EMEEQUIS.– El 4 de mayo, un hombre de 52 años, diabético e hipertenso, se arrojó del tercer piso del Hospital General de la Región Tula-Tepeji en Hidalgo; falleció minutos más tarde. Tres días antes había llegado por problemas respiratorios y fue diagnosticado positivo a COVID-19.
Por medio de un mensaje en Twitter, el hospital señaló que, pese al resultado de la prueba y las comorbilidades que presentaba, no era considerado grave y había mostrado evolución positiva, tanto que se preveía su alta un par de días después. “Aparentemente no manifestó ninguna sintomatología psiquiátrica o de ansiedad durante su estancia hospitalaria”, detalló el centro hospitalario.
Este caso no ha sido el único. A finales de abril, en el Hospital General Dr. Enrique Cabrera en la Ciudad de México, un joven de 29 años intentó quitarse la vida también arrojándose de la azotea. Presentaba un cuadro grave de COVID-19. Elementos de la policía lograron persuadirlo diciéndole que se recuperaría, sin embargo, falleció horas después a causa del virus.
Estas escenas no son exclusivas de México: se han repetido en diversas partes del mundo, desde que el 31 de diciembre de 2019 se hizo pública la aparición de un nuevo virus en China: una enfermedad para la que no había cura ni vacuna, de rápida propagación y de letalidad considerable.
Desde entonces, la salud mental de quienes padecen la enfermedad, sus familias, personal médico e incluso de los que están en aislamiento se ha visto afectada.
LA CRISIS ECONÓMICA, FACTOR
El Dr. Mark A. Reger, de la Universidad de Washington, publicó el estudio “Mortalidad por suicidio y COVID-19: ¿una tormenta perfecta?”, en el que aborda el riesgo del distanciamiento social que busca contener la propagación del virus. “Mientras se apuesta por la reducción de nuevas infecciones, el potencial de resultados adversos como el suicidio incrementa”.
El especialista y los coautores, Ian H. Stanley y Thomas E. Joiner, detallaron entre los factores de riesgo la cancelación de eventos públicos y el cierre de negocios que vaticinan un recesión económica. “Las recesiones económicas están asociadas al incremento de suicidios, en comparación de periodos de relativa prosperidad”, señalan.
Pero el principal estresante es el aislamiento social, pues “las teorías del suicidio enfatizan el papel clave que juegan las conexiones sociales en su prevención”. Por eso es preocupante que el aislamiento sea la clave de la estrategia de contención del COVID-19, alertan.
“La familia y los amigos permanecen aislados de las personas hospitalizadas, incluso cuando sus muertes son inminentes. En la medida en que estas estrategias aumentan el aislamiento social y la soledad, pueden aumentar el riesgo de suicidio”.
El estudio también señala la falta de esperanza para pacientes adultos mayores o con comorbilidades, quienes presentan mayor riesgo de empeorar o morir tras contagiarse. “Un paciente ilustró el costo psicológico de los síntomas de COVID-19 cuando le dijo a su médico: Siento que usted me envió a casa a morir”.
Al respecto, Jorge Álvarez, maestro en psicología clínica y jefe del Programa de Intervención en Crisis a Víctimas de Desastres Naturales y Sociorganizativos de la UNAM, explica que, en la etapa crítica de la enfermedad, se puede presentar ideación suicida; es decir, la presencia de deseos de muerte y de pensamientos persistentes al respecto.
“No hay una cura, no hay una vacuna, lo único que existe hasta el momento son esfuerzos por contener el avance y esto tiene una repercusión en el estado de ánimo. En suma, con el aislamiento, con el estar lejos de los familiares, pueden desarrollar estos pensamientos en la etapa más crítica de la enfermedad, pero pasándola estos temores también se disipan”.
“ELLA TRATÓ DE HACER SU TRABAJO Y ESO LA MATÓ”
En su análisis, los especialistas abordan también los riesgos en el personal médico, quienes sin un factor estresante extra como lo es la pandemia, ya presentaban tasas elevadas de suicidio en el mundo.
