El “pitazo” que costó una vida en una de las zonas más exclusivas de Puebla
Puebla, Pue. — Cuatro meses después del asesinato del ciudadano estadounidense Stanley N. en el estacionamiento del complejo Solesta, el caso dio un giro inesperado y perturbador: el crimen no fue un robo fortuito, sino una traición interna desde una joyería del centro comercial Angelópolis.
La Fiscalía General del Estado (FGE) confirmó la detención de Joaquín N., empleado de la joyería Torres, ubicada en Angelópolis, señalado como presunto autor intelectual del homicidio ocurrido el pasado 4 de julio, tras venderle a la víctima un reloj de alta gama.
De acuerdo con la coordinadora de Investigación de Homicidios Dolosos, María Guadalupe Campos Rivera, el trabajador fue quien alertó a un grupo de asaltantes sobre la compra y los movimientos del comprador, información que derivó en el ataque.
“Con base en labores de inteligencia y análisis tecnológico, se determinó que el trabajador proporcionó los datos de la víctima a sus cómplices con el propósito de cometer un robo”, explicó la funcionaria.
Según las investigaciones, después de concretar la venta, Joaquín N. contactó por teléfono a los agresores, describió el objeto adquirido y dio indicaciones para interceptar a la pareja en el estacionamiento del complejo Solesta, ubicado a unos metros de la joyería.
Horas más tarde, cuando Stanley N. y su esposa se dirigían a su vehículo, los delincuentes intentaron arrebatarle el reloj. La víctima se resistió, y en el forcejeo recibió un disparo en el tórax que le quitó la vida en el acto.
El homicidio ocurrió a plena luz del día, en una de las zonas más exclusivas y vigiladas de Puebla, y provocó indignación pública tanto por la violencia del hecho como por el perfil del lugar: un área considerada “segura”, donde se concentran marcas de lujo, residencias verticales y restaurantes de alta gama.
La FGE detalló que el detenido fue vinculado directamente con el grupo delictivo que ejecutó el ataque, aunque los cómplices permanecen prófugos. El juez de control determinará su situación jurídica en las próximas horas.
El caso deja al descubierto un fenómeno creciente: la infiltración criminal en espacios de consumo de alto poder adquisitivo. Lo que antes se percibía como robos circunstanciales se convierte ahora en ataques planeados desde dentro, donde empleados o intermediarios filtran información sobre las compras y rutinas de clientes.
Para expertos en seguridad urbana, este caso rompe con el mito de las “zonas blindadas” y evidencia fallas en los protocolos de confidencialidad en establecimientos que manejan objetos de alto valor económico.