La Fiscalía del Estado de México sostiene el suicidio del actor tras una persecución policial, pese a que cuenta con pruebas que apuntan a un homicidio
El actor mexicano Octavio Pérez Ocaña, de 22 años, agonizaba en el asiento del piloto con el rostro ensangrentado por un balazo en el cráneo cuando medio país —incluida su familia— observó perplejo cómo unos policías entraban y salían del vehículo impasibles. Como si ahí dentro no estuviera a punto de morir un hombre. Ocaña y dos acompañantes habían sido perseguidos por la policía municipal hasta chocar contra un muro de una autopista. Mientras todavía movía la mano hacia la oreja derecha, cerca del lugar exacto por donde entró la bala (parietal derecho), unos agentes hablaban entre ellos y le hacían fotos. Sus últimos minutos con vida fueron grabados y difundidos por muchos medios y redes sociales. Poco después, el intérprete de Vecinos, de Televisa, se moría ahí solo, en frente de todos. Y su caso, cinco meses después, sigue despertando más dudas que certezas. La principal línea de investigación, el suicidio, se pone en duda con las mismas pruebas con las que cuenta la Fiscalía, según parte de la investigación a la que ha tenido acceso EL PAÍS.
El día que murió Ocaña, el 29 de octubre, fueron asesinadas en esa entidad 12 personas. El Estado de México, que abraza por el norte a la Ciudad de México y donde reside la inmensa bolsa de trabajadores de la capital, acumula los peores males del país: homicidios por las nubes (de media 10 al día), secuestros, extorsión, robo y el mayor índice de impunidad: más del 97% de los delitos no se resuelve. Este caso estaba destinado a engrosar la lista negra de carpetas de investigación sin culpables. Pero el cadáver de Ocaña, más conocido por su personaje en la ficción, Benito Rivers, reveló grietas profundas en un sistema de justicia en el que ya pocos ciudadanos confiaban —menos de la mitad de la población, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística—.
Que uno de los muertos de ese día fuera una celebridad, presionó a las autoridades a enviar comunicados de prensa, a declaraciones públicas del fiscal y acelerar una investigación que cargaba de origen con la negligencia habitual de los ministerios públicos. En menos de 24 horas se había concluido que Ocaña perdió el control del vehículo tras la persecución y antes de impactar contra el muro, o justo después, accionara una pistola que portaba ——la ley mexicana permite llevar algunas armas cortas para defensa propia—, y se disparó en el lado derecho del cráneo. Y esa es la línea de investigación que prevalece cinco meses después de lo sucedido.
En la carpeta de investigación se incluye, no obstante, que la escena del crimen fue alterada, según lo señalan los propios peritos de la Fiscalía, así como la cadena de custodia; también, los testimonios contradictorios de los testigos, en este caso, de los policías y de los dos acompañantes, que no recibieron la protección solicitada hasta meses después. Y fue descartada una prueba clave: la de rodizonato de sodio (pólvora) que salió negativo para todos los que viajaban en esa camioneta, incluido Ocaña. Estos son algunos de los cabos sueltos del caso, a cinco meses de lo sucedido.
Dispararse en marcha mientras le persiguen
La investigación detalla cómo, mientras era perseguido por una patrulla de la policía municipal de Cuautitlán Izcalli (Estado de México), uno de los agentes disparó en al menos tres ocasiones a la parte trasera de la camioneta. La persecución no está, por el momento, justificada: no se ha comprobado que el actor hubiera cometido algún delito o falta que ameritara tal despliegue ni uso de fuerza previos a su muerte. Tras la persecución, un perito de criminalística apunta a que Ocaña pierde el control del vehículo y concluye: “Momento en el cual el ahora occiso, muy probablemente empuñando con su mano derecha el arma de fuego y a consecuencia de la dinámica del evento, acciona el disparador del arma, produciéndose de esta manera la herida con características de orificio de entrada ubicada en el parietal derecho, con orificio de salida de forma irregular en el parietal izquierdo”.
La Fiscalía no incluye, no obstante, un examen de balística. El perito en campo señala que la trayectoria de la bala fue ascendente. De manera que, según sus conclusiones, se tuvo que disparar con su mano derecha, en marcha o en pleno choque, de abajo hacia arriba y desde una altura posterior a los hombros. El informe no aclara lo poco improbable que parece un disparo desde ese ángulo ni aporta más información sobre la mecánica. La única prueba que encuentran para determinarlo es que hay un casquillo dentro del vehículo, un arma y un impacto en la ventanilla izquierda que apuntan a que “puede ser” de una bala. Pero no se hicieron más exámenes dentro del coche. Entre que esto sucede y llegan los peritos de la Fiscalía pasan cinco horas y media.
