El spin doctor ecuatoriano desembarcó hace unos meses en el War Room del canciller. Fue estratega de Macri en Argentina y de Lasso en Ecuador, entre otros. Sus planteos.
Marcelo Ebrard ya transita una intensa campaña con objetivos muy claros: construir un perfil blando, alegre y jovial, elementos casi opuestos a sus atributos históricos. Ya no habla en leguaje diplomático, ni viste trajes sobrios. Ya no importan tanto los logros de gestión. Ahora viaja en un vocho, ordeña vacas, visita maestras de su primaria y se muestra lo más posible con “ciudadanos comunes”. Por eso la urgencia en salir de la SRE.
El ex canciller intentará en estos dos meses evitar todo tipo de eventos de política tradicional. Se trata de una estrategia que busca sacarlo del terreno de juego que más hostilidad le presenta. ¿Cómo hacer para mostrarse competitivo si cada vez que comparte un escenario con Claudia Sheinbaum, la base de Morena le hace sentir el rigor de la preferencia por su competidora? “Hay que jugar el partido en otra cancha”, le recomendó su nuevo jefe de estrategia, un viejo conocido de Ebrard.
Desde hace un puñado de meses, el minucioso plan de investigación y el desarrollo de la estrategia para lograr la candidatura de Morena quedó en manos del ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien desde hace años se convirtió en el spin doctor más destacado de la “derecho latinoamericana”. Presidentes como Mauricio Macri, de Argentina, y Guillermo Lasso, de Ecuador, han contado con sus servicios.
Ebrard tiene una larga amistad con Durán Barba, quien ya lo había ayudado durante su gestión como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Recurrió a sus servicios nuevamente después del traspié de otro asesor -un joven argentino- que no dio con el ancho de banda.
Duran Barba está convencido, desde hace muchos años, que la definición del voto no es lógico, sino emocional. Por eso la movilización del voto no es con argumentos, sino con campañas que despiertan los sentidos. “No leemos, ni oimos palabras, porque estamos sumergidos en un enjambre de sonidos e imagenes”, suele repetir el ecuatoriano en referencia a la irrupción de las redes sociales y los constantes cambios en las “sociedades líquidas”, como definió el sociólogo Zygmunt Bauman.
Pero, ¿qué dicen las investigaciones que levanta Santiago Nieto, el socio consultor de Durán Barba? Los estudios demoscópicos muestran que en México hay un alto nivel de satisfacción con AMLO, lo que obliga a Ebrard a realizar una campaña alegre y no de bronca -como le tocó a AMLO en 2018, por ejemplo-.
“Nadie que se levanta de buen humor o que está atravesando un gran día quiere cruzarse con alguien que le empiece a hablar de malas noticias. En las campañas es igual, hay que adaptarse al clima de época”, le explicaron al canciller, y así llegaron a la conclusión de que debía repetir la frase: “Sonrían, todo va a estar bien”.
Nadie que se levanta de buen humor o que está atravesando un gran día quiere cruzarse con alguien que le empiece a hablar de malas noticias. En las campañas es igual, hay que adaptarse al clima de época.
Un elemento crucial en la campaña es la búsqueda de desencantados, al mismo tiempo que deben buscar -o dividir- el voto ultra-obradoristas que se inclina por Sheinbaum. Eso explica el inefable lanzamiento presidencial de Yeidckol Polevnsky, que como sospechan en Palacio Nacional tendría como objetivo restar algunos votos de la única mujer corcholata.
También la pomposa idea de crear una Secretaría de la 4T conducida por Andy López Beltrán, hijo del presidente. “De alguna manera hay que vincular su imagen con AMLO prescindiendo de los eventos de Morena, porque ese es territorio de Claudia”, argumentan los estrategas.
En el War Room existen, además, otras dos mesas de campaña. Una es el “CPN” o Consejo Político Nacional, que reúne a las figuras políticas que ayudan en el armado de la estructura nacional. Un tema que Durán Barba desprecia, pero que es clave en toda elección. Allí se sientan, entre otros, Martha Delgado, Emmanuel Reyes, Santiago Nieto, Daniel Sibaja y Javier López Casarín.
Otro aspecto clave, desde luego, es la recaudación de fondos. La mesa de los “empresarios” le llaman, un eufemismo para buscar aportes, y que está encabezada por Luis Rosendo -otro hombre clave en el war room-. Rosendo fue tesorero en la gestión de Ebrard en el DF.