El investigador Isidoro Román Cuesta ha revelado los nombres reales detrás de más de 20 cuentas conservadoras en X. Su labor altera las ventajas de opinar de política en internet sin ser identificado
“¿Os gustaría saber quién se esconde tras @CapitanBitcoin?”, preguntó en X la cuenta @Wiesenthal1632. Era el anuncio de un doxeo, un anglicismo que significa revelar información personal de cuentas anónimas. Desde principios de año, un pequeño equipo coordinado por Isidoro Román Cuesta ha revelado la identidad de más de 20 personas que gestionaban cuentas anónimas: “Lo primero que intentamos es detectar las campañas de odio que se implementan en la red”, dice Román Cuesta por teléfono. “La línea roja que no pueden traspasar es organizarse para difundir estos discursos y para acosar o amenazar a otras cuentas para amedrentarlas y que se callen”, añade.
La justificación para doxear a alguien depende del doxeador: una campaña de odio “ultraderechista” no significa lo mismo para un votante de Podemos que para uno de Vox. Al ser algo delicado y que requiere una investigación, los doxeos son una actividad puntual y controvertida. Pero cada vez es un fenómeno más habitual.
Ha habido una auténtica oleada en este 2025 en X España: cuentas con decenas o cientos de miles de seguidores como Capitan Bitcoin, Sr. Liberal, Capitana España o Noa Gresiva han sido doxeadas. La mayoría son cuentas conservadoras reveladas por Román Cuesta, pero también han sido afectadas varias progresistas como respuesta.
El doxeo surgió con internet en los 90. Cuando alguien se enfadaba con otra persona en un foro, revelaba información o documentos, de donde viene el nombre: dropping docs, abreviado como “dox”.
Más allá del ambiente político nacional, hay dos razones que facilitan el aumento de doxeos, según Pedro Anguita, profesor de la Universidad de Los Andes (Chile) y autor de investigaciones sobre estos desenmascaramientos. Primero, “la regulación de las redes sociales ha ido a la baja y el doxing se ha hecho cada vez más recurrente, sin que existan límites normativos adecuados”. Y segundo, “cada vez más los usuarios digitales, especialmente los asiduos a redes, exponen día a día sus actividades, dejando una huella indeleble”, añade Anguita.
La relajación de las normas en redes desde la compra de X por parte de Elon Musk, su permisividad con opiniones extremas y su creciente protagonismo en la (des)información provoca que el peaje para opinar y tener influencia sea más alto. “Cuando dices verdades incómodas con tanta fuerza y llegas a más de medio millón de personas, molestas y eres odiado”, asegura por mensaje privado de X Álvaro Pau, enfermero y creador de la cuenta Capitán Bitcoin. “El anonimato molesta a quienes no pueden controlar el mensaje, a los que quieren monopolizar narrativas. En redes como X, cada vez hay más presión para identificar, etiquetar, censurar”, añade.
Aiman Bardisi, creador de la cuenta progresista Noa Gresiva, cree que los doxeos son mutuos, pero su origen no está tan claro. “En los doxeos una parte se lo hace a la otra porque cree que comete delitos de odio contra inmigrantes, trans o colectivos que no le gustan. Y la otra lo hace como venganza. Mi caso llegó justo después del caso de Capitan Bitcoin. Es como una venganza”, explica. El origen de su doxeo estuvo en la cuenta de Sr. Liberal, pero no sabe quién fue realmente. “Él lo publicó, pero no sé quién reunió toda la información”, dice. En estas venganzas, a veces se cruzan líneas legales. Este fin de semana un grupo de periodistas progresistas ya públicos denunció la revelación de información privada (direcciones, teléfonos). Eso puede considerarse también doxeo, pero puede suponer incurrir en delitos más graves.
¿Cómo se logra revelar la identidad de alguien anónimo? No es necesario ser un hacker o especialista, basta con una minuciosa arqueología digital. Si alguien tiene una cuenta grande en X, es probable que antes haya tenido otras y algún apodo o nombre salte de una cuenta a otra. “Todo deja rastro”, dice Román. “Las cuentas que estamos doxeando ahora empezamos a detectar su actividad durante la pandemia. Sobre todo con bulos y en el campo antivacunas, pero básicamente era para desestabilizar al Gobierno”. Estas cuentas no suelen estar gestionadas por expertos en ocultar sus rastros digitales. Aunque, admite Román, algunas cuentas que quieren doxear se les están resistiendo.
En otras épocas, muchas de las cuentas ahora reveladas eran suprimidas por vulnerar las normas de la comunidad. “Muchas se las cerraban precisamente por difundir discursos de odio”, dice Román. “Es una característica de todas estas cuentas que hemos doxeado. Ni es la primera que tienen, ni la primera que le han cerrado por el contenido que difunde”, añade.
Román, cuyo oficio principal es ceramista, publica sus doxeos en Diario Red, el medio digital del exvicepresidente Pablo Iglesias, además de en X. “Nosotros no cobramos por esto, estamos perdiendo dinero, horas de poder dedicar a nuestra familia o a nuestro trabajo”, dice.
Siempre ha habido doxeos en Twitter, pero antes la batalla ideológica se centraba en los llamados “reportes”. Grupos de activistas se aliaban en Telegram bajo nombres como Red Bird o Unga Unga Army para reportar en masa tuits o cuentas a la compañía con la esperanza de que la bloqueara por odio o cualquier otro motivo. La mayor permisividad actual hace que los reportes, aunque se siguen haciendo, tengan menos impacto.
