Lleva 16 años al frente de JPMorgan y es el único gran banquero superviviente de la crisis financiera. Avisa de que llega un huracán: “Nos enfrentamos a problemas muy serios”
“¿Siente que es una persona con mucho poder? “Siento que tengo una gran responsabilidad. Eso es un honor y un privilegio, pero al mismo tiempo siento que le debo algo a la gente. Antes que presidente y consejero delegado de JPMorgan Chase soy un patriota y quiero que a mi país, Estados Unidos, le vaya bien. Dedico mucho tiempo a pensar cómo puedo ayudar al mundo occidental”.
Jamie Dimon (Nueva York, 66 años) es toda una leyenda en el ámbito financiero. Dirige el mayor banco del mundo (sin contar a las opacas firmas chinas). Un gigante con activos totales al cierre del pasado año de 3,74 billones de dólares, préstamos por 1 billón y depósitos por 2,46 billones. Esta atalaya privilegiada hace que sus palabras reverberen con especial eco en todos los centros de poder. A principios de junio cambió su pronóstico económico en una conferencia y los mercados se echaron a temblar. Su parte meteorológico pasó de “nubarrones” a advertir de que se avecina un “huracán”.
Pregunta. ¿Qué le lleva a ser tan pesimista sobre el futuro económico?
Respuesta. En mi país la situación es relativamente buena. El mercado laboral está muy fuerte y los consumidores tienen dinero para gastar. Cuando dije que había nubarrones en el horizonte, creo que la gente minusvaloró mi advertencia. Pensaban que esos problemas económicos eran pasajeros, y no es así. Las cosas pueden ir a mucho peor. Nos enfrentamos a problemas muy serios como una alta inflación, particularmente en los precios energéticos y alimentarios, y subidas en los tipos de interés.
P. ¿Cree que EE UU puede entrar en recesión antes de que acabe el año?
R. No me gusta hacer pronósticos, pero sí, es una posibilidad. Aún no sabemos cuánto se subirán los tipos de interés.
P. ¿Se mantendrá la inflación mucho más tiempo en los niveles actuales?
R. Creo que estamos cerca de tocar techo y luego los precios podrían empezar a descender. Pero de nuevo le digo que es difícil hacer previsiones. En los últimos años se han inyectado los mayores estímulos monetarios y fiscales que el mundo haya visto en su historia. Es complejo adivinar las consecuencias a corto plazo de esas políticas. Lo que sí parece estar más claro es que la inflación no es transitoria. Los salarios están subiendo, los precios de las casas también…
P. ¿Cree que los bancos centrales han contribuido a que la inflación se desbocara?
R. Sí, pero no a propósito. Siempre he pensado que la política de tipos de interés cero era una mala idea. Tiene muchos efectos perjudiciales. Por otro lado, la compra de deuda pública tiene claros efectos inflacionarios, muchos más que un simple programa de quantitative easing. En Estados Unidos, el tamaño de las políticas monetarias de la Reserva Federal en tan solo dos años equivale al 30% del PIB. Eso no tiene precedentes. Hay mucho dinero en manos de las familias y de los gobiernos aún sin gastar.
P. ¿Podrán la Reserva Federal y el BCE aterrizar el avión?
R. Espero que sí, pero cada vez es más y más difícil. Reconozco que en estos dos años han hecho un gran trabajo. Cuando estalló la pandemia, nadie pensaba que la economía se iba a recuperar tan rápido. Sin embargo, creo que han ido demasiado lejos. Obviamente, a toro pasado, todo es más fácil de analizar, pero hubo una estimulación monetaria y fiscal excesiva.
P. Y qué me dice de los gobiernos. ¿Cómo pueden estimular el crecimiento sin que este genere inflación?
R. Reduciendo las regulaciones que dificultan el buen crecimiento. Piense, por ejemplo, en las infraestructuras. A veces los permisos se demoran demasiado. En EE UU, por ejemplo, el Gobierno debería permitir mayor inmigración. Eso enfriaría un poco la subida de los salarios. También se pueden hacer cosas en materia energética. Estados Unidos debería ser más ambicioso en su producción de gas y petróleo, particularmente para ayudar a Europa durante este tiempo de inseguridad energética.
Siempre he pensado que los tipos de interés cero eran una mala idea. Tienen muchos efectos perjudiciales
Dimon visitó España la semana pasada. La sede de JPMorgan en el paseo de la Castellana de Madrid estaba engalanada con banderas de España y Estados Unidos hechas con flores. En el edificio Pirámide, donde se cocinan algunas de las mayores operaciones empresariales del país, el ambiente era el de las grandes ocasiones. Allí recibió a EL PAÍS en la primera entrevista que concede a un medio español en los 16 años que lleva al frente del banco. Al igual que otros líderes empresariales como Larry Fink, presidente de BlackRock, Dimon se siente más cómodo hablando de las grandes cuestiones que afectan al mundo que de balances y cuentas de resultados.
