Fueron las semanas más duras de Arturo Herrera en la Secretaría de Hacienda. El funcionario había asumido el cargo con la confianza de poder persuadir a AMLO con más éxito que su antecesor. Sobre todo en los momentos decisivos. Pero el resultado fue el mismo: el Presidente desoyó sus consejos, rechazó el “Plan Déficit” y tomó su propio camino.
Herrera quedó políticamente debilitado al interior del Gabinete, y en los medios estallaron las versiones de su eventual renuncia. Escenarios que el propio funcionario evaluó en los últimos días con sus colaboradores más cercanos. “Estamos haciendo neoliberalismo”, se lamentaban todos.
En efecto, Herrera intentó explicarle a AMLO que apostar por un nuevo ajuste -que finalmente incluyó recorte de salarios y aguinaldos para empleados públicos- para mantener el superávit en medio de una crisis global era una política neoliberal.
Sin una inyección para sostener el empleo, el consumo caería incluso una vez que se levante la cuarentena. Y sin consumo, se aceleraría el cierre de empresas, escenario que a su vez impactaría en los ingresos fiscales. Con beneficios fiscales esa rueda podía girar en sentido contrario. Perder para ganar. Sin importar que haya déficit por un puñado de años. Pero ese “Plan Déficit” no vio la luz.
Un dato: Raquel Buenrostro volvió a ser crucial para el derrotero de este grupo de economistas. La titular del SAT convenció a López Obrador de que, pese la crisis global, habría una mayor recaudación en 2020, dando por tierra con el argumento de Herrera.
“No le voy a regalar la Secretaría de Hacienda a Romo”, fue la primera conclusión con sus hombres de confianza. Y de ese comentario se desprende una larga historia de marginación y disputas para obtener el manejo económico de la 4T y un sorpresivo giro político que colocó al grupo de “Los históricos” al frente de Hacienda.
Se trata de una puja que LPO relató en detalle durante la campaña presidencial de 2018, y que incluso comenzó antes: con el armado del Proyecto Alternativo de Nación en 2017.
En ese momento, y ante la necesidad de mostrar cierta penetración en el mundo empresarial que le había sido esquivo en la campañas anteriores, López Obrador se reclinó sobre Alfonso Romo para coordinar, sobre todo, el capítulo económico de su plataforma electoral.
El empresario regio, entonces, depositó esa tarea en el ya fallecido Adrián Rodríguez -su histórica mano derecha- y Abel Hibert, rector de Posgrado en la Universidad Metropolitana de Monterrey (UMM), propiedad de Romo. Carlos Urzúa, Arturo Herrera y Gerardo Esquivel quedaban marginados y fuera de toda decisión.
En medio de la campaña, Rodríguez -que hasta entonces era la opción de Romo para quedarse con Hacienda- enfermó muy grave. El regio intentó, con ayuda de Julio Scherer, acercar la opción de Santiago Levy, un tecnócrata muy respetado en los mercados internacionales. Hubo varias cenas en la casa del ahora Consejero Jurídico de la Presidencia.
Ese acercamiento tampoco prosperó, porque el ex funcionario zedillista explicaba que una cobertura casi universal de los programas sociales requería a fuerza una reforma fiscal que ampliara incluso el cobro del IVA. Una contradicción frontal con la promesa de AMLO de no aumentar impuestos.
López Obrador comprendió que Romo no buscaba solo una “estrategia” como había hecho Lula -poner funcionarios de derecha para tranquilizar a los mercados- sino en efecto un manejo más “neoliberal” de las finanzas públicas. Lo sondeó entonces a Ramírez de la O, quien se negó bajó el argumento de no perjudicar los negocios de su esposa en los Estados Unidos.
Recién entonces, casi como última opción, AMLO buscó a Carlos Urzúa. Esta larga historia se repasó en el grupo de Herrera con una lectura pragmática: tanto costó llegar a una posición decisiva, que no sería inteligente soltarla ahora para que vuelva a manos de Romo.
Ese mismo camino mental se recorrió con ciertos aires de reproche cuando el propio Urzúa renunció a su cargo de forma colérica. Claro, el profesor de este grupo de economistas ya había sufrido varias derrotas políticas en el Gabinete. De hecho, el propio Gerardo Esquivel fue eyectado al Banco de México después de discutir con AMLO por el armado del Presupuesto 2019.
En privado, Urzúa no coincidía con la cancelación del Aeropuerto de Texcoco. Tampoco con la necesidad de construir una refinería del tamaño de Dos Bocas. Y el argumento que Esquivel también exponía ante el Presidente era que concentrar tantos recursos en pocos proyectos -que además tardarían en ejecutarse- hundiría la inversión pública. Algo que en efecto ocurrió el primero año de la 4T.
Esquivel ahora le aconseja a Herrera mantenerse en el cargo para que su proyecto político siga en pie. “A Andrés Manuel no lo vamos a cambiar, pero estamos en el mejor lugar para dar la pelea. Renunciar sería perderlo todo”, es el consejo que le dan al Secretario.
Hay que recordar que el titular de Hacienda no descarta pelear la gubernatura de Hidalgo, y en un horizonte más lejano creen que podría postularse a la candidatura presidencial, aunque sea para negociar la continuidad de su grupo en Hacienda, y no repetir el error de 2006, cuando creyeron que Ebrard los incluiría en su Gabinete del DF y terminaron marginados.
Vía: La Politica Online SA 2020.