En 1984 Buendía era en aquel entonces autor de la columna “Red Privada”. La investigación llevada a cabo años después reveló que el autor intelectual de ese asesinato fue José Antonio Zorrilla, director de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).
CIUDAD DE MÉXICO (proceso).-Este 30 de mayo se cumplen 38 años del asesinato del columnista Manuel Buendía Tellezgirón, el crimen que el periodista Miguel Ángel Granados Chapa calificó como “el primer asesinato de la narcopolítica en México”. En 1984 Buendía era en aquél entonces autor de la columna “Red Privada”. La investigación llevada a cabo años después reveló que el autor intelectual de ese asesinato fue José Antonio Zorrilla, director de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).
Entre 2013 y 2014, Proceso detalló parte de una serie de reportajes sobre la denominada Operación Leyenda, una investigación sobre el asesinato del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena. Como parte de esos trabajos, el semanario reveló un documento clasificado por el gobierno de Estados Unidos como top secret y cuyo contenido puso a la luz una serie de nombres y hechos que pudieron haber desembocado en el homicidio del periodista a principios de los ochenta.
Un documento del gobierno de Estados Unidos etiquetado con la leyenda “Top Secret” y con fecha del 13 de febrero de 1990, también menciona a Manuel Bartlett Díaz, actual titular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en referencia al caso del asesinato del periodista Manuel Buendía.
“Buendía llevó a cabo una investigación sobre la colusión que existía entre Manuel Bartlett Díaz, exsecretario de Gobernación, con Miguel Aldana Ibarra, excomandante de la Policía Judicial Federal, y Manuel Ibarra Herrera, exdirector de la DFS, quienes eran consortes de los narcotraficantes”, se lee en el documento, cuyo contenido dio a conocer Proceso el 6 de abril de 2014.
Por el crimen de Buendía, fueron detenidos y compurgaron su sentencia Rafael Moro Ávila, exagente de la desaparecida DFS, y José Antonio Zorrilla Pérez, exdirector de esa poderosa agencia de seguridad y quien pretendía convertirse en gobernador de su natal Hidalgo.
En su libro “Manuel Buendía, el primer asesinato de la narcopolítica en México”, Granados Chapa describe el contexto en el que se cometió el crimen, y el nivel de intereses que estaba incomodando con sus columnas, desde secretarios de Estado, empresarios y hasta presidentes.
Ángel Buendía afirma en su libro titulado “Mi Testimonio”, publicado en 1999, que la razón fundamental del crimen fue el conocimiento que había logrado obtener su hermano Manuel sobre las vinculaciones de algunas autoridades y narcotraficantes mexicanos sobre la operación ilegal del gobierno estadounidense destinada a entregar armas a la contra nicaragüense.
La parábola del vaso
Vicente Leñero, fundador de Proceso mostró el rostro del poder que tenía Zorrilla Pérez, cuando acudió el 25 de noviembre de 1983 a la redacción de Fresas #13 para frenar un reportaje sobre los sobrinos de Bartlett. El episodio se conoce como la “parábola del vaso”.
Zorrilla chasqueó la boca. Puso el vaso de coca cola en el filo de la mesa ovalada que presidía la sala de juntas y empezó a deslizarlo, con las puntas de los dedos, hacia delante, mientras decía:
–¿Sabe lo que les pasa a ustedes? Son como este vaso –filosofó–: caminan rectos, rectos, pero no se dan cuenta de que la realidad se tuerce, como la mesa… ¿y qué pasa?
Zorrilla había llevado el vaso hasta el límite donde la mesa ovalada empezaba a curvarse. Lo impulsó un poco más, en línea recta, y el vaso cayó con el estrépito de un pequeño vaso que se triza en el suelo y derrama el contenido de la coca cola.
–¿Se da cuenta? –me preguntó.
–Sí –dije–, ya entendí.
Zorrilla se inclinó para recoger una porción del vaso roto y lo puso de nuevo en la mesa. Sonrió. Parecía satisfecho con su parábola. Dijo, después de un silencio:
– ¿Usted tiene cuatro hijas, verdad?
–Sí, señor.
–Cuatro hijas a las que quiere muchísimo.
–Muchísimo, señor Zorrilla.
–No deje que les pase nada, señor Leñero… ¿Por qué no convence de una buena vez a Julio y terminamos con esto? Hágame ese favor.
Me levanté de la silla, dije un vago “con permiso” y fui a encontrarme con Julio, que había regresado a su oficina. Le conté el incidente, tal cual. Me vio francamente asustado.
–No, Julio, no se vale. Este cabrón y el cabrón de Bartlett no se andan con mamadas. Yo me la he jugado contigo desde el golpe a Excélsior por cosas importantes, pero por los pinches sobrinitos de Bartlett de plano no, no vale la pena. Yo ahí sí me rajo. Este amigo va…
–No me digas más, Vicente, no me digas más.
–Puedes pensar que soy un cobarde, que…
–Que no me digas más, te digo. Ya. Se acabó. Vamos a ver a Zorrilla.
Julio me tomó del brazo y regresamos a la sala de juntas, donde el director de la Federal de Seguridad continuaba sentado.
Leñero recuerda: “En 1985, un año después de que el periodista Manuel Buendía fue asesinado en un estacionamiento, José Antonio Zorrilla dejó la Federal de Seguridad. Fue nombrado candidato a diputado federal por el PRI, pero huyó del país. Se le acusó de mantener nexos con narcotraficantes y de ser el autor intelectual del crimen de Buendía. Lo declararon culpable en 1993 y lo sentenciaron a 35 años. Ahí sigue, el cabrón, en la cárcel”.
José Antonio Zorrilla Pérez, sin embargo, fue liberado el 10 de septiembre de 2013, y puesto en custodio domiciliaria debido a su grave estado de salud.