Gonzalo Hernández Licona desentraña en entrevista los orígenes de la corrupción en México. “Por años y por siglos se ha dado una cohesión social de cuates y de amigos, no de instituciones, no de leyes”.
Por ETHOS ESPECIAL
EMEEQUIS.–Gonzalo Hernández Licona estudió la licenciatura en Economía en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), tiene una maestría en la Universidad de Essex y un doctorado en la Universidad de Oxford, ambas en Inglaterra. Fue catedrático y luego director de la carrera de Economía en el ITAM entre 1991 y 2002, actualmente es docente de la materia de Desarrollo Económico. Entre 2002 y 2005 fungió como director general de Evaluación y Monitoreo en la Secretaría de Desarrollo Social. Fundó y ejerció el cargo de secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) de 2005 a 2019. En 2017 fue elegido parte del Grupo de Científicos a cargo del informe sobre desarrollo sostenible a nivel global de la ONU referente a la Agenda 2030. Actualmente es director de la Red de Pobreza Multidimensional.
Ethos: ¿Cuál es la relación que existe entre la corrupción y la pobreza en México?
Hernández: Yo creo que hay varias líneas de hipótesis. Una es el hecho de que directamente la corrupción te quita recursos que deben de ir a la población beneficiaria en pobreza. Una segunda es que, si tú estás en un gobierno queriendo hacer lana vía la corrupción, te interesa menos la población en pobreza y estás más bien queriendo ver qué negocios haces.
A lo mejor un tercero es que la propia necesidad de la gente puede llevar a una especie de manipulación, es una especie de corrupción lucrar políticamente con la pobreza, y eso ha sido histórico, tú puedes ver los mítines donde la figura central es el presidente entregando lana y la gente aplaudiéndole, acarreada. Hoy, ayer, antier o hace 40 años es lo mismo: los políticos lucrando con la pobreza.
Y luego, la última. México se ha construido con base en relaciones directas o de amigos o de cuates. Me parece que, en el país, la cohesión social que ha habido por años y por siglos es una cohesión social de cuates y de amigos, no de instituciones, no de leyes, entonces ahí el campo para la corrupción es enorme: “¿cómo logro yo cosas donde los dos nos beneficiamos?”.
El beneficio o los resultados de la interacción son a partir de cuates, “usted quiere esto, ¿por qué no nos arreglamos?”, “tú quieres este beneficio, ¿por qué no nos vamos a michas?”.
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E: Desde tu perspectiva, ¿somos pobres sólo por la corrupción?
H: No, no, no, no. No solamente por la corrupción, somos pobres por las asimetrías de poder históricas. Dicen los historiadores económicos que cuando llegan los españoles a México y ven la posibilidad de explotar plata, oro, caña de azúcar o algodón en el sur de Estados Unidos, se genera una función de producción donde se requieren pocos dueños y una masa amplia de población con capacidad de trabajo manual y muchas personas. Entonces se requiere de mucha gente con mano de obra poco calificada para que se meta a las minas de carbón, de plata, de oro –de cobre, en Chile–, para la pizca del algodón, para la caña de azúcar; requieren una masa de mucha gente con poca calificación que en buena parte –dicen los historiadores– sienta las bases para un país superdesigual, se hace una división muy clara de los que tienen, son dueños y capataces, y la gente que tiene que chambear en el campo.
En el caso de América Latina, más amplio, ante la ausencia de una mano de obra amplia no calificada trajeron negros de África a Colombia, a Brasil. Hoy la gran desigualdad de América Latina se da en buena parte por esa división de países colonizados.
E: ¿Cuál fue tu experiencia con la corrupción en el Coneval? ¿Qué mecanismos implementaron?
H: Cuando estuvo (José) López Portillo como presidente (en el sexenio 1976-1982), seguramente había mucha manga ancha, entonces podías contratar a tu hijo de subsecretario y podías adquirir el producto o el bien de la compañía de un compadre tuyo o de un hermano tuyo, ¿y qué pasó? Lo que sucedió fue un cambio radical importante, pero exagerado, donde se dice “a ver, para comprar un lápiz tienes que tener 45 papeles”.
La historia de América Latina en materia de derecho –a diferencia de la anglosajona– es esa desconfianza que genera un conjunto de leyes enormes, porque digo “yo quiero probar que vas a hacer trampa, tienes que darme tu acta de nacimiento, el acta de tu perro, el acta de tu mamá, de tu abuelita” y después de esto digo “híjole, creo que me estás mintiendo”.
Entonces, con tantas cosas que te piden se genera corrupción porque te digo “oye, no tengo el papel amarillo ni el acta de nacimiento de mi perro, ¿cómo me lo salto?”, pues cumplir con todo eso es difícil. Y entonces propongo: “bueno, pues aquí hay una lanita”. Así, nos enfrentamos por un lado a que hay un chorro de cosas que hay que hacer y por otro lado si no hacemos exactamente lo que dicen las normas, un día puede llegar algún presidente, secretario, subsecretario que no le gustó lo que el Coneval haya dicho de su programa o de la pobreza y es muy fácil decir por la vía de las normas que Coneval no cumplió con el acta de nacimiento del perro.
Lo que optamos por decir fue “ni modo, tenemos que cumplir a pie juntillas con el conjunto de papeles que nos piden en cada paso”, la compra de un lápiz, de un papel, todo. Vamos a invertir tiempo en hacerlo bien para ser completamente transparentes y para que mañana no sea una vía por donde nos ataquen, ya que en lo técnico no nos pueden atacar. Nos apegamos a todo lo que nos pedía la Función Pública, los auditores, la ASF (Auditoría Superior de la Federación) y lo hacíamos 10 veces porque preferíamos seguir las normas que había que hacer, por más absurdas y por más engorrosas que fueran. Y sí cumplimos con todos los procesos. En el Coneval se tienen las menores observaciones históricas de la ASF, eso nos da la tranquilidad de un trabajo que te deja dormir.
E: ¿Y no hay un costo de oportunidad en cumplir con esta normatividad exagerada? ¿Qué dejó de hacer el Coneval?
H: Cada vez que llega una auditoría es un chorro de chamba y si te tocan al mismo tiempo cinco auditorías, tres de la Función Pública, dos de la ASF, pierdes mucho tiempo. Hay que hacerlo, pero se invierte tiempo. Lo paradójico es que este poner papeles, papeles, papeles, para tratar de poner muchos filtros, no es garantía de que no haya corrupción.
@maumondeo
Ilustración: Daniela Guadarrama.
Por Maurizio Montes de Oca
Proyecto “Voces Anticorrupción” / Ethos