El Presidente Andrés Manuel López Obrador sacó a airear ayer miércoles, en su Mañanera, uno de los episodios más vergonzosos de corrupción en el sexenio de Felipe Calderón
POR RAMÓN ALBERTO GARZA
El Presidente Andrés Manuel López Obrador sacó a airear ayer miércoles, en su Mañanera, uno de los episodios más vergonzosos de corrupción en el sexenio de Felipe Calderón.
Se trata del caso de la empresa Hildebrando S.A de C.V., propiedad de Hildebrando Zavala, el cuñado del ex mandatario panista.
El ahora inquilino de Palacio Nacional recordó que fue el INE -el del 2006- el que contrató los servicios de la empresa del hermano político del candidato panista.
A Hildebrando le correspondió aplicar sus tecnologías para sancionar los resultados de aquella controvertida elección presidencial en la que el candidato panista era el cuñado de Zavala, Felipe Calderón. Un evidente y burdo conflicto de interés.
De hecho, el presidente López Obrador recordó que, tras los servicios de Hildebrando S.A. de C.V. en la elección del “haiga sido como haiga sido” -aquella que denunció que le robaron- la empresa de tecnología del cuñado de Calderón acabó comprada por Carlos Slim. Una “transa-acción” muy oportuna y conveniente.
Los datos que el presidente López Obrador no dio, quizás por falta de tiempo -y que en 2010 fueron difundidos en amplios reportajes por Reporte Índigo- fueron que el precio de aquella operación que comenzó a gestarse en 2009, justo a la mitad del sexenio calderonista, rebasó los 295 millones de pesos.
Y que se evidenció todavía más el conflicto de interés cuando el gobierno calderonista le asignó la muy compleja y costosa Plataforma México, con la que abatirían el crimen que estaba en su apogeo, a las empresas de telecomunicaciones de Slim.
Eran los días en que a quien le correspondió tomar la decisión del contrato fue al entonces secretario de Seguridad Publica, Genaro García Luna, hoy sometido a juicio en las cortes de Nueva York por sus presunto enriquecimiento ilícito y presuntos vínculos con el crimen organizado.
Es el mismo García Luna que, en sus mejores días de poder, era amigo muy cercano y compañero de cacerías de Héctor Slim, el director de Telmex que logró el contrato de la Plataforma México.
Aquella famosa y muy publicitada “maravilla tecnológica”, en la que se invirtieron 4,300 millones de pesos -alrededor de 350 millones de dólares de entonces- acabó como un fiasco que hoy tiene un uso en extremo limitado. Nada que justifique los miles de millones que se pagaron.
Pero, en la misma Mañanera de ayer miércoles, el presidente López Obrador salió a anunciar que va a invertir 30 mil millones de pesos para hacer llegar Internet a los mexicanos marginados de la indispensable conectividad a la que hoy no tienen acceso.
La pregunta obligada es: ¿por qué tiene el gobierno de la Cuarta Transformación que distraer recursos públicos tan escasos para subsanar una deficiencia en el incumplimiento de la concesión de las empresas privadas que dan el servicio de conectividad, dominadas también por Carlos Slim?
Para los que no tengan memoria, en el título de concesión de Telmex y América Móvil está muy claro que, los servicios de telefonía tendrán que estar destinados a todos los usuarios, sin importar condición económica ni clase social. De hecho, que las empresas proveedoras del servicio tendrían que ajustar sus estrategias y tarifas para darle acceso a la red a quienes menos tienen.
No es válido que hoy, en este gobierno que tiene como bandera el “Primero los Pobres”, se le tolere a Slim que margine a los que menos tienen y dé servicio de Internet solo a aquellos que pueden pagar en zonas de clase media, media alta y alta, en donde existen utilidades garantizadas.
Como tampoco es justo que para todos aquellos mexicanos marginados -los que no garantizan consumos de Internet que dejen utilidades- tenga que ser el gobierno de la Cuarta Transformación el que pague las “pérdidas” que por obligación de la concesión les correspondería cubrir a las empresas de telecomunicaciones del hombre más rico de México.
Al final del día, lo que no se entiende es que, si el mismo presidente López Obrador reconoce que Slim se alió con el calderonismo y les compró la empresa Hildebrando -un acto que presupone colusión, si no es que corrupción- ¿por qué tiene al dueño de Telmex y América Móvil en su Consejo Consultor y como recurrente invitado a desayunar con él en privado a Palacio Nacional?
¿Cómo le permite a ese mismo personaje que incumpla con su obligación de hacer llegar el Internet a todos los mexicanos, orillando al gobierno a desembolsar 30 mil millones para enmendarle la plana?
¿Por qué puede ese mismo Carlos Slim auto declararse inocente de la tragedia de la Línea 12, cuyo tramo colapsado lo construyó su constructora CICSA y, en medio del drama, se le asigna como premio uno de los tramos del Tren Maya?
Ya solo falta que el inquilino de Palacio Nacional acabe cabildeando a favor de Slim para que sea el beneficiario de la venta de Citibanamex. Después de todo, qué importa ser “un poquito más dominante”.
El presidente López Obrador tiene razón. Ya no son los tiempos de antes. Ahora a quien reconocemos y evidenciamos como cómplice del corrupto pasado, al que identificábamos como jefe de la Mafia del Poder, los acabamos sentando a la mesa del despacho de Palacio Nacional a comer tamales de chipilín y champurrado… eso sí, en vajilla de porcelana.