Aquel 7 de febrero de 1985 Enrique “Kiki” Camarena, agente de la DEA, fue secuestrado en una operación que habría sido dirigida por la Secretaría de Gobernación, en equipo con el Cártel de Guadalajara, del cual Rafael Caro Quintero formaba parte. Lo golpearon hasta la muerte. Testimonios ubican a Manuel Bartlett en el interrogatorio.
Por Esteban David Rodríguez
EMEEQUIS.– A Enrique Camarena Salazar, llamado “El Kiki”, primero lo “ablandaron” a golpes, luego lo amarraron de pies y manos por la espalda, unidas ambas ataduras; le brincaron encima corpulentos golpeadores, lo quemaron con cigarrillos, le rompieron los huesos y los dientes, y le metieron un palo de escoba en el recto.
Camarena era agente encubierto de la agencia antidrogas de los Estados Unidos (Drug Enforcement Agency, DEA), tenía 37 años de edad, y vivía con su esposa e hijos en la capital tapatía bajo la fachada de agricultor.
Desde los 18 años quería ingresar al FBI (Buró Federal de Investigaciones, por sus siglas en inglés). Se había infiltrado en el Cártel de Guadalajara, la organización delictiva que lideraban Ernesto Fonseca Carrillo alias “Don Neto”, Miguel Ángel Félix Gallardo, Manuel Salcido Uzeta, conocido como “El Cochiloco”, y Juan José Esparragoza Moreno, llamado “El Azul”.
Aquel 7 de febrero de 1985 lo secuestraron en una operación dirigida por Sergio Espino Verdín, comandante de la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS) de la Secretaría de Gobernación, quien trabajaba con su equipo para el Cártel de Guadalajara. Lo subieron a un Valiant azul, y comenzaron a golpearlo.
Bajaron a Camarena en una casa de la calle Lope de Vega de la colonia Jardines del Bosque, en Guadalajara, propiedad de Rubén Zuno Arce, cuñado del expresidente Luis Echeverría. Le vendaron los ojos. Salió a recibirlo Rafael Caro Quintero con una patada que lo derribó: “¡Así te quería tener, hijo de tu chingada madre!”.
Lo metieron en una de las habitaciones, lo ataron con las cuerdas de un cortinero, y comenzó la tortura. Se trataba de un interrogatorio en toda regla de los muchachos de la DIPS, que dirigió el propio Espino Verdín y un cubano llamado Ismael Félix Rodríguez, agente de la CIA.
El mismo secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz (ahora titular de la CFE), habría estado presente.
Pues nada menos, el entonces precandidato presidencial, que habitualmente departía con los líderes del cártel, habría recibido de la organización delictiva, para su campaña política, 4 mil millones de dólares en cajas de huevo Bachoco cargadas en un trailer.
Y es que Bartlett habría participado en una conspiración con la organización criminal y personal de la central de inteligencia de los Estados Unidos (Central Intelligence Agency, CIA) para “levantar” a Camarena y sacarle cuanto supiera de las operaciones de ese organismo en un rancho de Veracruz, donde los narcodólares financiaban entrenamiento de la Contra nicaragüense al mando del mismísimo Oliver North.
Al menos esa fue la información que recabó la misma DEA a partir de una investigación confidencial denominada “Operación Leyenda”, destinada a esclarecer el homicidio y a cazar a todos los implicados para que recibieran castigo.
Una operación cuyos detalles han llegado a la prensa, documentales, libros como el de J. Jesús Esquivel, “La CIA, Camarena y Caro Quintero” (Grijalbo, 2014), e incluso series como la producida por Netflix, “El último narco” (2016).
Héctor Berrellez, director de dicha operación entre 1987 y 1995, documentó la participación del entonces titular de Gobernación en la tortura del Kiki: “Bartlett Díaz estuvo presente, le escupió la cara a Kiki Camarena y lo golpeó también”.
LA CONSPIRACIÓN
Héctor Berrellez, quien desde los 70s había desarrollado experiencia y ejecutado maniobras en distintas regiones de México, fue uno de los primeros agentes enviados a Guadalajara por la DEA para indagar el crimen de Camarena, y en abril de 1987 fue designado jefe de la Operación Leyenda.
La ejecución de la misma implicó numerosas operaciones encubiertas en el país y el reclutamiento de un centenar de informantes, con el objetivo de conseguir, al menos, el procesamiento judicial de absolutamente “todos los involucrados”.
