Un experimento marital en vigilancia, las tribulaciones de Facebook y más para estar al día.
Perderse resulta cada vez más difícil, incluso a propósito. La tecnología hoy nos tiene conectados, accesibles, localizables todo el tiempo.
Hace unos días reportábamos sobre una iniciativa en Itami, Japón, que utiliza sensores en las calles para ubicar a ancianos que sufren demencia y tienden a perderse. Los defensores de esta infraestructura dicen que es un modo de brindar seguridad a los familiares al mismo tiempo que las personas de la tercera edad conservan algo de su autonomía.
Sin embargo, esa misma tecnología, que se compra y se vende con más facilidad de la que se regula y restringe, erosiona nuestra privacidad cada vez más.
Para comprender las implicaciones de los rastreadores de ubicación en la vida real, la reportera experta en tecnología Kashmir Hill hizo un experimento: plantó en la ropa y el coche de su marido un puñado de dispositivos de varias marcas. Y luego esperó a que él saliera.
Kashmir escribió: “Parezco la peor esposa del mundo, así que voy a explicar por qué lo hice”. Y luego añadió: “Durante más de una década, he investigado temas de privacidad y descubrí que la mejor manera de explicar las implicaciones distópicas de las nuevas tecnologías es sumergirme en ellas, como un conejillo de Indias”.
El reportaje, en el que también participó un fotógrafo que siguió al marido de Kashmir en tiempo real gracias a los rastreadores, pinta un escenario muy preocupante respecto a la seguridad: es posible y muy barato monitorear con muchísima precisión todos los movimientos de una persona sin que esta se entere. Como estos aparatos ahora son tan accesibles, vale la penaleerlo atentamente.
Por cierto, si has sentido que estás demasiado atado a tu teléfono celular, aquí tenemos algunos consejos prácticos que te ayudarán a romper con la dependencia.
Vía: The New York Times