Lorna Breen, de 49 años, quien lideraba el departamento de emergencias del Hospital New York-Presbyterian Allen en Estados Unidos, y que trató a pacientes con coronavirus, se suicidó el 29 de abril pasado. Sus familiares, la policía y compañeros ligan su muerte al trauma que están padeciendo los trabajadores que luchan en la primera línea contra el virus, según medios locales.
“Ella trató de hacer su trabajo y eso la mató”, dijo su padre a The New York Times.
La angustia del personal médico incluye la exposición de los miembros de su familia, tener de cerca a colegas que enferman y mueren, así como la escasez del equipo de protección. Mirar las salas de sus centros de trabajo llenas de pacientes incrementa el estrés laboral.
Esta población, advierte el estudio, requiere servicios de apoyo y prevención.
Otro estudio, denominado “Progresión de los Servicios de Salud Mental Durante el Brote de COVID-19 en China”, publicado en la Revista Internacional de Ciencias Biológicas, detalla que los profesionales de la salud que estuvieron en la primera línea de combate, principalmente en Wuhan –donde se originó el virus– tuvieron secuelas por la excesiva carga de trabajo, el aislamiento y la discriminación. Entonces se recrudeció el agotamiento físico, miedo, trastornos emocionales y problemas de sueño.
En un estudio de mil 563 profesionales de la salud, más de la mitad presentaron síntomas depresivos (50.7%), ansiedad (44.7%) y trastornos de sueño (36.1%).
La discriminación y las agresiones contra el personal médico ya han proliferado en México. El 20 de abril pasado, la jefa de la División de Programas de Enfermería del IMSS, Fabiana Maribel Zepeda Arias, pidió entre lágrimas detener las agresiones contra los trabajadores de salud, a quienes los han insultado en la vía pública, aventado cloro, prohibido el acceso al transporte público y dañado sus automóviles por considerarlos portadores del virus.
“Duele hablar de esto, duele hablar de lo que le pasa a tu gente, duele hablar de los trabajadores de salud que también somos personas, que también tenemos familia y que hoy estamos dejando muchas cosas: nuestras casas, nuestra familia, estamos dejando nuestra vida en las unidades hospitalarias y así lo decidimos todos los días”, dijo en la conferencia de las 19 horas encabezada por el subsecretario de Promoción y Prevención de la salud, Hugo López-Gatell.
LAS SECUELAS DEL CONFINAMIENTO
El Mtro. Álvarez detalla que en el estudio “Percepción Psicosocial en México sobre el COVID-19”, realizado en la primera etapa de la pandemia, el 78% de los encuestados dijo tener las herramientas emocionales necesarias para afrontar el panorama. Hasta el 24 de marzo, los más de 6 mil mexicanos que contestaron el formulario digital dijeron tener angustia, ansiedad y niveles bajos de estrés, tensión y miedo.
“Había también hartazgo por la saturación de la información, tristeza e impotencia; pocos ataques de pánico, ansiedad y angustia, algunos dijeron sentirse enojados. Pero esto fue antes de que entráramos a la fase crítica”, explica.
El confinamiento puede desarrollar violencia en los hogares, agresiones físicas, verbales y psicológicas, por lo que recomienda establecer acuerdos internos para la mejor convivencia. Así como establecer una rutina y realizar algún ejercicio todos los días para reducir la ansiedad y evitar problemas de salud relacionados con el sedentarismo.
Recuerda que el programa que lidera se inició en 1985, en el contexto del terremoto que sacudió al país. Se reactivó en 1997 con el Huracán Paulina y revivió en 2009 con la influenza AH1N1. “Las principales preocupaciones están enfocadas en la supervivencia cotidiana, pero poco a poco van saliendo los problemas menos visibles: soledad, temor, angustia, ansiedad. Es importante contar con apoyo para contener estas secuelas del aislamiento”.
El Dr. Mark A. Reger hace énfasis en la importancia de que la distancia tiene que ser física más no social: “Es importante esforzarse por mantenernos conectados por video o teléfono, especialmente con los individuos que tienen mayores riesgos de cometer suicidio”.
Asimismo, sugiere la implementación de apoyo psicológico a distancia para quienes se están viendo mayormente afectados por el aislamiento y por el contexto internacional. Además recomienda incluir desde la administración pública esfuerzos por proveer atención psicológica a los ciudadanos.
@AleCrail