Mario Riestra, excandidato a la alcaldía de Puebla, ha presentado una denuncia penal contra los consejeros del Consejo Municipal y del Instituto Estatal Electoral (IEE), acusándolos de alterar los resultados del cómputo final de la elección del 2 de junio.
La coyuntura, marcada por una nota de La Jornada que acusa a Morena de inyectar votos al partido “Fuerza por México” (el partido de Ricardo Monreal y Pedro Hases), ha servido de plataforma para que Riestra haga eco en escenario político local. Con las pruebas en la mano, se presentó ante la Fiscalía del Estado afirmando que hubo inconsistencias en el número de votos registrados y el padrón electoral.
Riestra y su grupo de azules, saben que los tiempos para impugnar una elección ya pasaron. El plazo para presentar medios de impugnación es de cuatro días, contados a partir del conocimiento del acto reclamado, y él no lo hizo tras aquel fatídico domingo electoral. En cambio, aceptó el resultado que dio la victoria a Pepe Chedraui como alcalde de Puebla en silencio y sin escándalos.
Saben también que el triunfo de Chedraui con 380,005 votos frente a los 272,137 de Riestra, tiene un margen que hace difícil argumentar fraude. Inconsistencias sí, fraude, está difícil. Por eso no van contra la elección, sino contra los funcionarios que la avalaron.
Este grupo de Acción Nacional no calcula que se desestime la elección, ni que se haga un voto por voto. La cruzada de Riestra y amigos no es por la alcaldía de Puebla, sino por la tan peleada dirigencia del PAN en la capital y también al interior de la entidad.
El interés del albiazul en derribar a FxM no es casualidad. En cada sexenio, el partido de poder necesita un partido esquirol, un aliado de otro color que parezca diferente pero que siga las mismas reglas. FxM juró ser ese peón en el tablero de Morena si el guinda lo rescataba en las urnas. Ahora todos los panistas que buscan la dirigencia quieren figurar como oposición sin dañar al poder. El partido de Pedro Hases es el perfecto chivo expiatorio.
Esta jugada es osada, pues el poder tiene dos caminos para responder, por la buena o por la mala.
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