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¿Moral panista? Enrique Matamoros prende fuego al comité poblano

Por: Yazarit Marquez

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En Puebla, ya ni sorprende que cada cierto tiempo aparezca un caso de abuso sexual de algún militante del PAN, porque en ese partido algo apesta como para que pretendan que es incienso. 

Ahora resulta, que uno de los generales de campaña de Lupita Leal, Enrique Matamoros, volvió a ponerle gasolina a un incendio que el PAN finge no ver: las acusaciones, rumores y señalamientos de corte sexual que cada cierto tiempo brotan dentro del partido como si fueran parte de su ADN político. 

En momentos previos a la elección del Comité Directivo Municipal, en grupos de WhatsApp panistas, para suceder al “desaparecido” Jesús Saldívar, circula una nota vieja pero no por eso menos apestosa, en donde señalan que Matamoros pide fotos a menores. 

Esta inapropiada práctica se suma a la ya larga lista de episodios que el PAN sigue arrastrando sin pudor, porque si alguien creyó que lo de Carlos Pando fue un caso aislado, hoy la realidad vuelve a dar argumentos para pensar que el problema es sistémico. A cada escándalo, la dirigencia responde con un manual viejo: “no representa los valores del partido”, “esperaremos a las autoridades”. Mientras tanto, el partido sigue acumulando historias que contrastan brutalmente con la imagen de moral intachable que presumen en campaña. 

¿Y Lupita Leal? Ella, tan vocera sobre ética pública, tan estricta para juzgar a sus adversarios, tan firme para hablar de valores… pero rodeada de perfiles que parecen caminar, cuando menos, sobre la cuerda floja de la decencia política, ¿cómo puede sostener su estandarte de defensora de mujeres mientras su partido colecciona escándalos sexuales como si fueran trofeos? Pues Matamoros no es uno más a su lado, es parte de su equipo estratégico. 

Porque mientras el PAN insiste en presentarse como el guardián de la moral pública, la realidad en Puebla le sigue susurrando otra historia, una en la que ya son varios los escándalos de conducta inapropiada, una en la que la dirigencia prefiere callar que investigar, y una en la que la doble moral del partido ya no solo es evidente, sino casi caricaturesca. Y ahora, con Matamoros, la pregunta vuelve a rebotar en las paredes del partido, aunque juren no escucharla: ¿Cuántos Matamoros más hay en la estructura que aún no han salido a la luz porque el partido prefiere proteger su imagen antes que limpiar sus entrañas? 

Ahí está el verdadero miedo panista, no a la justicia sino al espejo, ese que no pueden romper y que, con cada escándalo, les recuerda que su discurso de valores se deshace en cuanto aparece un militante señalado por lo que dicen combatir.