En su primera conferencia matutina tras la ceremonia de investidura, la presidenta Claudia Sheinbaum abordó las críticas generadas por el beso que le dio en la mano al senador del Partido Verde, Manuel Velasco. Sheinbaum defendió su acción como un acto de “reciprocidad”, afirmando que esta práctica forma parte de su estilo desde su campaña presidencial.
Al ser cuestionada por la prensa sobre el beso, Sheinbaum explicó: “Yo acostumbro a que si llegan a darme un beso en la mano, yo regreso el beso”. La mandataria destacó que su gesto no tenía ninguna connotación especial, sino que simplemente respondía a un acto de cortesía. “Fue eso sencillamente, me besó en una mano, regresé, algo natural y de reciprocidad”, agregó.
Sin embargo, la imagen del saludo ha desatado una ola de críticas en redes sociales, especialmente debido al pasado político de Velasco, quien fue gobernador de Chiapas. La senadora Lilly Téllez no tardó en manifestar su desaprobación, acusando a Sheinbaum de realizar un acto de “reverencia” hacia la corrupción. En una publicación en X, Téllez escribió: “Nunca se agachen ante nadie, no besen manos sucias, no hagan reverencia a los corruptos (…) esa presidenta agachada besando la corrupción, no nos representa”.
El encuentro entre Sheinbaum y Velasco ha reavivado el debate sobre la relación entre la política y la ética, y cómo los gestos simbólicos pueden ser interpretados en un contexto donde la percepción pública es crucial. La presidenta enfrenta el desafío de equilibrar su imagen y la de su administración en medio de un entorno político tenso.
Con este acto, Sheinbaum no solo reafirma su estilo personal, sino que también se encuentra en el centro de una discusión más amplia sobre la transparencia y la responsabilidad en el gobierno.
Vía Latinus