¡Y todo lo que se le ocurre al presidente Andrés Manuel López Obrador es pedirle al Cártel Jalisco Nueva Generación que cambie de nombre, para no perjudicar al estado de Jalisco!
POR RAMÓN ALBERTO GARZA
¡Y todo lo que se le ocurre al presidente Andrés Manuel López Obrador es pedirle al Cártel Jalisco Nueva Generación que cambie de nombre, para no perjudicar al estado de Jalisco!
¿Y por qué la petición del cambio de nombre no se le hizo también al Cártel de Sinaloa, para cuidar el prestigio de la tierra de Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”?
¿Y por qué no pedirle lo mismo a la Familia Michoacana, para no ensuciar el nombre de Aguililla, poblado de esa entidad en donde nació Nemesio Oseguera, alias “El Mencho”?
Perdón, Señor Presidente, pero no es con un simple cambio de nombre, ni con un giro en la mercadotecnia criminal, como se deben combatir desde la más alta posición de la Nación a quienes ya se adueñaron de casi la mitad del territorio mexicano.
En nada cambia que se llamen Jalisco Nueva Generación o Sinaloa Viejo Mundo. El conflicto no está en el nombre, sino en permitir impunemente que esos cárteles instalen un Estado por encima del legalmente constituido.
El drama está en que desde que tomó posesión, el gobierno de la Cuarta Trasformación decidió no combatir a los cárteles, escudándose en una falsa estrategia de “abrazos, no balazos”. Se renunció al único monopolio que el Estado tiene, que es el del uso de la fuerza para salvaguardar vidas y posesiones.
Y las Fuerzas Armadas fueron enviadas a construir aeropuertos, a sembrar árboles, a edificar sucursales bancarias, mientras que los capos conquistan cada día nuevos territorios. De la marihuana a la cocaína, de la heroína al fentanilo, del huachicol al cobro de piso.
Solo para dimensionar el drama que vivimos en México, apuntemos que Ucrania -la nación invadida por Rusia- tiene una superficie de 603 mil kilómetros cuadrados.
¿Saben cuál es la superficie de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Michoacán, Tamaulipas, Guanajuato y Zacatecas, los ocho estados en donde el crimen organizado ya domina esos territorios y opera a sus anchas? Pues 590 mil kilómetros cuadrados. Casi el mismo tamaño que Ucrania.
Eso significa que el Estado mexicano ya perdió el control sobre una superficie equivalente a la del país europeo que acapara la atención y el drama mundial frente a la emergencia de una guerra.
Y mientras que en la nación invadida por Rusia están en juego las vidas de 41 millones de habitantes, en los ocho estados mexicanos, dominados ya por el crimen organizado, la cifra es de 26 millones de compatriotas.
En México fueron victimados, en 2021, más de 33 mil y solo en enero del 2022 ya contabilizamos dos mil 427, apenas 600 muertes menos que en los primeros seis días de la guerra en Ucrania, donde contabilizan cerca de 3 mil.
Lo que pretendemos alertar es que ya vivimos, desde hace tres sexenios en nuestro país -en territorio propio-, una guerra como la de Ucrania, que tanto crispa y aterra al mundo.
Y que la estrategia de “abrazos” del presidente Andrés Manuel López Obrador deja correr más sangre que la estrategia de misiles y balazos del presidente Vladimir Putin.
Es imposible enfrentar un enemigo tan sanguinario como el crimen organizado que se adueña de México, con todo su poderío financiero y de armamento, con un discurso ocurrente desde el púlpito mañanero.
No es sensato exhortar amablemente a los jefes de un cártel -como si fueran hijos desobedientes- para que le cambien de nombre y no se lesione la marca Jalisco. ¿Y el Cártel de Sinaloa y la Familia Michoacana? ¿A ellos sí se les respetan los derechos de marca? ¿Enviamos las propuestas al Instituto de Protección de los Derechos de Autor?
No se puede tapar, desde el discurso presidencial, el crimen de 17 ciudadanos fusilados en las afueras de una funeraria en San José de Gracia, en Michoacán, pretextando que los cadáveres no aparecen.
El inquilino de Palacio Nacional insiste una y otra vez en que ya no es como antes. Que en su gobierno las masacres se terminaron. Pero la terca realidad se encarga de recordarle, que los asesinatos a mansalva son el pan nuestro de cada día. En Zacatecas, en Nuevo León, en Colima, en Michoacán, en Jalisco.
Son masacres a las que la autoridad llega tan tarde -o no llega- que permiten a los criminales desparecer sin apuros los cuerpos y hasta limpiar la escena del crimen. Aquí nadie sabe, aquí nadie supo.
Las escenas de los tanques invasores en Ucrania no distan mucho de las imágenes de las tanquetas y los convoyes blindados que rondan por los caminos de tantos estados, en donde la inacción oficial ya le cedió el territorio.
Duele admitirlo, pero Donald Trump tiene razón cuando dice que los Estados Unidos no tienen que ir a pelear una guerra en Ucrania cuando tienen una -y a todo fuego- en la frontera sur, a las puertas de su casa, en el corazón de su vecino, México.