El panorama de la sucesión en la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) se vuelve más complejo conforme se acercan los tiempos de cambio. Mientras el general Gustavo Vallejo emerge como posible sucesor de Luis Cresencio Sandoval, este último apuesta fuerte por el subsecretario Gabriel García Rincón, una figura determinante en operaciones especiales y en la captura de líderes narcotraficantes.
Sandoval está jugando sus cartas estratégicamente, buscando influir en la decisión de su sucesor. Apuesta a que las elecciones transcurran sin grandes tumultos que puedan afectar a candidatos clave, para así pesar en la selección final. Un objetivo que su antecesor, Salvador Cienfuegos, no pudo lograr hace seis años debido a la intervención del general Audomaro Zapata, actual jefe del espionaje doméstico.
El general García Rincón, bien visto en Estados Unidos, estaría dispuesto a que la Guardia Nacional quede bajo la órbita de la Secretaría de Seguridad, la cual se espera que sea dirigida por Omar García Harfuch. Aunque esta postura no se discute públicamente, en privado García Rincón considera que la Guardia Nacional sería más una carga que un activo bajo su gestión, y sugiere que el plan de García Harfuch sería inviable sin que esta fuerza esté bajo su secretaría.
Sandoval promueve a García Rincón como un socio complementario para García Harfuch, visualizando a este último liderando la estrategia, la inteligencia y el intercambio de información, mientras García Rincón se enfocaría en el terreno.
Sin embargo, este movimiento presenta debilidades. Sandoval busca acordar la sucesión con el presidente Andrés Manuel López Obrador sin dedicar demasiados esfuerzos en cautivarlo, lo que podría ser un obstáculo en el proceso. Además, la estrecha amistad entre García Rincón y Cienfuegos plantea un desafío adicional, especialmente si los demócratas mantienen la presidencia en Estados Unidos y la DEA sigue interesada en el arresto de Cienfuegos.
A pesar de las complicaciones, García Rincón ha demostrado capacidad de decisión en el ámbito diplomático, como se evidenció el año pasado cuando, a solicitud del embajador Ken Salazar, optó por aviones Embraer en lugar de chinos para Mexicana.
