Wali, el temido francotirador: “Vamos a ganar la guerra”

Por: Admin

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“Estuve en primera línea en Irpin y Bucha. Ayudamos a liberarlos… Luchamos frente a frente. Los que lograban cruzar a nuestro lado nos contaban que los rusos estaban cometiendo crímenes de guerra”

 

Wali observa el proyectil que le pudo matar. Lo sujeta con dos dedos. Describe que atravesaba las paredes convencionales. Que se tuvo que proteger detrás de las vigas de los edificios donde se ocultaba. «Pude morir, pero sigo aquí», suelta orgulloso. «Liberamos Kiev». Habla en plural cuando se refiere a los logros. «Somos un pelotón. Somos un equipo», dice en conversación con Crónica, la primera que sostiene con un medio en español desde que se inició la guerra. Está en un refugio y apenas hay parafernalia detrás. Nada que permita identificar su posición.

«Me han matado tantas veces y yo sin enterarme». Lo dice porque, desde que decidió dejar su Canadá natal -su pacífico y confortable retiro, donde trabajaba como informático-, se ha convertido en objetivo de los rusos. Lo hizo para enrolarse con las tropas ucranianas, acudiendo al llamado de auxilio del presidente Zelenski… Los adeptos a Putin aseguraban -a través de sus bots, sus tuiteros y medios afines- que le habían aniquilado ya. Pero aquí está Wali, con el pelo de punta, tras haber estado en primera línea de fuego.

«Soy un francotirador. No el mejor del mundo como se ha dicho, pero sí muy bueno», refiere con sencillez para zanjar cualquier polémica. «Y en esta guerra soy más soldado. Antes de venir, la gente me decía que era una misión suicida ir a Ucrania porque estaba en contra del segundo mayor ejército del mundo. Pensaban que iba a morir muy rápido». Tiene un discurso en inglés veloz. Da su versión de los hechos porque considera que es necesario que se sepa lo que está pasando. «El storytelling, el relato, es también parte de esta guerra». Tose de cuando en cuando. Ha tragado demasiado polvo y cenizas. Y respirado tanto humo. Se le ve entero. Luce chaqueta militar, con el parche con la bandera de Ucrania en un brazo.

Pude matar. Lo he hecho antes, pero no he querido cometer ningún error… Es una guerra sucia con refugiados de por medio.

Primeras confesiones. «Estuve en Irpin y Bucha, ya lo puedo decir… Antes no, para no poner en riesgo nuestra misión». No ser ubicado es su principal preocupación. Por ello, no daremos pistas de cómo se realizó la conversación para no dar ningún indicio sobre su posición. Se ve poco como escenario de fondo. Una planta en la esquina inferior y un cable suelto por encima. Una pared blanca a sus espaldas, parece un muro de carga. Esas que ha buscado tanto mientras estaba en riesgo, su mejor protección. «Estoy en lugar seguro, es un lujo poder dormir en un colchón».

DESORIENTADO Y SINCERO TRAS LOS COMBATES

Aún está algo desorientado acerca del día en que estamos. «En el combate y tras el combate se pierde la noción del tiempo. No estoy seguro de las fechas porque aquí todos los días son como el mismo día. ¿Es viernes? ¿Es sábado? ¿Es domingo? Especialmente en el frente de batalla, estamos en una burbuja». Parece ser sincero en cada una de sus palabras. Las suelta con naturalidad y firmeza. Sin atribuirse ninguna hazaña que no fuera suya.

-Se ha llegado a publicar que puede disparar y acertar a más de tres kilómetros de distancia…

-No, y quiero dejarlo claro. Ese récord no es mío, es de un compañero del ejército canadiense, pero no soy yo. Soy un buen francotirador, sí, pero no soy yo…

-¿Cuál ha sido su mejor tiro? ¿A qué distancia?

