libre, supimos que las negociaciones eran serias y nos pidieron desde el gobierno ser más silenciosos. No lo creí del todo, porque seguía pensando que todo podía torcerse de repente. Recuerdo estar desayunando con sus padres en Washington antes de ir a la Casa Blanca. Estaban alegres, pero aún incrédulos. Luego los llevamos en un coche, los dejamos en la Casa Blanca y allí hablaron con Evan por teléfono una vez que ya había sido liberado. Fue uno de los momentos más felices de mi vida. Más tarde, en la pista del aeropuerto, tras abrazar a su madre y familia, Evan vino hacia mí y me dijo: “¡Ah, tú eres Almar! Mi madre me escribió mucho sobre ti”. Nunca habíamos hablado antes en persona, pero no necesité que me dijera nada más.
P. ¿Qué le quita el sueño hoy?
R. Sin duda, la inteligencia artificial. La forma en que buscamos información ya está cambiando: del buscador al chat. Esto va a cambiar el ecosistema informativo, los modelos de negocio, la publicidad, las suscripciones … Todo. Ya hemos visto noticias falsas creadas por inteligencia artificial imitando artículos del Journal, hechas por simpatizantes rusos, editadas perfectamente como si fueran nuestras. Necesitamos de manera urgente combinar la información veraz con nuevas formas de presentarla. Es en lo que estoy ahora centrado: nuevos modelos eficaces y fiables. Ahí está la clave. Creo que el periodismo podría vivir un renacimiento si hacemos esto bien.
P. ¿Teme que la tecnología reemplace a los periodistas?
R. No es una elección entre humanos y tecnología. Debemos invertir en habilidades humanas, redirigirlas si es necesario, y usar la tecnología como herramienta. La mejor información surge cuando la tecnología, los datos y el reportero se combinan. Eso lo llamamos “inteligencia auténtica”: el humano guía, la tecnología apoya. Sin duda estamos viviendo un momento geopolítico apasionante pero peligroso, aunque estratégicamente, soy optimista. Lo que hemos aprendido es que cuanto más inviertes en periodismo y periodistas de calidad y acceso a la última tecnología, más éxitos cosechamos.
P. ¿Por qué no escribe más artículos?
R. Escribí uno hace poco titulado “Brand America Never Goes Out of Style” intentando contar que, aún frente a los desafíos internos o externos, el “sueño americano” sigue vivo: una promesa de oportunidades, de hacer realidad lo imposible y sobre todo de reinventarse justo cuando menos se espera. Pero si te soy sincero, al principio, dejé de escribir al pasar a la gestión para no competir con mis colegas. Nunca he sido muy fan de los jefes que quieren lucirse y competir con sus propios redactores.
P. ¿Por eso no postea en X?
R. Básicamente. No debo meterme en política y trato de evitar esas idas y venidas de opiniones de hoy en día. No aporto nada. Quién sabe lo que pasará en el futuro.
P. ¿Qué titular le gustaría ver en el Journal antes de morir?
R. Es una pregunta trampa… Que hay vida en Marte.
Vía El País