El canciller mexicano Marcelo Ebrard arranca la carrera presidencial con un giro insólito a su imagen: la de un ‘influencer’ que llega tarde al fenómeno viral
El primer paso, en el manual del influencer, es cambiar la foto de perfil. Esto lo sabe desde la famosa patrocinada hasta las cejas, hasta el adolescente que acaba de crearse una cuenta en Instagram. El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, un candidato inesperado a poblar las filas del mundo viral, fue lo primero que hizo después de que su nombre resonara como uno de los posibles aspirantes de Morena a gobernar México en 2024. Una foto sonriente con su esposa, Rosalinda Bueso. Y que corran los follows. El gesto serio y calculador del secretario de Exteriores, exjefe de Gobierno de la capital y hombre de confianza del presidente, es cosa del pasado. En su oficina se han colado los mensajes de WhatsApp, los stickers y hasta TikTok. Ebrard se entrega a la furia viral ante el desconcierto sobre cómo va a mantener el incendio de las redes durante dos años más.
La fórmula no es nueva. México observó con las mismas dosis de estupor y de bochorno cómo la estrategia funcionaba mejor que cualquier mitin en las elecciones estatales y locales del año pasado, mejor que cualquier programa de campaña, despensas y promesas de alumbrado público. Mariana Rodríguez, la esposa del gobernador de Nuevo León, Samuel García, diseñó un político cercano y divertido desde su cuenta con miles de seguidores. Ella era una experta. Los memes, los likes, y el reality show de su relación y carrera al Gobierno se convirtieron en la clave del éxito que trataron de imitar decenas de candidatos más. Llegaban tarde.
Los celulares de los mexicanos hace un año se llenaron de vídeos de TikTok de los candidatos, saliendo de un ataúd, bailando de forma descoordinada, haciendo el ridículo. Y todo apunta a que la carrera presidencial de 2024 no los librará de memes, chistes, más bailes y lo que haga falta. Porque para ganarse la confianza de la gente estos días, según los jefes de campaña, no solo hace falta tocar puerta por puerta, barrio por barrio y pelear el voto, es muy necesario también que la gente se ría.
El canciller era probablemente el candidato que menos encajaba en este molde de lo viral. Pocos hubieran descrito al hombre de las vacunas, al negociador de la crisis diplomática con Estados Unidos, a la cara visible de tragedia migratoria en la frontera y al hombre fuerte del presidente que lo sustituía en los eventos diplomáticos, como el nuevo chiste nacional. Y es posible que esta contradicción entre su imagen clásica y la que ofrece estos días, sea la guinda de una campaña que nadie esperaba.
Hasta ahora, su feed —como dicen los que saben—, es decir, sus publicaciones en redes, contaban poco más que sus reuniones tediosas con líderes extranjeros. La típica foto protocolaria de apretón de manos con el embajador de Qatar, algún comunicado de prensa, la lista de los participantes en un foro por el cambio climático, el pésame a la familia de un funcionario amigo. Algunos dirán que todo comenzó con un torpe selfie con su perro el viernes, con un story al más puro estilo influencer dirigido por su esposa para felicitar a “los papás” por el Día del padre. Otros, que fue con el What’s up de este lunes. Así, mal escrito, puede que a propósito.
Que el número del celular del canciller circulara por las redes sociales este lunes ha disparado su imagen más que cualquier evento público, como el que protagonizó este domingo en Guadalajara. “5515025360 mi what’s up para estar comunicados. Si quieren mandar mensaje los leo. Buena semana!!”, publicó Ebrard temprano. Y Twitter se ha llenado de capturas de pantalla de gente que tiene muchas ganas de reírse con el aspirante, y también de él. WhatsApp se ha convertido en tendencia. Y él, en el nuevo rostro de la vieja política, tratando de acercarse a los más jóvenes como si se tratara de su tío en un grupo familiar. Simpático, torpe y cercano, ninguno de estos calificativos hubieran descrito al canciller hace unos meses.
La irrupción de Ebrard en redes se ha producido mientras su principal rival del partido, la jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum, se encontraba en la lona, aislada por coronavirus. Y ahí se ha marcado el canciller un sprint por la derecha: un último vídeo donde cuenta el éxito que han tenido sus mensajes y lo ocupado que está respondiéndolos. Un room tour por su oficina de la Secretaría, como el que hacen los famosos en Instagram cuando se van de vacaciones pagadas. Y también, pero menos importante, que está preparando una reunión de la que casi no recuerda el nombre, que resulta que tiene que ver con migración y desarrollo en Centroamérica. “Si me tardo [en responder mensajes], ténganme paciencia”, señala.
Todavía ha habido un giro inesperado más: este lunes por la tarde Ebrard anunciaba que se había contagiado de covid-19. Y poco después, Sheinbaum descubría el Facebook Live. La jefa de Gobierno salía de su encierro justo cuando su contrincante entraba. Y ha decidido regresar con otro vídeo mostrando los rincones de su piso en Tlalpan: “el balconcito”, “mis plantitas”, “pequeño departamento”, “pequeño comedor”, “pequeña unidad habitacional”. Y como colofón, se ha animado a tocar la guitarra, ningún concierto, solo cuatro acordes mientras recordaba cómo sus papás la llevaron a clases de pequeña y recuerda lo básico gracias a YouTube.
El único que de momento se ha mantenido firme en su método tradicional de hacer campaña ha sido Adán Augusto López, secretario de Gobernación. Del mismo partido y con los mismos intereses de gobernar el país de cara a las presidenciales de 2024, ha decidido mantenerse alejado de la vorágine tuitera. Al menos, por ahora.
Ebrard, como nuevo influencer, tiene el reto de vender en redes su día a día como secretario de Relaciones Exteriores. La reunión de López Obrador en Washington con Joe Biden o los devenires de la crisis humanitaria en la frontera no suelen tener muchos likes, por muchos hashtags, y selfies que maneje. Lejos ha quedado la batalla dialéctica por la posible responsabilidad de unos y otros en la construcción y mantenimiento de una línea del metro que se desplomó y que segó la vida de 26 personas. Siempre estarán las redes, los memes, los filtros de Instagram. Y los bailes, que aún no han comenzado, pero que se esperan. Siempre le quedará TikTok.
Elena Reina es redactora de la delegación de México de EL PAÍS desde 2014. En 2020 ganó el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo por la cobertura de la crisis migratoria en la frontera sur. Se ha especializado en temas de narcotráfico, migración y violencia de género.