Lo anunció el presidente. “Nunca olvidaré que fue el primer empresario en adherirse al movimiento de transformación”, dijo.
Era un final previsible. Alfonso Romo pasó de ser la gran esperanza de los empresarios a convertirse en un funcionario con un rol intrascendente. Desde hace largos meses –como anticipó LPO– inversores, directivos y magnates sabían que ninguno de sus temas prosperaban cuando se los planteaban al Jefe de la Oficina de la Presidencia. Por el contrario, hasta se lo desautorizaba en las mañaneras.
“Alfonso Romo dejará la coordinación de la Oficina de la Presidencia, pero seguirá siendo mi principal enlace con el sector privado. Lo cierto es que fue funcionario público solo por tratarse de nosotros. Convenimos que estaría 2 años y se cumplió el plazo”, anunció AMLO desde sus redes sociales.
Como suele hacer en casi todas las despedidas de sus funcionarios, López Obrador elogió a Romo: “Poncho está más en mi visión de que lo importante no es el cargo, sino el encargo. Él me ha ayudado y me seguirá ayudando. Es un hombre independiente, honesto, comprometido con las causas justas y además es mi amigo. Nunca olvidaré que fue el primero de los empresarios en adherirse al movimiento de transformación”.
Poncho está más en mi visión de que lo importante no es el cargo, sino el encargo. Él me ha ayudado y me seguirá ayudando. Es un hombre independiente, honesto, comprometido con las causas justas y además es mi amigo. Nunca olvidaré que fue el primero de los empresarios en adherirse al movimiento de transformación.
Pero detrás de esta despedida pomposa, hay meses de un malestar creciente en el Gabinete contra Alfonso Romo. Para entender su rol, hay que retrotraerse a la pre-campaña de 2018, cuando AMLO eligió al regiomontano como su fronting ante el mundo empresarial. El líder de Morena sabía que necesitaba una suerte de “garante” ante los magnates que siempre le bloqueaban el paso a Palacio Nacional.
Romo se entusiasmó, y puso a sus hombres de confianza a elaborar el plan económico de AMLO. Depositó esa tarea en el ya fallecido Adrián Rodríguez -su histórica mano derecha- y Abel Hibert, rector de Posgrado en la Universidad Metropolitana de Monterrey (UMM), propiedad de Romo. Carlos Urzúa, Arturo Herrera y Gerardo Esquivel quedaban marginados y fuera de toda decisión.
Romo repetía antes los grandes empresarios que no debía haber preocupación por el “cambio de régimen”, porque tendría una fuerte injerencia en todos los temas económicos. Nada más alejado de la realidad: ya como Jefe de Oficina tropezó con el Aeropuerto de Texcoco, con la nueva ronda de licitaciones petroleras, con los farmouts de Pemex. Tampoco logró imponer a Santiago Levy en la Secretaría de Hacienda.
La influencia del regiomontano se fue licuando a una velocidad vertiginosa. Su otro alfil en la 4T, Tatiana Clouthier, también quedaba marginada del Gabinete, después de los berrinches que le había hecho al Presidente en su propia casa de Tlalpan por la inclusión de Manuel Bartlett y Napoleón Gómez Urrutia en sus filas. “Viene a mi casa a desayunar con mi esposa y se cree con derecho a opinar de todo”, se quejó AMLO con un colaborador que presenció esa escena.
Hace una semana, Romo Garza lanzó una severa crítica a la actual administración, lo que anticipó su distancia con la 4T. El regiomontano reprochó la dirección del país en materia económica, pues “no podemos manejar un país que está decreciendo a 9% como si estuviéramos creciendo a 9%”. Esto sólo fue un episodio en una larga lista de desencuentros con funcionarios del gabinete y secretarios de estado.
La influencia de Romo se fue licuando a una velocidad vertiginosa. Su otro alfil en la 4T, Tatiana Clouthier, también quedaba marginada del Gabinete, después de los berrinches que le había hecho al Presidente en su propia casa de Tlalpan por la inclusión de Manuel Bartlett y Napoleón Gómez Urrutia en sus filas.
Fue el caso de Carlos Urzúa, primer secretario de Hacienda de López Obrador, que al entregar su renuncia denunció que el presidente tuviera entre su círculo cercano a una persona conservadora como Romo, a quien acusó de ser parte del Opus Dei. También al dejar su cargo en Semarnat, Víctor Toledo aseguró que la Secretaría de Agricultura a cargo de Víctor Manuel Villalobos buscaba imponer proyectos mineros de Germán Larrea sin importar las advertencias ambientales y por orden de Romo.
“Para mí, si no hay certidumbre, no va a haber nada, y urgencia porque porque tenemos 70 millones de pobres y en la medida que no tengamos urgencia, en la medida que no alineamos objetivos y le pongamos trabas a la inversión estamos traicionando el combate a la pobreza”, criticó Romo en otro foro a mediados de noviembre.