-Déjame pensar. Conseguí acertar a un objetivo en movimiento a 830 metros…

Imagen que abre el reportaje, Wali retratado en Ucrania. Sobre estas líneas, su rifle de francotirador: "En el combate se pierde la noción del tiempo. No estoy seguro de las fechas porque aquí todos los días son como  el mismo día. ¿Es viernes? ¿Es sábado?"
Imagen que abre el reportaje, Wali retratado en Ucrania. Sobre estas líneas, su rifle de francotirador: “En el combate se pierde la noción del tiempo. No estoy seguro de las fechas porque aquí todos los días son como el mismo día. ¿Es viernes? ¿Es sábado?”REPORTAJE GRÁFICO EXCLUSIVO: CRÓNICA / ELMUNDO

Reconstruye su viaje de Canadá a Ucrania. Quiere recalcar que su principal impulso ha sido «ayudar». Que dejó a su mujer y su bebé, por esa razón, porque siente que aquí se le necesita. Como en los otros lugares donde empuñó su fusil. Pero hay algo especial y estremecedor en esta guerra, hay diferencias existenciales y muy humanas…

-¿Qué lo hace distinto a lo que ha vivido antes?

-Las guerras en las que he estado son tan diferentes: Afganistán, Kurdistán, Irak… Incluso éstas parecían las mismas porque, por ejemplo, hay desierto, pero no lo eran. Cada tipo de guerra ha sido diferente, incluso el equipo a utilizar era distinto… Ahora, obviamente, la principal diferencia es que estoy luchando en Europa. Siento que estoy luchando en un país no tan diferente al mío, ya sabe. Más o menos el mismo tipo de árboles, césped, edificios modernos… Hasta el tipo de soldados son de aspecto occidental… Hay casas bonitas, así que te sientes como si estuvieras un poco como luchando en Canadá. Te atrincheras en los hogares de gente como tú y yo, con un BMW en el garaje, con sus recuerdos dentro…

Quiere dejar claro que eso le ha marcado. Ese saber que está en Occidente. Que eso hace que le sorprenda. Lo ha dicho antes: «Es como vivir la II Guerra Mundial a color». Que al llegar a las casas abandonadas, resguardarse en ellas, ve sus fotos, y lo que han dejado atrás sus propietarios. «Y después, uno se imagina cuando esa gente pueda volver a un lugar en el que han invertido su vida, porque hay una detrás, un esfuerzo… Vuelves días después al mismo lugar y una bomba la ha arrasado. ¿Lo imaginas? Tu hipoteca, tus sueños… ese mundo que estabas construyendo ya no existe… Se siente el apocalipsis». Por eso lucha. Por ayudar a conseguir la paz. Y volver a casa con los que quiere. Repasamos lo que ha hecho hasta hoy…

-¿En qué consiste su misión en Ucrania?

-Para ser honesto, el 75% del trabajo nuestro es mantenernos con vida. Un día recibimos, sin exagerar, 200 proyectiles golpeando alrededor, pero estábamos bien protegidos, así que sobrevivimos.

Yo señalo objetivos, tanques por ejemplo, y los ucranianos los bombardean y destruyen

-La pregunta que todos se hacen es cuántas veces ha disparado su fusil de francotirador con acierto…

-He marcado objetivos… Lamento si no es lo que quieren oír, pero tengo que decir la verdad: no he disparado aunque he podido. Estuve muchas veces a punto de hacerlo y no lo he hecho porque no quería matar inocentes. Fue mi decisión, tal vez ha sido equivocada, pero es así. Eso sí, cuando he visto que eran rusos, avisaba a los ucranianos y ellos bombardeaban allí. Marcamos los tanques y los destruían. Ayudamos con los ataques aéreos y de artillería… Es muy importante no olvidar que ésta no es una película de Rambo, es una guerra real, y los francotiradores causamos más bajas al enemigo proporcionando información. Y esa es una buena receta para ganar también.