El nickname (alias) en X de Román Cuesta es “Wiesenthal”, en homenaje al cazador de nazis Simon Wiesenthal en los años 50 y 60. Entre sus revelaciones hay individuos con ideologías totalitarias como la cuenta Alt Right España, la cúpula de Núcleo Nacional o Jan Ersan Jávega, que lanzaba gas pimienta a inmigrantes y lo grababa.
El objetivo del doxeo es, obviamente, crear problemas al doxeado. Muchas de las cuentas cierran y desaparecen. Una de las últimas revelaciones de Román fue @Toroenreposo, presuntamente de un empresario vinculado a una familia célebre. El dueño de la cuenta la borró. “Tras quitarle la careta ha puesto el candado a su cuenta. Si no la temes, no la hagas”, escribió Román. Muchas cuentas bloquean el acceso a sus cuentas tras el doxeo y aprovechan para borrar mensajes preocupantes.
Esta guerra ha llegado a la política de primer nivel. El ministro de Transporte, Óscar Puente, estuvo bromeando en X sobre una de las cuentas doxeadas, @capitana_espana, a quien llamó “Manolo” varias veces. La persona detrás de esa cuenta es realmente una mujer. Durante esos doxeos, el diputado de Vox Manuel Mariscal Zabala dijo en el Congreso que “algunos medios han tratado de desvelar la identidad de las personas que están detrás de las cuentas que critican al Gobierno y desmontan su relato ideológico”.
Román acusa a Mariscal Zabala de coordinar y financiar estas cuentas para generar odio: “Son campañas que se lanzan a la misma hora, que retuitean las mismas cuentas, los mismos contenidos. Es algo que tenemos perfectamente detectado”.
¿Qué importancia tiene esto para el anonimato? El problema no es solo eso, sino el uso que se hace de él, dice Román. “Yo tengo cuentas anónimas, pero creo que nadie se puede refugiar en el anonimato para cometer un delito. Es como un delincuente que trata de eludir a la policía con una capucha puesta para que no lo identifiquen”, añade.
La revelación de la identidad es un problema para muchos. “Al principio es mirar un abismo. Estás en tu casa y te caen un montón de insultos con tu foto por todos lados”, recuerda Bardisi. Pero el perfil de los doxeados varía. La mayoría es gente muy interesada en dar su punto de vista, sin más, pero también hay funcionarios, empresarios o personas cuyo comportamiento online es muy distinto al real y desaparecen de internet una vez desenmascaradas.
El doxeo también puede tener alguna consecuencia positiva. Álvaro Pau ha abierto un canal de YouTube y piensa en un podcast: “Aparcaré la política un poco para intentar dar valor real a los que me vean”. “Pasar de 0 a casi 15.000 seguidores en YouTube en apenas un par de vídeos, es el trabajo que algunos consiguen en años de publicaciones, y me ha hecho pensar que tal vez puedo ayudar más hablando de otras cosas”, añade. Jesús Santorio ha lanzado un Gofundme para defenderse en los tribunales y ha logrado casi 9.000 euros con más de 400 donativos.
Está por ver si estos casos tienen recorrido judicial, sobre todo penal. Román publica solo datos públicos: nombre y fotos que la persona ya ha compartido en redes. No hay direcciones ni datos privados: “Me he asesorado y, mientras no publique datos privados, no voy a tener ningún problema. Todos los que hemos publicado vienen de fuentes abiertas. ¿Que luego caiga en manos de un juez que interprete que hemos implementado una campaña de acoso? Para nada”.
El abogado Jorge García Herrero ve difícil que haya un castigo ejemplar, aunque cree que puede haber alguna base para denunciar: “Personas públicas como políticos, actores o influencers no pueden exigir la misma protección de sus datos que tuiteros anónimos con menos de 500 seguidores. Pero las cuentas anónimas son muy específicas: son personas que voluntariamente protegen su identidad, y eso merece una protección. Creo que la AEPD sancionaría la revelación no consentida de la identidad de esta persona. Y creo que las consecuencias a nivel administrativo (sanción), civil (indemnización económica) y penal (multa o prisión) dependerán en gran medida de lo realmente efectivas que fueron las cautelas del tuitero anónimo para protegerse”, explica.
Una vida dedicada a la investigación
Isidoro Román Cuesta lleva muchos años investigando corrupción. Fue concejal independiente durante 12 años en el pueblo de Navaluenga (Ávila). Allí denunció a la Fundación de Golf de Castilla y León, que había construido varios campos y era presuntamente una herramienta de la Junta a través de gente interpuesta: “Ninguno de los ayuntamientos afectados, todos del PP, se personó y se archivó. Estuve detrás de ese caso 2 o 3 años. A raíz de eso me hicieron el vacío en el pueblo, a un negocio que tenía, que tuve que cerrar. Lo tengo ya casi olvidado”, dice.
Aquella labor le llevó a colaborar con el diputado de Podemos de la Asamblea de Madrid en 2015 Miguel Ongil, que fue portavoz en la comisión contra la corrupción: “Era enciclopédico documentar la corrupción del PP, busqué ayuda y me hablaron de Román, le conozco bien”, explica Ongil por teléfono. “Es alguien que se ha encontrado de frente con tramas que le han fastidiado la vida, muy auténtico en sus motivaciones. Es un poco obsesivo buscando información y atándola. Se sabía todos los trucos y las bases de datos y es un rastreador como no hay”, añade.