P. Las primas de riesgo del sur de Europa han vuelto a subir. ¿Teme que el fin de los estímulos monetarios provoque una nueva crisis de deuda en la zona euro?
R. No tengo respuesta a esa pregunta. Es posible, pero espero que no ocurra. Creo que todos hemos aprendido lecciones de lo que ocurrió entonces. Sin embargo, insisto en que nunca hemos vivido una inyección de liquidez semejante y, por tanto, no somos capaces de medir sus consecuencias. Entiendo que los bancos centrales quieren combatir la inflación, reduciendo un poco el crecimiento, pero sin llevar al mundo a una recesión. A diferencia de la anterior crisis, si ahora tuviésemos una recesión, los Estados están mucho más endeudados, y eso es un riesgo, pero las familias y las empresas se encuentran en mejor disposición que en 2008.
P. ¿Cree que en Europa puede volver a surgir el debate entre el norte y el sur sobre las políticas fiscales y monetarias?
R. Ese debate ya está superado.
P. ¿Ha precipitado la invasión rusa de Ucrania un nuevo orden económico mundial?
R. La guerra es una oportunidad para unir al mundo occidental. Debemos defender la democracia, pelear por la libertad y el libre comercio. El mundo cambió el 24 de febrero, cuando 3.000 tanques rusos invadieron un país europeo. Un golpe así destroza la ilusión de que todo es bueno y pacífico. La guerra también pone el foco no solo en la seguridad global, sino en la seguridad energética y alimentaria. Me alegra ver cómo los países occidentales trabajan juntos para enfrentarse a estos retos.
P. ¿Frenará la crisis energética la transición hacia fuentes renovables? ¿Es partidario de dar más importancia a la seguridad del suministro que a otras cuestiones medioambientales?
R. La guerra ha cambiado muchas cosas, pero incluso sin este factor distorsionador debemos ser más racionales a la hora de pensar en esa transición energética. No hay alternativa a la apuesta por las fuentes renovables. Había mucha gente que pensaba que cerrando plantas de carbón y centrales nucleares se iba a resolver el problema. Sin embargo, el mundo consume todavía 100 millones de barriles de petróleo diarios y una enorme cantidad de gas. La amenaza climática es real, está ahí, y tenemos que trabajar para combatirla. Pero necesitamos políticas energéticas más racionales. La mejor transición es reemplazar el carbón por el gas. Pero ahora estamos viendo cómo muchos países están volviendo la vista hacia el carbón porque no pueden costear los altos precios de los hidrocarburos. Ocurre en Alemania, en Países Bajos, en India o en China.
P. Hablando de China, el modelo de crecimiento de Pekín cada vez tiene más grietas, agravadas ahora por su política de covid cero. ¿Cómo ve la economía del gigante asiático?
R. China puede hacer una cosa que el resto no podemos: dirigir la economía de un país con un grupo de gente sentada en torno a una mesa. Eso les da un gran control, pero es verdad que tendrán que rebajar sus previsiones de crecimiento. Cuando una economía crece como lo ha hecho la china y se hace más sofisticada, ese estilo de gestión en torno a una mesa camilla deja de funcionar. Van a necesitar una mejor distribución del capital para que el país siga creciendo. Pero ese cambio lleva tiempo.
P. ¿Cree que la Administración de Biden está haciendo las cosas bien?
R. Estoy en completo desacuerdo con su decisión de abandonar Afganistán y con la forma en la que se llevó a cabo. Sin embargo, me gusta que su estilo sea civilizado y que desde el principio haya buscado la complicidad de sus aliados. Además, su relación con el mundo empresarial es particularmente buena.
P. ¿Mejor que la de Trump?
R. Es difícil hacer comparaciones.
P. ¿Fue el Brexit un error?
R. El pueblo británico votó y hay que respetar su decisión. Ahora bien, ¿tendrá el Brexit consecuencias económicas negativas? Absolutamente. Algunos de estos efectos, que durante un tiempo fueron tapados por la covid, empiezan a verse. Habrá que hacer muchas cosas para maquillar el daño que la salida de la UE provocará. Para Europa siempre es mejor tener al Reino Unido de su lado.
Los bancos centrales han ido demasiado lejos. Ha habido una estimulación monetaria y fiscal excesiva
Dimon pasó su infancia en Queens. Su abuelo fue un inmigrante griego que llegó a Estados Unidos sin un centavo, como recordó durante su intervención en el podcast Coffee with The Greats. Panos Papademetriou cambió su nombre a Panos Dimon y, después de probar suerte en varios oficios, hizo carrera como broker en Shearson, Hammill & Co., donde también trabajó el padre del actual presidente de JPMorgan.