Berrellez ha señalado que “Kiki” estaba a punto de descubrir un rancho de Caro Quintero en Veracruz al que llegaban grandes cargamentos de cocaína de Sudamérica, pero que simultáneamente era ocupado por el joven coronel Oliver North –bajo las órdenes de Robert C. McFarland, miembro del Consejo Nacional de Seguridad y asesor del presidente Ronald Reagan– para entrenar a contrarrevolucionarios nicaragüenses, con financiamiento de los narcodólares y bajo protección de la CIA.
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Ni a Caro Quintero, ni a la CIA, ni a Bartlett convenía que el asunto quedara expuesto. Caro recibía altos dividendos bajo protección de dos gobiernos, la CIA mantenía la operación encubierta complaciendo las obsesiones de Reagan, y Bartlett no sólo obtenía beneficios económicos –siguiendo las conclusiones de Operación Leyenda–, sino que además consolidaba en los Estados Unidos a un fuerte aliado para sus aspiraciones presidenciales.
De hecho estaba funcionando. Como lo publicó Maurizio Montes de Oca en EMEEQUIS en diciembre de 2019, documentos desclasificados por la CIA a través de la Ley de Libertad de Acceso a la Información de Estados Unidos, mostraban elogios desmedidos a Bartlett:
“La fuerza civil más efectiva en la seguridad interna es la Dirección Federal de Seguridad (DFS) subordinada a Manuel Bartlett, el secretario de Gobernación. La DFS tiene aproximadamente mil 300 agentes en sus cuarteles de la Ciudad de México y en las ramas que tiene en otros estados. Mejor armados y entrenados que el resto del personal de seguridad civil, el equipo de la DFS probablemente ha incrementado las operaciones de inteligencia encubierta en la frontera con Guatemala en años recientes y ha aumentado la infiltración en grupos de opositores políticos. La principal responsabilidad de la DFS es monitorear a disidentes sospechosos y a grupos de oposición con el propósito de descubrir e investigar cualquier posible esfuerzo subversivo. La DFS no vacila en conducir búsquedas y ataques e incluso detener e interrogar a individuos sospechosos de subversión”.
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La CIA impulsaba la candidatura de Bartlett, e incluía en sus informes reportes que apuntalaran esa opción. Por ejemplo, un texto del 24 de mayo de 1987, firmado por Jack Anderson y Dale Van Atta, dos de los más informados periodistas del Washington Post, en el que aseveraban:
“Nuestras fuentes en la Ciudad de México y en varias agencias de inteligencia de occidente dicen que las probabilidades en este momento favorecen al Ministro del Interior, Manuel Bartlett. Y si tuviera la suerte, Bartlett sería por mucho la mejor opción para los intereses de Estados Unidos (…) Fuentes internas nos dicen que Bartlett ha acumulado vastos archivos confidenciales de líderes políticos y cualquier otra persona con influencia política en México (…) Bartlett es descrito como un ‘compañero astuto e inteligente’ por un funcionario de EEUU que estudió en México. Él es duro y no tiene sentido del humor, como corresponde a la cabeza del Ministro del Interior, el cual hace todo el trabajo sucio que el partido necesita”.
LA CERCANÍA CON EL CÁRTEL DE GUADALAJARA
Ernesto Fonseca y Caro Quintero se ostentaban como personal de la Secretaría de Gobernación, reseña el periodista J. Jesús Esquivel, corresponsal del semanario Proceso en Washington, en su libro La CIA, Camarena y Caro Quintero.
Esquivel entrevistó a dos testigos protegidos. Uno había sido policía judicial, fue escolta de Fonseca y después, reclutado por Operación Leyenda, sería un relevante testigo protegido del gobierno de los Estados Unidos. El hombre describe:
“En el Club Libanés estaban sentados en torno de una mesa Ernesto Fonseca Carrillo con Rafael Caro Quintero. Los comandantes me dijeron que esos señores eran de la Secretaría de Gobernación y que a partir de ese momento yo iba a estar bajo las órdenes de ellos. Mi trabajo sería abrirles paso en los retenes, cuando saliera el señor Ernesto o Rafael. A partir de ese momento el comandante [Ernesto] Piliado Garza dijo que yo me quedaba ahí a seguir las instrucciones que me dieran ellos”.
También recuerda que en febrero de 1985, estuvieron hombres del gobierno en la casa de Zuno Arce en la calle de Lope de Vega: “Ese día en esa casa también estuvieron unos generales y el secretario de Gobernación Manuel Bartlett Díaz”.
