Tiene un poder enorme, pero enfrenta enormes desafíos.
Pocos dudaban de que Claudia Sheinbaum ganara las elecciones de México el 2 de junio y se convirtiera en la primera mujer presidenta del país. Pero la aplastante victoria de los votantes a favor de ella y de Morena, el partido gobernante, superó las expectativas. Obtuvo al menos el 58% de los votos, una proporción mayor que la obtenida en 2018 por su predecesor, Andrés Manuel López Obrador. Es casi seguro que la coalición de Morena obtendrá una supermayoría en el Congreso. Esto presagia peligro: incluso antes de que ella asuma el cargo el 1 de octubre, su partido gobernante podrá dar forma a México, incluso modificando la constitución.
La contundente victoria se debe en parte a las políticas redistributivas de Morena, una combinación de transferencias de efectivo y aumentos constantes del salario mínimo. La proporción de votos de Sheinbaum fue mayor en las zonas más pobres del país, aunque prevaleció en todos menos uno de los 32 estados de México. “No recibo nada, pero estoy feliz de que estudiantes, personas mayores y personas de escasos recursos tengan apoyo”, dice Miriam Salazar, una arquitecta de 42 años en la Ciudad de México.
El déficit fiscal ya supera el 5% del pib. Contenerlo y al mismo tiempo pagar estas transferencias, que Sheinbaum planea ampliar, es sólo uno de los desafíos. Tendrá que complacer a sus seguidores y a su partido (sin el carisma populista de López Obrador) y al mismo tiempo tranquilizar a los mercados financieros. También es necesario abordar urgentemente la creciente inseguridad y la deslucida economía de México.
Sheinbaum, quien fue tecnocrática como alcaldesa de la Ciudad de México, fue conciliadora en su discurso de victoria. Prometió gobernar para todos los mexicanos, preservar la democracia, trabajar con Estados Unidos y alentar las empresas y la inversión privadas. Pero el mercado de valores de México cayó un 6% y el peso cayó a su nivel más débil frente al dólar en seis meses. La liquidación fue impulsada por preocupaciones sobre la supermayoría de Morena y hasta qué punto podría apoyar los esfuerzos de López Obrador para reescribir la constitución de maneras que socaven la democracia y perjudiquen a las empresas en México.
El Congreso toma sus escaños un mes antes de que el nuevo presidente asuma el cargo, por lo que López Obrador tendrá la oportunidad de impulsar él mismo un paquete de 20 cambios constitucionales. Quiere consagrar el bienestar animal y un salario mínimo fijado por encima de la inflación. Los jueces de la Corte Suprema y los jefes del órgano electoral serían designados por voto popular. Se aboliría una serie de agencias autónomas. El control de la policía federal pasaría al Ministerio de Defensa, que la Corte Suprema había declarado inconstitucional.
Sheinbaum ha apoyado abiertamente estas iniciativas. En teoría, su fuerte mandato personal podría permitirle trazar su propio camino. Pero la supermayoría de Morena aumenta la influencia de López Obrador después de la presidencia, ya que él controla el partido, y puede frenar cualquier instinto divergente que ella albergue. López Obrador tiene algunas líneas rojas, incluido el continuo apuntalamiento de Pemex, la compañía petrolera estatal que es la más endeudada del mundo.
La señora Sheinbaum es astuta. Quizás encuentre formas de dejar su propia huella y al mismo tiempo mantener feliz a su mentor, tal vez haciéndose eco de su retórica nacionalista, de priorizar a México, mientras actúa con menos grandilocuencia y es amigable con las empresas en privado. Tendrá más espacio para promover sus propias políticas en servicios públicos como la atención sanitaria.
La promesa de Sheinbaum de avanzar en la transición de México hacia la energía verde (una política poco común en la que divergió de López Obrador durante la campaña) será una prueba. Se necesita abundante energía limpia para estimular el crecimiento económico. Los inversionistas extranjeros se han visto desanimados por la costosa y sucia electricidad de México, lo que significa que el país no ha logrado alcanzar su potencial como lugar donde las empresas que se diversifican fuera de China podrían expandirse.
Es preocupante la falta de una oposición seria al gobierno. La coalición opositora más fuerte, que ha estado liderada por Xóchitl Gálvez, “ha sido un fracaso total y está muerta”, dice el analista Antonio Ocaranza. Esto ofrece a Morena la oportunidad de reforzar su control y deja peligrosamente pocos controles y contrapesos. ■
Vía: The Economist