El periodista encargado de los reportajes para una nueva serie sobre la salud mental de los jóvenes comparte algunas de las cosas que aprendió durante su investigación.
Durante más de un año estuve reporteando Pandemia íntima, un nuevo proyecto serializado del Times que explora la salud mental adolescente, y tuve la oportunidad de escuchar a las familias y los jóvenes que compartieron relatos íntimos y dolorosos de autolesiones, suicidio, ansiedad y depresión. Me ayudaron a hacer el trabajo de detective para comprender la experiencia de una generación joven en crisis profunda.
Pero en algún momento me di cuenta que estas familias estaban haciendo su propio y valeroso trabajo de detective. Participaban en el proceso periodístico con el fin de comprender lo que sucedía en sus propios hogares ya sea a ellos mismos o a sus hijos.
Vi un ejemplo revelador el año pasado en un pequeño pueblo en el norte de Nueva York. Estaba sentado en un restaurante con mi libreta en la mano, revisando mis notas, cuando una camarera se me acercó para preguntarme qué estaba haciendo. Le dije dónde trabajo y que estaba investigando la salud mental adolescente.
“Deberías hablar con mi hija”, dijo.
Al día siguiente me reuní con ella y su hija adolescente, que hacía poco había pasado un tiempo en un centro de internamiento para tratar su ansiedad y depresión. Sentada y comiendo unas papas fritas, la chica relató su difícil experiencia mientras su madre, que estaba a su lado, la escuchaba con atención.
Su historia me hizo dudar. Había sido hospitalizada y tratada pero no había nada que me explicara la causa de su intensa ansiedad y depresión. Había escuchado suficientes historias como la suya para darme cuenta de que algo faltaba. Luego la chica volteó a ver a su madre y le preguntó: “¿Te importaría si hablamos a solas?”.
La madre accedió y salió. La adolescente procedió a revelar detalles intensos y personales de su lucha que no había estado preparada para compartirle a su madre por temor a preocuparla. La madre luego me dijo que sentía que algo bueno había resultado de la entrevista, “algo muy terapéutico”. Las partes de la conversación que había escuchado le confirmaron lo que su hija le había dicho y mi involucramiento con la familia y mi reportería previa le ayudaron a comprender mejor el tema, me dijo.
“Juré que conocía a mi hija como la palma de mi mano”, dijo. Aún tiene dificultades para encontrar todas las respuestas. “Parece que si reúnes suficientes piezas, puedes unirlas. Estoy lejos de armar todo el rompecabezas”.
En una conversación tras otra, me convertí en una suerte de testigo para los adolescentes y los padres que compartían su duelo y confusión, no solo me lo compartían sino que lo compartían entre sí. También escuchaban su propia voz.
No todos eran capaces de identificar la causa del dolor. Un padre dijo que las últimas palabras lúcidas que le escuchó decir a su hija antes de que muriera en terapia intensiva después de una sobredosis suicida fueron: “Puedo ver colores”. Hablamos apenas dos semanas después de su muerte. El padre sollozó y me agradeció por escuchar, pero era claro que lo que más necesitaba era escucharlo él mismo y procesarlo.
Una madre compartió detalles dolorosos de la lucha de su hija con la ansiedad, la depresión y un intento de suicidio. Quería saber qué estaba aprendiendo yo de los expertos que estudian la salud mental adolescente, por qué sufren tanto los chicos.
Cómo ayudar a los adolescentes con problemas de salud mental
Reconoce las señales. La ansiedad y la depresión son problemas diferentes, pero comparten algunos indicadores. Busca cambios en el comportamiento del joven, como pérdida de apetito o alteraciones en sus patrones de sueño. Un adolescente con problemas puede expresar preocupación excesiva, desesperanza o tristeza profunda.
Acércate con sensibilidad. Si quieres iniciar una conversación con un adolescente que podría estar pasando por dificultades, sé claro y directo. No evites las preguntas difíciles, pero aborda el tema con compasión y no con culpa.
Ofrece formas saludables de manejar las emociones. Los chicos que tienen problemas emocionales corren el riesgo de recurrir a las autolesiones para redirigir el dolor que sienten. Con el fin de evitarlo, fomenta las prácticas que se sabe ayudan a nuestro bienestar psicológico, como el ejercicio, la meditación y escribir un diario.
Obtén el diagnóstico correcto. Busca al médico adecuado para tu hijo pidiendo recomendaciones. Pregunta al especialista por su experiencia en el tratamiento de afecciones específicas en menores y por las herramientas que utiliza para realizar evaluaciones médicas.
Considera bien los medicamentos. Insiste con los médicos para que te cuenten su experiencia en el tratamiento con medicamentos específicos en menores y asegúrate de que entiendes sus efectos secundarios e interacciones con otros tratamientos, así como la forma de saber si un fármaco está funcionando y qué tan difícil es dejarlo.
No olvides lo básico. Los jóvenes, cuyo cerebro está en desarrollo, necesitan de ocho a diez horas de sueño para promover la salud mental y física. La falta de sueño puede interferir con el desarrollo y tener un impacto dramático en el estado de ánimo. La actividad física también es vital.
Un adolescente estaba consumido de terror ante la posibilidad de que un encuentro sexual que había tenido se conociera y su vida estuviera arruinada. Dijo que no le había contado a sus papás y vivía con miedo como quien carga a cuestas una bomba de tiempo. Solo necesitaba decírselo a alguien y preguntarse en voz alta qué hacer.
En total hablé con decenas de personas jóvenes, a veces en conversaciones breves que me ayudaron a informarme pero que no aparecen en las notas de esta serie. Con otros conversé a lo largo de muchos meses, como en el caso de M, a quien conocí por primera vez hace un año y quien reveló su historia en uno de los primeros artículos de la serie. M siempre habló con franqueza y, en algún momento, me contó que había vuelto a hacerse daño; le dije que tendría que compartir esa información con su madre y, así lo hice con su consentimiento.
Luego de cada conversación les agradecí a los chicos y a sus padres por compartir tanto. La respuesta que recibí con más frecuencia fue: te lo cuento para que esto pueda ayudar a alguien más que lidia con estas cosas.
Algunos querían expresar su frustración con el sistema médico que, les parecía, que no estaba bien equipado para lidiar con la crisis. Querían una cierta medida de validación de justicia. Pero tanto como eso, creo que hablaron conmigo porque querían comprender y sanarse a sí mismos.
Matt Richtel is a best-selling author and Pulitzer Prize-winning reporter based in San Francisco. He joined The Times in 2000, and his work has focused on science, technology, business and narrative-driven storytelling around these issues. @mrichtel