Tras licenciarse en Psicología y Economía en Tufts University y hacer un MBA en Harvard, Dimon continuó la vinculación de la familia con el mundo financiero. Su padrino profesional fue el mítico banquero Sandy Weill. Con él se fue a Baltimore para trabajar en Commercial Credit. Esta entidad, que con el tiempo se transformó en Travelers, se fusionó en 1998 con Citicorp en una megaoperación de 70.000 millones de dólares de la que nació Citigroup. Estaba en la cima, pero su mentor le despidió a finales de ese mismo año, poniendo fin a 15 años de relación profesional. Weill confesó a The New York Times que Dimon aspiraba al puesto de consejero delegado, pero él no estaba dispuesto a retirarse aún.
Tras un tiempo en el dique seco, Dimon se convirtió en 2000 en el primer ejecutivo de Bank One, cargo que desempeñó hasta la fusión con JPMorgan en 2004. Pasó un año como jefe de operaciones de la entidad resultante y el 1 de enero de 2006 fue nombrado consejero delegado de JPMorgan.
Tres años después estalló la crisis financiera provocada por las hipotecas basura. Dimon, tras aceptar a regañadientes la ayuda estatal porque argumentaba que podía funcionar sin respiración asistida, aprovechó la Gran Recesión para llevar a JPMorgan, en ese momento la tercera entidad del país, al primer puesto. La Reserva Federal necesitaba que las firmas solventes se fueran quedando con las más débiles y Dimon no desaprovechó la ocasión. Bear Stearns y Washington Mutual pasaron a sus dominios. Eran operaciones arriesgadas porque nadie sabía en ese momento qué había en el balance de los bancos, pero el precio fue de derribo. Dimon es el único que sobrevive de la generación de directivos que estaban al frente de los grandes bancos de Wall Street cuando estalló la crisis financiera.
P. ¿Ve similitudes entre la crisis a la que se enfrenta ahora la economía y la situación vivida tras la quiebra de Lehman Brothers?
R. Las situaciones son complemente diferentes. En la crisis financiera, el mundo estaba masivamente sobreendeudado. No solo los bancos estaban apalancados, también los fondos de capital riesgo, los hedge funds… Además, había muchos vehículos fuera de los balances de los bancos, las hipotecas crecieron dramáticamente sin tener en cuenta la situación de quien las firmaba… Ahora, en cambio, la situación es mucho mejor. Las familias han pagado casi todas sus deudas y tienen buena salud financiera en general. El problema del apalancamiento lo tienen, en cambio, los Estados.
P. ¿Cómo está JPMorgan?
R. Muy fuerte. De hecho, siempre hemos sido fuertes. Somos uno de los bancos más estables que encontrará. Tenemos un balance extraordinariamente fuerte, lo que nos permite ayudar a nuestros clientes en todo el mundo.
P. ¿Son de nuevo los principales bancos, incluido JPMorgan, demasiado grandes para dejarlos caer en caso de crisis?
R. Los reguladores de todo el mundo aprendieron que nadie es demasiado grande para caer. La gente debería saber además que la quiebra de un banco la termina pagando el resto de bancos. Una lección que ha quedado es que un caso como el de Lehman no puede volver a ocurrir. En estos momentos, Lehman habría estado mucho mejor capitalizado y, en todo caso, su caída sería mucho más ordenada, no como ocurrió entonces, que el dinero huyó y el sistema estuvo a punto de colapsar. Además, con la pandemia también ha quedado claro que hay muchas empresas, no solo bancos, que bajo determinadas circunstancias extremas necesitan ayuda pública para sobrevivir.
P. ¿Qué piensa de las fintech? ¿Son rivales o aliados?
R. Ambas cosas. Hace 20 años tenías que competir con bancos rivales allí donde abrías negocio. Ahora, además de con esos bancos, tienes que luchar con la banca en la sombra, las fintech e incluso con los gigantes tecnológicos. Somos socios de algunos de ellos, pero competimos contra todos. Va a haber una batalla durísima y no sobrevivirá a ella todo el mundo. Mucha gente sufrirá a medida que el partido se caliente. A JPMorgan le irá bien, pero a todo el mundo no le irá igual de bien.
Estados Unidos debería subir el salario mínimo, algo que apenas se ha hecho en los últimos 20 años
A lo largo de su mandato, Dimon ha convertido a JPMorgan en una máquina de hacer dinero. Y lo ha logrado además diversificando las líneas de negocio. Con presencia en 60 países y más de 240.000 empleados, su principal actividad en cuanto a ingresos sigue siendo la banca de inversión (fusiones, adquisiciones, salidas a Bolsa…), pero también hace banca comercial para empresas y clientes minoristas (en EE UU), tiene una poderosa gestora de activos y el año pasado lanzó su banco digital en Europa.
