El narco, la 4T y Tamaulipas

Por: Admin

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Desde que tomó posesión como presidente de México, Andrés Manuel López Obrador dio clarísimas señales de que en su agenda no existía el combaste frontal al narcotráfico y a sus capos

POR RAMÓN ALBERTO GARZA

 

Desde que tomó posesión como presidente de México, Andrés Manuel López Obrador dio clarísimas señales de que en su agenda no existía el combaste frontal al narcotráfico y a sus capos.

El mandatario definió su estrategia para combatir la inseguridad desde la lucha contra lo que él siente que la genera: pobreza, desigualdad, falta de oportunidades.

Pero la insultante y sangrienta realidad se está encargando de recordarle que así deje libre en Culiacán al capturado Ovidio Guzmán, el hijo de El Chapo, o vaya a saludar a la madre del capo a la sierra de Badiraguato, las cifras de homicidios marcan números récord: 87 mil en lo que va del sexenio.

Por una decisión unipersonal -como casi todas las que toma- el presidente López Obrador tiene dada una orden, lo mismo a militares que a marinos o a la Guardia Nacional. No se metan con los grandes cárteles.

Y también por decreto personal, en México ya no existen masacres, aunque la realidad de Tamaulipas, Guanajuato, Jalisco o Michoacán, entre otros estados, se encargue de desmentirlo.

“Ya no hay torturas, desapariciones, ni masacres”.

Pero esas decisiones, intrincadas con la política, son las que explican lo que hoy sucede en Tamaulipas, donde el fin de semana pasado fueron masacradas en Reynosa 23 personas -al menos 15 de ellas civiles inocentes- y en cuyas carreteras, como la de Monterrey a Nuevo Laredo, las desapariciones se volvieron el secuestro nuestro de cada día.

Lo que sucede en la frontera más transitada para el paso de mercancías a los Estados Unidos no es obra de la casualidad.

Se inscribe en la lucha entre el gobierno de la Cuarta Transformación y el gobernador panista de Tamaulipas, Francisco Javier Cabeza de Vaca.

Lo único que cambió en Tamaulipas, en los días recientes, es que por decepción con su cuestionado gobernador o por algún pacto inconfesable en las cúpulas políticas, Morena se adueñó de 16 de las 22 diputaciones locales.

En la actual legislatura, la que defendió del desafuero a Cabeza de Vaca, el PAN tenía 21 de las 22 curules. Perdieron 15. Los polos políticos se trastocaron.

Morena y sus aliados también se adueñaron de las alcaldías clave, como las de la capital Ciudad Victoria, la de Reynosa, la de Matamoros y la de Río Bravo.

Para los analistas en seguridad, el cambio del eje político que aceita al crimen organizado en Tamaulipas abrió la puerta a una disputa entre cárteles del narcotráfico.

Se van los pactados con el gobierno panista y entran los que se verán beneficiados con la ahora mayoría morenista. Pero esa transición criminal no es tersa.

Y en esa ventana de relevos políticos se podría inscribir la ola de violencia, las masacres y las desapariciones que sacuden hoy al estado gobernado por Cabeza de Vaca. Los equilibrios políticos de Tamaulipas, aquellos que le arrebataron la vida al candidato priista Rodolfo Torre, se trastocaron.

Pero ése es solo uno de los 10 estados fronterizos o costeros que fueron conquistados en las urnas por Morena. Desde Sonora, Sinaloa, Nayarit, Colima, Michoacán, Guerrero, Campeche y las confirmaciones de dominio político sobre Baja California, Veracruz y la antesala de la próxima elección para gobernador en Tamaulipas, todo pinta a Morena.

Puertos por donde transita el contrabando, desde mercancías hasta precursores chinos para la fabricación de drogas sintéticas, están ya bajo el control de la Cuarta Transformación.

Fronteras por las que se pasan a los Estados Unidos esos productos, están -por obra de la democrática casualidad o por complicidad- en manos de Morena.

No hay duda de que lo que testificamos hoy, con masacres como la de Reynosa o desapariciones como las de Nuevo Laredo, se extenderán a lo largo y ancho de aquellos territorios en donde se dieron relevos de la narco-política, que obligarán a una recomposición de los cárteles.

Pero eso solo puede suceder en un país como México, en donde su presidente ataca en cada conferencia mañanera a las clases medias, a empresarios, intelectuales, medios de comunicación y todo lo que cuestione su proyecto de la llamada Cuarta Transformación.

Es el mismo mandatario que, en esos mismos monólogos, felicita a los criminales “que se portaron bien” durante las elecciones del pasado 6 de junio.

Desprecio, pues, para los que trabajan y producen, elogios para los que trafican y matan.

“Los que pertenecen a la delincuencia organizada, en general bien, muy pocos actos de violencia, de estos grupos; desde luego, hubieron homicidios y no quisiéramos que hubieran homicidios, pero fueron 209. Se portó, creo que más mal, la delincuencia de cuello blanco”.