Una parte de la Iglesia católica en Sicilia ha impuesto una prohibición de tres años en una tradición que, dice, solo ha servido para estrechar los lazos familiares, y del crimen también.
CATANIA, Italia — La madre había preparado todo para el bautismo. Vistió a su bebé, Antonio, con un traje de etiqueta satinado hecho a mano y un sombrero de copa a juego, color crema con diamantes de imitación. Contrató a los fotógrafos y le compró al pequeño una cruz de oro. También reservó un gran bufete en el Copacabana para el almuerzo de todo el clan.
Pero cuando el sacerdote de la parroquia de la ciudad siciliana de Catania llevó a cabo la liturgia habitual, convocó a la familia a renunciar a Satanás y, con una bandeja, vertió agua bendita en la inquieta cabeza del bebé, hizo falta una parte esencial del ritual.
No había padrino.
“Esto no está bien”, comentó Agata Peri, de 68 años, la bisabuela del pequeño Antonio. “Desde luego que yo no tomé esta decisión”.
Fue la Iglesia. Ese fin de semana de octubre, la diócesis de Catania decretó una prohibición de tres años sobre la antigua tradición de designar padrinos en los bautizos y confirmaciones. Las autoridades de la Iglesia sostienen que una figura que solía ser fundamental en la educación católica de un niño ha perdido todo su significado espiritual. Afirman que, más bien, se ha vuelto una oportunidad para que las familias que buscan aumentar su fortuna aseguren obsequios de cadenas de oro y, en ocasiones, establezcan relaciones favorables con influyentes agentes de poder locales que tienen docenas de ahijados
Las autoridades de la Iglesia afirman que el apadrinamiento se convirtió en una costumbre laica entre familiares o vecinos, muchos de ellos, no muy religiosos o que viven en pecado, y ahora es solo una manera de reforzar los lazos familiares.
Y en ocasiones también los lazos con la mafia.
Los fiscales italianos han monitoreado los bautizos para determinar la manera en que los jefes del hampa extienden su influencia, y, en los tribunales, las viudas de la mafia han guardado su rencor más venenoso para los “verdaderos Judas”, que traicionan el vínculo bautismal. Es una transgresión más relacionada con, ejem, El padrino, sobre todo si vemos la escena del bautizo cuando Michael Corleone renuncia a Satanás en la iglesia mientras que sus matones están liquidando a todos sus enemigos.
No obstante, las autoridades de la Iglesia advierten que, más que otra cosa, la secularización los llevó a eliminar a los padrinos, algo propio de Sicilia que ha estado presente durante 2000 años, o al menos desde los primeros días inciertos de la Iglesia, cuando los padrinos, conocidos de los obispos, avalaban a los conversos para evitar infiltraciones paganas.
“Es un experimento”, comentó Salvatore Genchi, el vicario general de Catania, en su oficina que está detrás de la basílica de la ciudad, mientras sostenía una copia de la prohibición. Genchi, padrino de al menos 15 ahijados, afirmó que estaba bien capacitado para esa tarea, pero que calculaba que el 99 por ciento de los padrinos de la diócesis no lo estaba.
Esta pausa le daba a la Iglesia un tiempo para enviar a Catania de regreso a la escuela católica, pero Genchi no creía que eso funcionara. “Me parece muy difícil que uno pueda revertirlo”, comentó.
En 2014, el arzobispo Giuseppe Fiorini Morosini de Reggio Calabria, donde se origina la Ndrangheta, propuso que durante diez años se suspendieran los padrinazgos, argumentando en una carta al papa Francisco que la sociedad laica le había quitado a la figura su significado espiritual. Eso, dijo, lo hacía muy susceptible a que los mafiosos la explotaran.
El arzobispo Morosini dijo que un alto funcionario del Vaticano, el cardenal Giovanni Angelo Becciu, que ahora está enfrentando un juicio por cargos de lavado de dinero en el Vaticano, respondió que antes de proseguir con la medida, era necesario que todos los obispos de Calabria estuviesen de acuerdo. No fue así.
Pero el arzobispo Morosino contó que había insistido en el tema con Francisco, quien “se mostró muy atento” y, en una reunión en mayo, le dijo: “‘Cada que te veo me acuerdo del problema del padrino’”.
El reverendo de la iglesia de Santa María en Ognina en Catania, Angelo Alfio Mangano, celebró la prohibición, sobre todo porque le daba la oportunidad de descansar de los personajes cuestionables en materia espiritual que “amenazan al sacerdote de la parroquia” para presionarlo a él y a otros más con el fin de que los nombraran padrinos.
En ocasiones, señaló, este cargo se usaba para la usura y chantajes sociales, pero, más que nada, se convirtió en una manera de imponer la arraigada cultura del parentesco ritual de Sicilia.
“Se crea un lazo más fuerte entre las familias”, explicó Nino Sicali, de 68 años, mientras rebanaba un pez espada con un machete en el mercado de pescado de Catania. Comentó que, cuando lo hicieron padrino, correspondió al gesto dándole a bautizar a sus propios hijos al padre de su ahijado. Sicali mencionó que, con el paso de los años, se vio comprometido a ayudar a su compadre en apuros a salir de problemas económicos. “Murió y me debía 12.000 euros”, afirmó.