-Muchos, especialmente desde el bando afín a Rusia, le han calificado de «asesino»…

-Pude matar. Ya lo he hecho antes, pero no he querido cometer ningún error… ¿Sabes? Es una guerra sucia con refugiados de por medio. Ahí es donde te das cuenta de que no somos máquinas, tenemos sentimientos. Hay demasiados inocentes alrededor, gente yendo a la compra, buscando agua… No quiero matar sólo por matar. Ya he matado antes pero no es mi objetivo. Mi objetivo es ganar la guerra y poner a salvo a los ucranianos.

 

EL DEDO EN EL GATILLO Y AQUEL INOCENTE CON FRÍO

Diario de Wali, 5 de abril. Es una suerte de parte de guerra o el recuerdo de aquello que le hizo tomar la decisión de no disparar… Cuando puso el dedo en el gatillo y casi mata un inocente: «Viendo aquella tierra de nadie con mis prismáticos detecto un movimiento entre edificios. Un hombre avanza, parece un movimiento táctico, intentando evitar ser visto. Me acabo de dar cuenta. Esta persona lleva algo. Estoy junto a mi rifle de francotirador. El cartucho está en la recámara…».

«Ser un tirador de élite es como el trabajo de un psicólogo. Necesitamos entender nuestro medio ambiente, nuestra tierra, nuestra presa. Muevo mi arma. Se ven los edificios destruidos. Varios siguen soltando humo, tras los incendios causados por la artillería rusa. Sigo moviendo mi arma persiguiendo el objetivo. Detecto una pequeña chimenea que sale de una pequeña edificación. ¡Alguien está tratando de entrar en calor!…».

Palabra de 'sniper': "Para ser honesto, el 75% del trabajo nuestro es mantenernos con vida. Un día recibimos, al menos, 200 proyectiles... y sobrevivimos".
Palabra de ‘sniper’: “Para ser honesto, el 75% del trabajo nuestro es mantenernos con vida. Un día recibimos, al menos, 200 proyectiles… y sobrevivimos”.

«Alguien se mueve de nuevo. Este es el mismo hombre que he visto antes. ¡Me estaba preparando para disparar a un hombre que sólo transportaba leña! ¡No es un ruso, es un ucraniano! ¡Este hombre vive en los escombros de las casas, entre nosotros y el enemigo! Él no debería estar allí. Estaba a punto de disparar, estaba a dos dedos de dispararle. Un dedo, para ser más preciso y menos de dos libras de presión…».

Reflexiona: «Hice bien en no disparar. Yo habría podido presumir de haber matado con frialdad a un enemigo… Pero realmente habría matado a un inocente. No estoy aquí para matar, sino para proteger. Un guerrero que busca matar no es más que un asesino. Un guerrero debe ser honrado ante todo… Muchos de ustedes probablemente estén decepcionados. Todavía no he matado a ningún ruso con mi arma de francotirador. Todavía no. Pero ten por seguro… los enemigos verdaderos fueron bombardeados por nuestra artillería y murieron…».

Con sus declaraciones busca no apropiarse de ningún éxito ajeno. Son francotiradores ucranianos los que han acabado con oficiales de alto rango rusos. Así cayeron el general Andréi Aleksándrovich Sujovetski; también el número dos de la Flota del Mar Negro, Andréi Nikoláyevich Palii. Ambos abatidos por snipers, según Kiev. Dos duros golpes a Putin que aún retumban en el Kremlin… Lo que sí puede hacer es un preciso retrato robot de sus enemigos.

-¿Puede hacer un balance de los combatientes de Putin y el porqué de su fracaso?

-El ejército ruso no es sofisticado. Disparan demasiados proyectiles, sin precisión. Se nota demasiado que sus armas son anticuadas, que no han hecho una inversión en ellas… Disparan y disparan y disparan y disparan y destruyen todo… No tienen líderes. Se demuestra en aquellos que cavaron una trinchera en el medio de la zona con mayor radiación en Chernóbil. Van a morir de cáncer y van a matar a los que estén cerca… No hay liderazgo.

-¿Y las masacres?

