EMILIO LOZOYA AUSTIN QUERÍA SER COMO SU PAPÁ

Por: Adán Morales

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Proveniente de una familia que dio secretarios de Estado, gobernadores y legisladores, Emilio Lozoya Austin no logró emular a sus ancestros, pese a que desde tiempos universitarios aseguraba que seguiría los pasos de su abuelo, su papá y su tío.

LOZOYAEmilio Lozoya en una conferencia con sus abogados para defenderse de los señalamientos en su contra (2017). Foto: Diego Simón Sánchez / Cuartoscuro.com

 

EMEEQUIS.– Emilio Lozoya Austin quería ser como su papá. Al menos eso es lo que les decía a sus compañeros de la Facultad de Economía de la UNAM, donde cursaba economía, y del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), donde estudiaba leyes, allá por finales de los 80s y principios de los 90s.

Por entonces, su padre, Emilio Lozoya Thalmann, era un eficiente funcionario del gabinete de Carlos Salinas de Gortari, en donde desempeñaba el cargo de secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal (SEMIP), y hasta fue considerado entre los aspirantes a la candidatura del PRI a la presidencia de la República.

Compañeros universitarios del exdirector de Pemex, ahora caído en desgracia, nos confían que aquellas aspiraciones eran vistas con seriedad y respeto por parte de sus congéneres, que conocían la prosapia de los Lozoya.

Y es que el proceso judicial de Lozoya Austin no es solamente el juicio de un hombre por sus actos delictivos, ni nada más que el apetitoso espectáculo mediático montado para el deleite de las masas. Es también, nos hacen ver, el final de la vida pública de una estirpe que había dado legisladores, gobernadores e integrantes de gabinetes presidenciales desde los años 40s.

AÑEJOS LAZOS CON LOS SALINAS

El abuelo de Emilio Lozoya Austin fue Jesús Lozoya Solís. Nacido en Parral, Chihuahua, en pleno estallido de la Revolución Mexicana, don Jesús fue cirujano, egresado de la Escuela Médico Militar de la Ciudad de México. También fue senador y llegó a dirigir el Hospital Central Militar. En 1955 ejerció como gobernador interino de Chihuahua, en sustitución de Óscar Soto Maynez, quien perdió el control del gobierno.

Desempeñó la gubernatura hasta 1956, donde “restituyó la institucionalidad”, cosa que por aquellos años se consideraba muy meritoria. Se sabe que Lozoya Solís entró en contacto con la familia de Raúl Salinas Lozano –padre de Carlos Salinas de Gortari– desde aquellos años.

Lozoya Solís tuvo dos hijos dedicados a la política, uno con María Guadalupe Legorreta López-Valdez y otro con Susana Thalmann Richard.

El primero de ellos, hijo de Guadalupe, fue Jorge Alberto Lozoya Legorreta, licenciado en relaciones internacionales y doctor en historia por la Universidad de Stanford, quien se desempeñó en el Servicio Exterior Mexicano, y participó en dos oficinas presidenciales: en la de Luis Echeverría Álvarez, como subsecretario de la Oficina de la Presidencia; y en la de Carlos Salinas de Gortari, como secretario Técnico del Gabinete de Política Exterior.

Su medio hermano, hijo de Susana, fue Emilio Lozoya Thalmann, nacido en 1947. Estudió economía en la UNAM, y efectuó una maestría en administración de empresas en la Universidad de Columbia. Fue subsecretario de Trabajo y Previsión Social en el sexenio de Miguel de la Madrid, y en el de Carlos Salinas fue primero director del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), y después titular de SEMIP.

DE LOS TOFICOS AL GRUPO COMPACTO

Como puede verse, la familia Lozoya vivió horas de gloria en el sexenio salinista. Además de la vieja amistad de sus familias, Lozoya Thalmann tenía algo más en común con Carlos Salinas de Gortari: compartieron aulas en la Facultad de Economía de la UNAM.

Ifigenia Martínez, quien entonces dirigía dicha facultad, comentó en alguna ocasión que el grupo de Salinas se destacaba en esa escuela no sólo por su “pujanza”, sino también por el conocido caudal de sus familias, al punto que se referían a ellos como los toficos, que era el nombre de un caramelo muy popular a finales de los 60s, y cuyo slogan era: “Toficos, ¡uy qué ricos!”.

En ese grupo estaban, entre otros, Carlos Salinas, Manuel Camacho Solís, José Francisco Ruiz Massieu y Lozoya Thalmann.

Ya en el gobierno, el titular de SEMIP formaba parte del grupo compacto de Salinas. Incluso, ahora parece haberse olvidado, pero Lozoya Thalmann fue considerado entre los cuatro “finalistas” para la nominación presidencial priísta, incluso por encima de Ernesto Zedillo. Hoy se sabe que Salinas se inclinaba por Luis Donaldo Colosio desde un inicio, o al menos él se ha encargado de difundirlo ampliamente, pero hacia finales de 1993 todavía se barajaban distintas posibilidades al interior del PRI y del gabinete presidencial.

Muestra de ellos, es que tanto el exregente capitalino Manuel Camacho como el propio Salinas, refieren dos reuniones dentro de los protocolos de la toma de decisión del candidato. Camacho lo hace en sus “Memorias apócrifas”, que nada tienen de apócrifo, y Salinas en la entrevista que dio a Jorge G. Castañeda para su libro “La herencia”.

Las dos reuniones se efectuaron en Los Pinos. El 2 de septiembre de 1993, Salinas organiza un almuerzo en Los Pinos con el líder de la CTM, Fidel Velázquez. En ella, el entonces presidente destaca las capacidades de los precandidatos, sin llamarlos así, desde luego. La segunda, es una cena efectuada ocho días antes del destape con el pretexto de evaluar la reciente aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá, en la que Salinas habla de nuevo de las virtudes de todos los convidados, sólo que ahora sin la presencia del líder obrero.

A las dos reuniones asisten los finalistas: Luis Donaldo Colosio, secretario de Desarrollo Social, y Camacho, regente. Pero también Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda; Emilio Lozoya, titular de SEMIP; Ernesto Zedillo, secretario de Programación y Presupuesto; y José Serra Puche, secretario de Comercio y Fomento Industrial, nombrados en el orden de sus posibilidades.

Ya se sabe quién fue el elegido y el posterior relevo. Pero antes de aquello, Lozoya Thalmann se consideraba uno de los más eficientes y leales integrantes del gabinete y del grupo compacto presidencial. De suerte que la admiración de su hijo, el junior Emilio Lozoya Austin, y de sus compañeros de la universidad, estaba justificada.

Además, a pesar de haber perdido la carrera presidencial, Lozoya Thalmann cerró aquel sexenio con el mismo decoro y serenidad con los que había llegado. Y como es claro, su hijo no pudo emular ese ejemplo.

 

@emeequis