La tragedia de la Línea 12 está por convertirse en la lápida que sepulte las aspiraciones políticas de dos presidenciables y que de paso se lleve al presidente de Morena y a uno de los financiadores políticos más importantes de la 4T
Un Secretario de Relaciones Exteriores que hizo la construcción exprés de una Línea 12 del Metro de la Ciudad de México que, por fallas en su diseño, colapsó dejando 26 hogares enlutados. ¿Cuál era el apuro?…
Un Presidente de Morena que autorizó un costo de mil millones de dólares extras al cambiar el rodamiento neumático por metálico, lo que generó un severo desgaste de las vías y obligó a cerrar por un año la operación de esa Línea 12. ¿Dónde acabó ese dinero?…
Una Jefa de Gobierno de la Ciudad de México que promete justicia, contrata un peritaje y al momento de recibir el documento final descalifica a la empresa con prestigio internacional, porque la conclusión es que -además de mal construida- la Línea 12 tenía serias fallas de mantenimiento. ¿No quiso enfrentar su responsabilidad?…
Un empresario-constructor que se hace justicia por sus propias declaraciones, exonerándose a sí mismo por las fallas y las vidas que cobró la tragedia en el tramo de la Línea 12 que su empresa deficiente y negligentemente construyó. ¿Será que se siente dueño de México?…
Un Presidente que busca salvarle la cara a todos, menos salir a abogar por las víctimas y sus familias, que se ven obligadas a irse a una corte de Nueva York a reclamar lo que en justicia les corresponde.
Tienen razón, los de hoy no son iguales… son peores.
Porque el último episodio de las investigaciones en torno a la Línea 12 -que tardaron más de un año en concluirse- fueron descalificadas, sin más, por Claudia Sheinbaum, bajo el argumento de que alguien con conflicto de interés se les coló en el peritaje. Acusó “mano negra”.
Ser las eternas víctimas, tirarse al piso para que se les tenga compasión, sacarle la vuelta a sus responsabilidades y cuando todo eso falle, buscar a los conservadores para endosarles la culpabilidad. Esa es la historia de siempre dentro del gobierno de la Cuarta Transformación.
Su maestro es el inquilino de Palacio Nacional y todos, sin excepción, ya aprendieron que el camino más corto para eludir la culpabilidad es la de declararse víctimas. Denunciar que el complot los persigue.
Pero eso no pega en el caso de la tragedia de la Línea 12. Porque alguien tiene que asumir la responsabilidad. O fue quien aceleró su construcción, o quien la construyó deficientemente o quien no le dio el mantenimiento adecuado.
Que, a un año del colapso cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, no se tenga una conclusión y que todos dentro del gobierno se lancen la pelotita para eludir su responsabilidad, es criminal.
Sobre todo, porque no es casualidad que los dos personajes centrales en esta tragedia -Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum- sean los dos precandidatos presidenciales punteros de Morena para el 2024.
Tampoco es una casualidad que el líder del partido en el poder -Mario Delgado- sea otro de los involucrados en la danza de los dineros que financiaron malas decisiones que dieron al traste con una obra magna.
Y mucho menos es obra de la casualidad que el constructor del tramo colapsado -Carlos Slim Helú- sea quien asumiéndose como juez y parte se lave las manos y diga que con reparar el daño se olvidan las 26 vidas y los millones de horas hombre que se perdieron, primero al reparar la falla de los rodamientos y ahora por el cierre de la Línea 12 tras la tragedia.
Pero eso solo sucede en un gobierno que enarbolaba como estandarte la lucha contra la corrupción y que ahora, como premio a su auto exoneración en la Línea 12, le entrega a las constructoras del hombre más rico de México algunos de los tramos clave del Tren Maya.
La tragedia de la Línea 12 del Metro está por convertirse en la lápida que sepulte las aspiraciones políticas de los dos principales aspirantes y que de paso se lleve al presidente de Morena y a uno de los financiadores políticos más importantes de la Cuarta Transformación.
Es triste que ése sea el panorama del futuro de México. Tan triste como esperar que la verdad de lo que sucede en nuestro país tenga que venir desde los tribunales de los Estados Unidos.
O al que lo dude que se asome a los juicios que se llevan en territorio norteamericano de los mexicanísimos casos de Genaro García Luna, el fiscal Edgar Veytia, Juan García Ábrego, el hijo de “El Mencho”, la esposa de “El Chapo”, las disputas de Oceanografía y Oro Negro, y ahora los litigios de la Línea 12.
En la campaña presidencial del 2018 nos prometieron que se iba a separar el poder político del empresarial. Que las colusiones entre funcionarios y constructores verían en este sexenio su fin.
Está claro que, al menos en el caso de la Línea 12, ambos pernoctan todavía en la misma cama y planean ya su renovación de votos rumbo al 2024.