-Es en las ciudades ocupadas donde están ocurriendo los crímenes. Nosotros estábamos delante combatiendo, en primera línea, no veíamos lo que sucedía dentro. Pero los que conseguían salir nos lo decían. «Es una carnicería… Son unos carniceros». Pensamos, al principio, que era una exageración, casi propaganda, pero ahora sabemos que ha sido aún peor. Todo está bien documentado.

“DISPARABAN DONDE OÍAN LLORAR NIÑOS… Y A LOS MAESTROS”

Diario de Wali, 4 de abril. «Les voy a contar dos historias. Una triste y otra feliz. Esto resume bastante bien por qué hago lo que hago. Los crímenes no se cometieron en primera línea. Como los nazis, los rusos estaban matando a civiles detrás del frente de batalla. Pudimos ver las áreas ocupadas rusas.Eran ciudades fantasmas: negras, lúgubres, donde la única luz venía de los incendios. Los rusos, a menudo bebidos, dispararon contra las casas donde oían llorar a niños. Tenemos muchos testimonios de esto… Pero no sólo eso, los rusos mataron a muchos maestros, porque ellos representan la cultura, la historia, el conocimiento. Y para destruir a un pueblo deben matar su memoria».

“SE EMBORRACHAN Y NO RACIONAN SUS ALIMENTOS”

-¿Y cómo califica a los soldados rusos como combatientes? Se ha reído usted en redes de ellos, incluso posando con sus alimentos empaquetados…

-Los rusos no racionan comida. Se emborrachan, abandonan su equipo… No estaban preparados para esta guerra. Antes, pudieron con países más pequeños, pero Ucrania no es Chechenia, ni Georgia… Pensaron que los ucranianos se iban a rendir por miedo y ahora están perdiendo.

Hace hincapié en una petición que repite también el propio presidente Zelenski. «¡Armas, armas, armas!». En su discurso señala que la tecnología de los países de la OTAN es mucho más avanzada que la rusa. Aplaude el valor de los ucranianos pero reitera la importancia de los aparatos bélicos de última generación.

Sostiene el proyectil que le pudo matar: "Antes de venir, la gente me decía que era una misión suicida ir a Ucrania porque estaba en contra del segundo mayor ejército del mundo... pensaban que iba a morir muy rápido"
Sostiene el proyectil que le pudo matar: “Antes de venir, la gente me decía que era una misión suicida ir a Ucrania porque estaba en contra del segundo mayor ejército del mundo… pensaban que iba a morir muy rápido”

«No ha sido sólo el coraje de los ucranianos que, no me malinterpreten, ha sido enorme». Ha sido trascendental la llegada de armas sofisticadas. «Las armas modernas cambian el punto de vista de esta guerra». Y precisamente la OTAN las tiene. Sólo la artillería portátil antitanques está causando estragos en las tropas rusas. Y ha hecho que se retiren para no terminar sin acorazados.

-Usted es un testigo de excepción de lo que ha sucedido y está sucediendo… ¿Qué escena le ha marcado?

-No es la sangre, no… Tengo imágenes en mi mente y son de gente normal… Un anciano que podría ser tu abuelo tratando de hacer un fuego, su casa está destruida. Parece un zombi. O una mujer que me sonrió en medio de la tragedia, era una sonrisa triste, pero una sonrisa… Acabábamos de liberar su ciudad.

-Es usted parte de la victoria en Kiev…

-Estuve en primera línea en Irpin y Bucha. Ayudamos a liberarlos… Luchamos frente a frente. Pero no olvidaré que los que lograban cruzar a nuestro lado nos contaban que los rusos estaban cometiendo crímenes de guerra.

Permanece a la espera de ser movilizado de nuevo. Ya sabe que todo era peor que lo que suponían. «Están actuando como bestias». La conversación se está acabando. Son una hora y 27 minutos de conversación. Tose de nuevo. Vuelve a sostener el proyectil de 30 milímetros que le pudo matar. Le recuerda lo fácil que es morir si se distrae.

-¿Vencerán?

-Vamos a ganar la guerra -dice sin titubear.

 

 

Vía: El Mundo