El testigo protegido también reveló que el cubano Félix Ismael Rodríguez, llamado “El Gato”, o “Max Gómez”, portaba credencial de la DFS a nombre de “Maximiliano Gómez”.
El testigo refiere haber visto en distintas ocasiones a “Max”: “Lo vi en noviembre de 1984 en el hotel Motor Américas de Guadalajara con Félix Gallardo, Caro Quintero, Cochiloco, el comandante de la DIPS, Sergio Espino Verdín, y con Bartlett Díaz. (…) Nos dijo don Ernesto que habían ido a preparar un trabajito que tenía que ver con un agente de la DEA”.
También señalan a Lorenzo Harrison, quien “se encargaba de la tecnología de los radios de Motorola, porque antes el encargado de los radios de Motorola era don Javier García Paniagua (padre de Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Ciudadana en el gobierno de Claudia Sheinbaum). Harrison era quien se encargaba de ir a cerro Gordo a poner unos aparatos que les decían “los Mickey Mouse”, que servían para escuchar las frecuencias de los radios que usaba la policía, el Ejército y todos los que trabajábamos para el cártel. Los jefes nos decían que con Harrison no había problema, porque él estaba conectado directamente con Los Pinos a través de Bartlett Díaz, así que este gringo era, digamos, el técnico del cártel y el enlace con la DFS”.
Uno de los testigos protegido dijo a Jesús Esquivel que la organización criminal destinó dinero para los objetivos políticos de Bartlett, a finales de 1984:
“El dinero se le iba a entregar a él y otros políticos y militares que estaban ese día en la casa –estaba también el general Juan Arévalo Gardoqui [secretario de la Defensa Nacional]–, y a Miguel Aldana Ibarra, que también estaba ahí junto con Zorrilla Pérez (director de DFS). (…) Yo personalmente bajé dos cajas. Uno de los jefes me dijo: “Súbete y aviéntanos dos cajas de ahí”. Les aventé las dos cajas, las abrieron y todos los presentes vimos que estaban llenas de billetes de a 100 dólares. (…) El dinero, hasta donde tengo yo conocimiento, por lo que vi y escuché [de] las conversaciones, era para la candidatura como presidente de la República de Manuel Bartlett Díaz”.
El testigo calculó cuánto dinero había en el trailer donde se llevaría el dinero la gente de Bartlett: “A como estaba el camión, completamente lleno, unos 4 mil millones de dólares”.
Enrique “Kiki” Camarena y Rafael Caro Quintero. Foto: Especial.
BARTLETT Y EL CHAPO, EN LA MISMA HABITACIÓN
Después del recibimiento de Caro Quintero, los agentes de la DFS llevaron a “Kiki” Camarena a una de las habitaciones de la casa de Zuno Arce. Amarrado con los cordones de los cortineros, con los ojos vendados, lo aventaron a una de las dos camas que había. Habituados a sus procedimientos, grabaron todo el interrogatorio.
Héctor Berrellez, cabeza de la Operación Leyenda, también dio su testimonio a Jesús Esquivel, y resumió lo que vieron los testigos protegidos: “Las grabaciones de este interrogatorio las he oído unas 100 veces. En un momento durante el interrogatorio llegaron a donde tenían a Camarena unos cubanos (…) Dos, según los testigos. Y aseguraron que uno de ellos interrogó personalmente a Kiki”.
El exagente, retirado en 1995, detalla: “Esos cubanos eran los que estaban manejando los campamentos de los contras [nicaragüenses] en México [que operaban con el apoyo de Estados Unidos para quebrantar el gobierno sandinista recién electo]. Que eran operadores de la CIA y que el que estaba a cargo de todo eso era un tal Félix [Ismael] Rodríguez. Yo no lo conocía, ni nunca había oído hablar de él en ese momento. Tocó la casualidad de que uno que trabajaba con la CIA como contratista viene y me dice: ‘Héctor, Rodríguez es quien maneja los campamentos en México de los contras, adonde llegan los aviones cargados de droga. Los campamentos de los contras están en un rancho en Veracruz, un rancho de Caro Quintero’. ‘¿A poco?, le dije yo. ‘Sí —me contestó—, y están usando una aerolínea de Juan Ramón Matta Ballesteros [hondureño], de nombre Setco. Y en esa aerolínea —dice— están utilizando a los pilotos para llevar armas a Nicaragua, para los contras. Pero, además, esos pilotos llegan a México con una carga de cocaína y luego llegan a bases militares norteamericanas donde no tienen que pasar por una revisión de aduanas”.