Prueba negativa de pólvora en Ocaña
La investigación no tiene en cuenta que ninguno de los que viajaban en la camioneta de Ocaña, incluido el actor, dio positivo en la prueba de pólvora (rodizonato de sodio). Se trata del examen con mayor fiabilidad posible para determinar si alguien disparó un arma, especialmente si se efectúa dentro de las primeras seis horas. Pero la Fiscalía, aunque la incluye, no la considera relevante ni modifica su hipótesis del suicidio.
La carpeta no agregó que tampoco había pólvora en las mangas de la sudadera de Ocaña, y sí en un punto del pantalón, por debajo de la rodilla, según fuentes cercanas al caso. El hecho de que encontraran pólvora a esta altura puede abrir una nueva línea que apunte hacia un homicidio, pues a los detenidos se les suele someter boca abajo con la pierna doblada hacia la espalda y un agente sometiéndolo desde arriba, tal y como hicieron con los dos acompañantes, según se observa en los vídeos difundidos.
La bala nunca apareció
El informe forense detalla que existía un orificio de salida de la bala, pero esta nunca se encontró en la escena. Ni en el vehículo ni en el asfalto. Lo único que alegan para determinar que Ocaña se disparó es que había un casquillo de bala —que no examinaron—, un arma —que Ocaña empuñaba en algunos vídeos— y un posible impacto ejecutado desde dentro. No hay ningún informe que explique si esa arma se disparó, si tiene huellas de alguien más, si el casquillo puede pertenecer a un cartucho de esa pistola o a la de otra y de qué tipo. Tampoco si había más restos de pólvora dentro de la camioneta.
Los mismos peritos de campo reconocieron en su informe que todo había sido modificado, incluso que la camioneta había sido removida por una grúa antes de que llegaran los servicios periciales. Además, los policías entraron y salieron del vehículo, tal y como se observa en los vídeos, y no se resguardó el lugar de los hechos.
El policía con pólvora en sus manos y la pistola limpia
Solo hay una persona de todas las implicadas en los hechos que dio positivo en pólvora. El agente que, según las imágenes de las cámaras de seguridad, iba apoyado en la ventanilla izquierda del asiento del copiloto empuñando un rifle. El policía municipal, Leopoldo N. (tal y como se menciona en la carpeta para resguardar su identidad), reconoció haber disparado en al menos una ocasión al vehículo. Pero su arma, un fusil Beretta calibre 5.56, no registró huellas dactilares. Había otra arma, una pistola 9 milímetros —similar a la de Ocaña—, la de su compañero Gerardo N., que manejaba la patrulla, que no fue inspeccionada, según la investigación.
Robo de una pulsera de oro de 2.500 dólares
Además de que no fue resguardada la escena del crimen, la familia Ocaña interpuso una denuncia por el robo de una pulsera —una esclava— de oro que costó 51.000 pesos (unos 2.500 dólares, según el recibo presentado) que el actor llevaba consigo en el momento de los hechos. En un vídeo grabado con un celular se observa cómo una agente la lleva en las manos.
La denuncia incluye capturas de pantalla de la cuenta de Facebook de la presunta policía que compartió un vídeo de Ocaña consumiendo cocaína, unas imágenes que se encontraban en el celular del actor, que estuvo a disposición judicial y por el que se presume que no se resguardó la cadena de custodia de las pruebas. La difusión de estas imágenes supuso además un escándalo que trató de dañar la imagen de la víctima, según otra denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción.
Los acompañantes, bajo amenaza
Los que viajaban con Ocaña esa tarde, un mecánico y un sastre que iban con él a una comida a Villa del Carbón, según cuenta la familia, fueron detenidos. Desde el principio se convirtieron en los principales sospechosos del presunto homicidio de Ocaña, pues las primeras investigaciones apuntaban a que el disparo se había producido desde dentro de la camioneta. Pero tras la prueba negativa de pólvora y sus testimonios, salieron libres. En su declaración señalaron que después del impacto del coche, quedaron inconscientes, y cuando despertaron estaban sometidos por los policías sobre la carretera.
Ahora viven con “temor a represalias y ataques físicos”, cuentan fuentes cercanas al caso. Pues después de que en diciembre se pidiera protección estatal para ellos, como los testigos clave de lo que sucedió ese 29 de octubre, no la han recibido hasta febrero.
Los únicos detenidos y procesados por el caso han sido una paramédica y un policía de investigación que presuntamente difundieron las imágenes del cadáver de Ocaña mientras estaba tendido en la plancha de patología del Hospital Lomas Verdes. El resto de agentes que participaron no solo en la persecución, sino los que llegaron en apoyo a sus compañeros y alteraron la escena del crimen, no están siendo investigados. Los agentes que dispararon desde la patrulla han regresado a sus puestos de trabajo.
Elena Reina es redactora de la delegación de México de EL PAÍS desde 2014. En 2020 ganó el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo por la cobertura de la crisis migratoria en la frontera sur. Se ha especializado en temas de narcotráfico, migración y violencia de género.