Una mínima caída de suscriptores provocó que Netflix sufriera ayer un brutal castigo en Bolsa. ¿Es una reacción exagerada de unos mercados especialmente nerviosos? ¿O la prueba de que el sector del ‘streaming’ es una gran burbuja a punto de reventar?
A estas alturas de la película ya sabemos que no habrá paz para los malvados, lo que ignoramos es si la habrá para Netflix. Por el momento, la tranquilidad e incluso las bromas con las que ejecutivos de la compañía analizaban ayer los resultados de su primer trimestre no convencieron a los inversores, que le sacudieron con saña y más de un 35% de desplome de sus acciones.
Netflix sufría así su particular miércoles negro tras confirmarse la pérdida de 200.000 suscriptores en lo que va de temporada, la primera vez en una década que cae en números absolutos de abonados. Las preguntas, claro, no hacen más que revolotear: ¿por qué una cifra tan pequeña respecto al enorme volumen que maneja Netflix -220 millones de usuarios- hace retumbar así el parqué? ¿Han sobrerreaccionado los mercados, especialmente nerviosos en estas fechas de global incertidumbre? ¿Se empieza a cumplir la profecía que vaticina desde hace años que el mundo de las plataformas era una burbuja finísima? ¿Por qué -no lo olvidemos- pierde 200.000 usuarios? ¿Qué planes tiene Netflix? Y, por supuesto, ¿acaso tiene el titán pies de barro?
Casi nada.
Lo cierto es que Netflix lleva tiempo enfriando sus previsiones. La última vez fue en enero, cuando ya incrementó su base de abonados por debajo de lo esperado. Aun así, los cálculos eran positivos. Han fallado. Esta semana se ha admitido que las cifras no mejorarán sustancialmente sino al revés, y el panorama, lejos de revertirse en los próximos meses, empeorará: ya se anticipa un descenso de otros dos millones de abonados para el segundo trimestre. Y he aquí justamente una clave.
Elena Neira, profesora de los estudios de comunicación de la Universitat Oberta Catalunya, explica que “la caída bursátil es importante”. Y lo es hasta el punto de que no se había sufrido una así desde 2011, cuando Netflix se desplomó en un solo día casi un 35%. Recuerda que entonces perdió 800.000 suscriptores a causa de la polémica decisión de escindir sus servicios de suscripción de DVD y streaming.
Pero admitiendo esto, Neira percibe el desplome actual como “una pérdida de confianza coyuntural”. A que los mercados han podido sobresaltarse. “Lo que más miedo da”, explica, “es la previsión de caída de dos millones”, que, asume, no será tal. La profesora es tajante a la hora de proyectar el impacto en el futuro de lo sucedido: “La cuota de mercado de Netflix no está amenazada, tiene 221 millones de suscriptores”. Lo que ha pasado es que la percepción del momento, dice, distorsiona “un poco” la realidad.
La realidad es que antes de cumplirse la primera hora de negociación en el parqué, las acciones de Netflix cotizaban a 217,52 dólares frente a los 348,61 dólares del cierre anterior, lo que suponía una bajada del 37,60%. La realidad es que el pánico se contagió a otras empresas de contenidos como Disney (-5,25%) o Spotify (-10%). La realidad también es que estamos saliendo de una pandemia que le vino especialmente bien a Netflix, aunque también infló una burbuja de cuenta de resultados de forma artificiosa por el auge disfrutado durante los confinamientos. Sabedora de ello, la compañía lleva avisando tiempo del apalancamiento de sus cifras. Pero el mensaje, quia, no ha calado hasta que se ha traducido en esta pérdida de suscriptores.
En una carta enviada ayer a sus «compañeros accionistas», Netflix expuso sus cuentas y argumentó que una de las causas de este resultado negativo ha sido cómo les ha afectado el cierre del servicio en Rusia. Si como señala Neira se contaba con una ganancia de 500.000 suscriptores, bajar la persiana en el país que ha provocado la guerra se traduce en 700.000 suscripciones menos -dicho mercado supone el 1% de sus ingresos-. Y a ello habría que sumarle cómo el conflicto bélico ha dificultado la conexión en otras zonas del este.
De momento, no hay respuesta oficial ante el último desplome bursátil y desde Netflix comunican a Papel que se mantienen en lo declarado: que gozan de una posición privilegiada y tienen claro sus objetivos para este año. El director ejecutivo y cofundador, Reed Hastings, llegó a decir tan solo unas horas antes: “Es nuestro momento de brillar”. Se refería a que tras años y años de fase de crecimiento bruto -en el modo y en el resultado- era hora de centrar sus esfuerzos en monetizar su gran problema: las cuentas compartidas.
Según los datos que maneja la compañía, el servicio de streaming se comparte en más de 100 millones de hogares adicionales. Es decir: violando sus condiciones de uso. Y es uno de los motivos que estaría dificultando el crecimiento de ingresos. Ahora se señala a aquellos que de cierta manera piratean sus servicio, un hecho que no preocupaba cuando las suscripciones subían y subían como un cohete. Es más: se fomentaba. Pero lejos queda aquella época en que la propia Netflix animaba a compartir contraseñas fuera del núcleo familiar porque lejos queda aquella época en la que a Netflix lo que interesaba era que todo el mundo usase Netflix.
Para tratar de revertir la situación, se inició hace poco un programa piloto en Chile, Costa Rica y Perú. Se cobrará un importe adicional a los usuarios que compartan las credenciales de su cuenta con personas que vivan fuera del hogar. Preguntados al respecto, informan de que el rendimiento del ensayo aún no ha trascendido. Otra de las alternativas para generar ingresos es incluir publicidad en cuentas que serían más baratas -como ya hacen otras plataformas en EEUU-, y diversificar contenidos, como por ejemplo en videojuegos.
Tampoco se olvida Netflix de otro de los elementos más importantes que explican la contracción de suscriptores: el aumento de la competencia. Durante años Netflix ha crecido sin una competencia real y con contratos con productoras que les han vendido catálogo y producto nuevo. Ninguna major tenía claro que su modelo de negocio fuese a funcionar y se mantuvieron de cierta manera al margen. Pero el éxito de Netflix y el auge de sus propias plataformas ha hecho que la guerra por el streaming se recrudezca.
Neira, que es autora del libro Streaming Wars: La nueva televisión (Libros Cúpula), expone que “el principal problema de Netflix no es la competencia sino el contenido que tiene la competencia”. La producción que está haciendo ahora mismo, muy centrada en el concepto glocal -cómo series locales tienen alcance de fenómeno global- lo posiciona muy bien. Sin embargo, “el cliente percibe que lo que antes podía ver en Netflix ya no está en Netflix”. Y remata con sorna: “En el peor de los casos, aunque la cotización haya caído lo importante es que vuelve Stranger Things“.
El ocho de marzo de 2022, al director financiero de Netflix le preguntaron si la compañía tenía previsto introducir publicidad. Spencer Neumann jugó a los grises: «No es algo en nuestro plan», dijo, pero añadió: «Nunca digas nunca». Y, claro, ya se sabe lo que suele pasar.
Vía: El Mundo
David Lema