Los cubanos no fueron los únicos presentes en el interrogatorio al “Kiki”. Uno de los testigos protegidos de Operación Leyenda relató a Esquivel:
“Como a las dos horas de que metieron a la casa a Camarena, llegó Félix Gallardo y su gente. Llegaron con una persona que tenía tapada la cabeza con una chamarra verde, como de militar. Uno de los escolta me dijo que al que llevaban tapado era el cabrón piloto amigo de Camarena [Alfredo Zavala Avelar, empleado de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, SAHR]. Por cierto, entre la gente de la escolta de Félix Gallardo que llevaba al piloto iban el Mayo Zambada y el Chapo, ellos también estuvieron en la casa de Lope de Vega, como yo y como muchos más de los que cuidábamos a los jefes. (…) Estaban los generales Vinicio Santoyo Feria y [Juan]Arévalo Gardoqui, estaba Manuel Bartlett Díaz, [Miguel] Aldana Ibarra, Manuel Ibarra Herrera, el cubano, ese tal Max y otros”.
Al piloto lo metieron al mismo cuarto donde tenían a Camarena. Lo echaron al suelo. Jorge Fonseca Uribe, medio hermano de Ernesto Fonseca Carrillo, participó en la tortura de Camarena. Lo quemó con cigarrillos. Espino Verdín y otros de sus hombres, apodados “El Güerón” y “El Italiano”golpeaban a Camarena. “El Güerón” era quien le estaba brincando encima a Camarena, le caía con las rodillas sobre la espalda o en el estómago”, relata uno de los testigos.
A veces, Camarena se desmayaba. Según los testigos, el médico Humberto Álvarez Machaín intervenía para reanimar al “Kiki” y mantenerlo vivo. Fue Ernesto Fonseca quien mandó traer al médico. Ordenó a sus escoltas que se marcharan a otra de las casas del cartel. Relata uno de los testigos:
“En la casa de Lope de Vega se quedaron con Caro Quintero los generales y Bartlett Díaz. Antes de subirse al Marquis, don Ernesto le dijo a Rafael que Camarena se les iba a morir, y Caro Quintero respondió: ‘Me vale madre’”.
Tiraron los cuerpos en Michoacán.
Ese mismo año, en agosto, desaparecieron la DIPS y la DFS.
Bartlett ha transitado por distintos gobiernos y ahora es titular de la CFE. Foto: Archivo.
BLINDAJE EN RIESGO
Operación Leyenda logró que 19 implicados en el secuestro, tortura y muerte de Enrique Camarena pisaran la prisión, pero no todos. Bartlett siempre estuvo colocado en posiciones de poder que lo protegieron.
Primero en los gobiernos priístas, y ahora bajo la égida obradorista. La reciente recaptura de Caro Quintero y su eventual extradición arriesga el blindaje de Manuel Bartlett.
El Juzgado Sexto de Distrito de Procesos Penales Federales, con sede en el Reclusorio Oriente, en la Ciudad de México, ya adelantó que el procedimiento de extradición podría tardar más de un año en resolverse en tribunales ante los recursos que podría interponer la defensa de Caro Quintero para tratar de evitar que sea enviado a Estados Unidos.
Por lo pronto, la justicia estadounidense cuenta con 60 días para formalizar la solicitud de extradición y presentar las órdenes de aprehensión obtenidas y las pruebas en contra del capo que alguna vez ofreciera pagar la deuda externa de México a cambio de su liberación.
Y es que no es nada positivo para el blindaje de Bartlett el mensaje que Anne Milgram, directora de la DEA, dio en abril, tras la captura de Juan Orlando Hernández, expresidente Honduras:
“Este caso debería enviar un claro mensaje a cualquier líder extranjero que abusa corruptamente de su poder para apoyar a los cárteles de la droga. Si tomas dinero de las drogas para tu elección, si aceptas sobornos de cárteles de la droga, si conviertes el poder del Estado en una máquina violenta de tráfico de drogas, si traficas con drogas mortales, si protege a los cárteles criminales de la droga, si permite que la violencia y el asesinato florezcan a manos de los cárteles. Entonces la DEA no se detendrá ante nada para hacerle responsable de tus crímenes. Si crees que puedes esconderte detrás del poder de tu posición, estás equivocado”.
@estedavid