Algunas familias buscaban padrinos que les abrieran puertas.
Salvatore Cuffaro, un expresidente de la región Sicilia, señaló que no fue padrino de bautizo de muchos ahijados, “solo unos 20”, porque solo aceptaba cerca del cinco por ciento de las peticiones. Comentó que lo buscaban por sus “principios cristianos”, demostrados durante décadas de vida política.
“Pese a lo que creen algunos sacerdotes, yo les presté atención a todos mis ahijados de bautizo” y les ordenó asistir a escuelas católicas, aseveró.
Cuffaro, a quien apodan “Totò Vasa Vasa” (beso beso en siciliano) por su inclinación a besar a todo el mundo, pasó casi cinco años en la cárcel por ayudar a dar aviso a un jefe de la mafia de que su teléfono estaba intervenido. Él negó esas acusaciones y también que algún mafioso haya sido alguna vez padrino de alguien de la isla.
“Al menos en Sicilia, donde he vivido, esto no es así”, comentó. “Solo es un vínculo religioso; no existen vínculos de ilegalidad”.
Le preocupaba que, al eliminar esta tradición, la Iglesia estuviera “confundiendo la hierba con la maleza”.
Los padres que bautizaron a sus hijos en las iglesias de todo Catania el primer domingo de la prohibición también se quedaron consternados por la pérdida de esa preciada tradición.
“Es terrible”, comentó Jalissa Testa, de 21 años, quien celebró el bautizo de su hijo en la basílica de Catania bailando mientras su esposo ofrecía una serenata a una multitud de mujeres que agitaban servilletas blancas. “Sabemos en nuestros corazones, ellos lo sabrán, que él tiene padrino”.
Marco Calderone llevaba cargando a su hijo Giuseppe, de seis meses, al pasar frente a un recorte de periódico pegado en un muro de la iglesia de Santa María Ognina que decía: “Bautizos: alto a los padrinos y madrinas”.
“Estarán abolidos para ellos”, dijo Calderone. “Para nosotros no”.
Luego, la familia posó frente a la escalinata de la iglesia y el fotógrafo de la familia (“¿Has visto la cadena que trae ese bebé?”, dijo el fotógrafo), pidió que se uniera el padrino.
“Salvo”, gritó Calderone e hizo una seña para que el padrino no oficial se les uniera.
Incluso la familia que recibió un permiso especial para tener padrino debido a que un fallecimiento en la familia había aplazado un bautizo ya programado se desconcertó por esta disposición.
“No entiendo por qué la Iglesia está haciendo esto”, dijo después del bautizo Ivan Arena, de 29 años, quien podría ser el último padrino en Catania, después del bautizo de su sobrino, el cual estaba vestido con un traje azul pastel de tres piezas y gorra blanca tipo coppola. “Estoy a favor de las viejas tradiciones”.
Después de la ceremonia, el sacerdote se dirigió a la familia que estaba en la nave central de la iglesia. Las mujeres resplandecían con sus lentejuelas y los hombres llevaban peinados de monjes: cabello corto en el frente y largo en la parte posterior, rasurado alrededor de las orejas. No recibieron el permiso.
“¿Cuál es la diferencia?”, comentó el orgulloso padre, Nicola Sparti, de 24 años, quien dijo que su ocupación era “un poco de esto y un poco de aquello”. (Un artículo periodístico reciente sobre él decía: “Se escapa de la Guardia Civil en una motocicleta”). “Un día está el padrino y al otro ya no. Pero el padre está para siempre”.
Más tarde, Sparti y su esposa fueron en automóvil a la ciudad cercana de Aci Trezza para tomarse fotografías frente a las tres imponentes rocas marinas que, según la leyenda, lanzaron los cíclopes a Ulises cuando este huía. Pusieron a Antonio en un Mercedes-Benz blanco de control remoto en miniatura y vitorearon mientras paseaba por el puerto.
Sobre ellos, Giovanni Mammino, el vicario general de la ciudad, salía de la iglesia de San Juan Bautista después de celebrar un bautizo. Su diócesis pedía que los padrinos llenaran unos formatos en los que juraban ser creyentes y no pertenecer a la mafia. Mammino comentó que, a diferencia de Catania, su diócesis había tomado un camino intermedio y permitía que hubiera padrinos, pero que no eran indispensables.
Ahora la gente sale de las fronteras de Catania para ir a bautizar a sus hijos.
“Siguen viniendo hasta acá para poder tener padrinos”, explicó.
La familia Sparti, sin embargo, había cumplido las reglas y solo iba a almorzar. Condujeron hasta el cercano Copacabana, donde celebraron con platos llenos de pasta de pistacho, pastel, regalos y generaciones de padres y padrinos.
Alfio Motta, de 22 años, tío de Antonio, lo veía todo desde su consola de D.J., reflexionando en lo que pudo haber sido.
“Me siento como el padrino”, dijo. “Incluso si no tengo el título”.