En los últimos 16 años, las acciones del banco se han revalorizado un 265% y la capitalización ya suma 323.647 millones de dólares (siete veces la del Banco Santander). En 2021 ingresó 121.649 millones, con un beneficio neto de 48.334 millones. Semejante historial de servicios ha tenido su correspondiente compensación. Solo el año pasado, Dimon cobró 34,5 millones (la mayoría en acciones del banco) y la revista Forbes calcula que su fortuna personal asciende a 1.500 millones de dólares (1.470 millones de euros).
P. Una de las consecuencias de la pandemia ha sido el notable aumento de la desigualdad en el mundo. ¿Le preocupa?
R. Sí. No es nada bueno tener una sociedad tan desigual. Hay muchas cosas que se podrían hacer para corregir esta situación. En EE UU, por ejemplo, se debería subir el salario mínimo, algo que apenas se ha hecho en 20 años. Además, las escuelas deberían dar a los niños habilidades para tener éxito laboral y mayores ingresos. Educación, un buen sistema sanitario y buenas infraestructuras son claves para combatir la desigualdad.
P. Las Bolsas acumulan un buen batacazo en los últimos meses. ¿Han tocado suelo?
R. No lo sé, podrían caer incluso más.
P. ¿Eran insanas algunas valoraciones, sobre todo en el sector tecnológico?
R. Sí, pero no en todos los casos. Evidentemente, había algunas acciones que eran una completa burbuja.
P. ¿Por el dinero gratis?
R. Sí, por los tipos cero y también por simple especulación. A lo largo de mi vida siempre he visto especulación. Está en la naturaleza humana. No he visitado un país donde no se especule. En carreras de coches, en apuestas deportivas, en el casino… y en Bolsa. Sin embargo, en los últimos años esa especulación ha alcanzado cotas demasiado altas. La gente debe ser más cuidadosa y pensárselo dos veces. Muchas personas se meten en el mercado sin saber muy bien qué están comprando.
P. Hablando de especulación, usted siempre ha sido muy escéptico sobre los criptoactivos. ¿Por qué?
R. Bueno, creo que escéptico es una definición demasiado suave por su parte. Nunca invertiría en criptos. En este tema hay que separar la tecnología, el blockchain, de las criptodivisas como puro activo de inversión. Nosotros somos uno de los mayores usuarios de blockchain en el mundo porque nos permite tratar millones de datos en tiempo real. Sin embargo, nunca he entendido el valor de las criptodivisas como activos de inversión. Se han puesto de moda, pero en el fondo creo que esconden un sistema que podría ser muy parecido a los esquemas de Ponzi. Eso no quiere decir que no defienda el derecho de la gente a invertir ahí. Tampoco creo que la gente debería fumar, pero defiendo su derecho a hacerlo.
No hay alternativa a las renovables, pero se necesitan unas políticas energéticas más racionales
Dimon, casado y padre de tres hijas, ha tenido varios sustos profesionales y de salud. Entre los profesionales, el más grave ocurrió en 2012, cuando fallaron todos los controles y uno de sus traders provocó pérdidas al banco de más de 5.000 millones de dólares debido a operaciones de altísimo riesgo con derivados. A ese caso se le conoció como la “ballena de Londres” y Dimon tuvo que pedir disculpas públicas. Por lo que se refiere a su salud, en 2014 comunicó a sus empleados y al mercado que le habían diagnosticado cáncer de garganta. “Me siento bien y os informaré de si mi estado de salud cambia”, explicó en una carta. Tras superar el cáncer, en 2020 tuvo que ser operado de urgencia por un grave problema cardiaco.
P. ¿No ha pensado en retirarse?
R. Amo mi trabajo, amo lo que hago. Creo que voy a estar por aquí un tiempo más. Obviamente, al final es el consejo quien tiene la última palabra. Yo solo soy un empleado más y si el consejo me quiere reemplazar mañana… En cualquier caso, hemos construido un gran equipo y tenemos un sólido plan de sucesión.
P. Sus problemas de salud, ¿le han hecho cambiar en algo?
R. Desde un punto de vista profesional, no ha cambiado nada. Hay gente que piensa que cuando te pasa algo así vas a parar y te vas a dedicar a oler las flores del campo. Pero a mí me gusta lo que hago, me gusta ayudar a la gente desde mi puesto. Obviamente, sigo disfrutando de mi familia y de más aficiones como la música, el arte o la historia. Lo que sí es cierto es que cuando superas una enfermedad eres más consciente de que eres mortal.
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.